«La vida en la tierra» (1998)

Abderrahmane_Sissako.jpg

Abderrahmane Sissako

    Si a un alma cándida le da por poner en su buscador web habitual las palabritas CINE AFRICANO los resultados no podrían ser más desalentadores. Más allá del desconocido Festival de Cine Africano de Córdoba (FCAT, en sus siglas, pues hasta hace tres o cuatro años tenía lugar en Tarifa) apenas vuelca información de valor, como si el séptimo arte hubiera pasado de puntillas desde Sudáfrica hasta Marruecos sin hacer el más mínimo ruido. Y eso sin centrar la búsqueda en el África negra subsahariana evitando así a Túnez o Egipto -países en los cuales ya se rodaron películas allá por mediados de los años 20 del pasado siglo-, porque de haber tomado esa decisión deberíamos acercarnos hasta 1966 para encontrar el primer filme rodado en el continente por un director negro: “La noire de…”, del activista senegalés Ousmane Sembène y que rompería de manera radical con un estilo supuestamente de denuncia, pero marcado por una idea occidentalizada y que suponía en realidad una novedosa forma de colonialismo.

Este nuevo enfoque de cine, de raíz taxativamente africana, ni provocó entusiasmos en Europa y en Estados Unidos de América ni los provoca en la actualidad, siendo su presencia absolutamente residual (o sencillamente inexistente) en las carteleras alternativas de nuestro país fuera de las filmotecas. Tanto es así que el mismo FCAT celebrado el año pasado no contó en toda la semana ni con un solo estreno para sorpresa de propios y extraños. Y es que, aunque la tradición africana de pueblos narradores de grandes historias se remonta al origen de los tiempos, es aún más cierta la habitual falta de costumbre de recopilarlos y estructurarlos a partir de un método, y eso convierte al cine africano en un ejemplo de pragmatismo, concreción y sencillez que no resulta fácil apreciar para una mentalidad occidental.

Abderrahmane Sissako, realizador mauritano formado en Moscú, recoge fielmente el testigo dejado por Sembéne, sin renunciar un ápice al realismo y simplicidad a los que hacíamos referencia como características clave de este modelo cinematográfico, y “La vida en la tierra”, que podría considerarse su primer largometraje si exceptuamos el documental de 60′ “Rostov-Luanda”, grabado en formato de vídeo en 1997, es un claro ejemplo de ello. Sigue leyendo

Estulticia financiera

Not For Sale by johnberd

Not For Sale by johnberd

     – Pues en mi casa no entra un yogur desde no sé cuando.

    Quien lo suelta como la cosa más habitual del mundo es el Chache; un abuelo de edad impredecible, con la cara arrugada como un higo seco y la mitad de los dientes inexistentes. Vive en el barrio periférico de Palmeras, dicho así por ser fino y usar un eufemismo de gueto, algo más ajustado y fiel a la realidad impuesta por otros de bolsillos menos tristes.
– Y un filete ya ni te cuento-continúa a imagen de quien reza el rosario.
Entre su mujer y él ganan unos setecientos euros, de la pensión de ella y de su ayuda al desempleo, pero los trescientos y poco de la madre de familia son fagocitados nada más caer en sus manos rugosas por las tripas insensibles de Endesa, Emacsa, Repsol… o las algo más pragmáticas del alquiler social y la comunidad. Los otros poco más de cuatrocientos tiene que exprimirlos como un limón de descomunales dimensiones para alimentar a las veinte o veinticinco personas -según la Rocío esté mejor o peor colocada en la casa de algún señoritingo- de diferentes edades y generaciones que a diario tienen la obligada manía de ir a comer a su domicilio.
– Mucho puchero. Garbanzos, judías, lentejas… un poco de aceite y de vez en cuando algunas patatas.
Interviene de inmediato como un torrente, tocado por similar experiencia personal cuasi traumática y con los párpados volcados por la tristeza, el miembro varón de la pareja más joven del grupo de familias que participan en el taller de Promoción.
– Mi hijo de tres años no entiende que estamos mal. Si me pide un zumo quiere un zumo, y si tengo que ir a por hierro o a por chatarra o a coger espárragos para comprarle un zumo pues hay que ir a por cualquier cosa.
(No huelga decir entre paréntesis, por aquello de no romper el ritmo de lectura del común de los mortales y no despistar del argumento principal cual si esto no lo fuera, que en la actualidad, en casi todas las regiones de España y supongo que para proteger una flora de tan alto valor biológico como el espárrago, la seta o el berro y no con el fin de recaudar fondos y putear al personal está sancionada hasta con la friolera de quinientos eurillos de nada la recolección de dichos productos botánicos que el monte ha dado a mansalva de toda la vida).
Muchos asienten, ninguno dice que no y alguno que otro se rasca la mollera como intentando cuadrar tipo tetris cómo coño estirar el salario social ni a base de guisos. A Dios gracias los pobres de verdad no suelen tener hipotecas, ni préstamos más allá del intento de engaño de Cofidis que acabó volviéndose en su contra, ni seguro médico. Eso sí, los muertos, que les llaman, los paga hasta el tato, no vaya a ser que en el vahído postrero vayan a enterrarlos en una fosa común.

     Entonces toma la palabra Manolo, del colectivo de Barrios Ignorados, quien ha convencido sin exceso de esfuerzo al Chache para que dé una charla acerca de cómo sobrevivir a la desesperanza con cuatro duros mal contados. Lo que dice helaría la sangre incluso a Mefistófeles y va referido a la cáustica asignatura llamada “Educación Financiera”, que está siendo impartida de manera gradual en las aulas de tercero y cuarto de la E.S.O. y cuyo material ha sido elaborado por el Ministerio de Educación junto con la Comisión Nacional del Mercado de Valores y el Banco de España. Sí, las manos a la cabeza y un grito desgarrador de apertura de carnes: dar cuartelillo a esta mezcolanza de gente honrada donde las haya es como abrir la caja de Pandora y tirar el candado a la fosa de Las Marianas. La cosa, sin reelaboración literaria ni hipérboles, la explica con un cabreo de lo más esencial.
– A raíz de esto que estamos hablando, el otro día vi en un programa de la tele lo de esa nueva asignatura que están dando ya en algunos colegios-una de las madres se toca repetidamente el pecho con el dedo índice afirmando incrédula que también lo había visto-. Se trata de enseñar a los adolescentes cómo organizar la economía doméstica y se habla de dos códigos diferentes. En el código uno, que son los gastos que hay que atender primero porque son los más importantes están pagar la hipoteca, las deudas… y en el segundo ponen la alimentación, la ropa… Fijaos qué tipo de sociedad estamos construyendo, donde los bancos son más importantes que las personas.
Lo que el bueno de Manolo ignoraba en ese momento es que, dentro del programa de “Educación Financiera”, concretamente en su tema introductorio, lanzan una pregunta la mar de sencilla y cuya respuesta deja bien a las claras la ideología vertida como una tonelada de estiércol sobre las cabezas pensantes del alumnado: ¿Por qué debemos ahorrar? Obvio, verdad: pagar la universidad a los hijos, darles algo de seguridad u oportunidad, hacer al menos algún plan de vacaciones aunque sea una vez al año, apoyar a la familia… ¡Ay, almas de cántaro! No, para invertir y tratar de generar más riqueza.
Quizá sea por eso que este peculiar grupo de familias que tan sólo a duras penas logran llegar a fin de mes, con la luz enganchada de la calle, deudas en la tienda de la esquina o en la farmacia y cuya máxima inversión es el euro que sacan de vender una cabeza de ajos en la puerta de un supermercado jamás van a formar parte de lo que otros, que viven en la realidad paralela de Matrix, llaman economía. Ni falta que les hace mientras la banca sea el valor supremo al que acogerse. No es tarea fácil mostrar tanta desvergüenza, seguro que ensayan.

«El palacio de los sueños» (1981)

a_by_anditheloser-d64s28q.jpg
A by anditheloser

Albania, 1981, en medio de la convulsa situación del país, regido con mano de hierro por Enver Hoxha, presidente de la república desde 1946 hasta su muerte en 1985 y volcado desde el autoritarismo en una cada vez mayor exaltación de su liderazgo a través de recurrentes prohibiciones y enérgicas condenas a sus detractores, Shehu, mano derecha del dictador, primer ministro y antiguo amigo y camarada desde los inicios de su gobierno, aparece muerto en su domicilio por supuesto suicidio.

Ese año de gracia de 1981 se publica en Albania, por primera vez íntegra, una obra de Kadaré con el título de “El funcionario del palacio de los sueños”. Quien haya leído la novela en cuestión puede asegurar que el autor tiene más cojones que el caballo del Espartero, casi quedándose uno corto.

Aunque en la década de los setenta aparecieron en forma de relato los dos primeros capítulos de esta exquisita novela parcialmente distópica y su publicación no supuso el más mínimo revuelo ni alarma social, es de rigor tener en cuenta dos aspectos que confluyeron en ese momento: el primero que la realidad política de la nación era bastante más tranquila dentro de la posible entelequia y en segundo término que estas dos flechas iniciales que entregara Kadaré apuntaban al blanco de forma generosa, pero ni disparaban de pleno ni suponían por tanto un dardo envenenado a los cimientos del régimen. Ambos supuestos saltaban por los aires como unos fuegos artificiales en 1981. Baste decir que un año después, el recién nombrado primer ministro albanés Ramiz Alia, tras varias advertencias algo veladas hacia la persona del escritor, decidiera ser meridianamente más directo al afirmar: “el pueblo y el partido te han encumbrado al Olimpo, pero si no te mantienes fiel a ellos, pueden arrojarte al abismo”.

Y es que Kadaré demuestra con insensata tozudez no tener pelos en la pluma. En la novela que nos ocupa, el estado imaginario en el que se desarrolla el drama ha creado una macroestructura -el llamado Palacio de los sueños- a fin de cortar de raíz cualquier resquicio que pueda suponer un ataque futuro al poder establecido siendo obligatorio para todo ciudadano dar a conocer sus sueños para poder ser trascritos e interpretados y según dichas interpretaciones -supuestas, obviamente, en donde radica uno de los puntos más tenebrosos de la obra y que llevan a los funcionarios a una perpetua inseguridad- condenar incluso a muerte a aquel que los haya tenido. Pero el caso es que, nada casualmente, los edificios públicos de ese aleatorio estado imaginario son descritos con pulcritud por Kadaré de idéntica manera, salvo ligeras variaciones, a los existentes en Tirana, capital de Albania. No hay que ser muy listo.

El escritor albanés, autoexiliado en Francia desde 1990 cuando se hizo cargo de manera definitiva de que las dictaduras y la buena literatura no suelen llevarse del todo bien, es un perenne candidato al Nobel, y en base al escaso conocimiento que tengo de su obra -a la presente habría que añadir la terrible crítica al código de venganza albanés conocido como Kanun, y la demagógica condescendencia social que nos ofrece en “Abril quebrado”– lo firmaría ipso facto. Dos estilos muy distintos recorren ambas propuestas más allá de la evidente crítica a la costumbre, la cultura y el servilismo, con muy diversos usos de la narración y los diálogos según le resulte más conveniente a lo que desea transmitir o el énfasis que decida otorgar a determinados aspectos. En “El palacio de los sueños” hace gala de una prosa pragmática, pero eminentemente cargada de simbolismo, que deja el sabor amargo de la desesperanza, del miedo, de la decisión de adaptarse, o al menos no mear fuera del tiesto, aunque ello nos conduzca al camino de las lágrimas. Ese sabor desagradable resta al menos hasta que es el propio lector quien se hace consciente como sin querer de su propia indignación, que quizá forma parte de lo mismo que rechaza de los protagonistas de Kadaré, y también como ellos, parte de esa sociedad nada imaginaria que aparece en sus textos, decide sobrevivir, obviando credos, sangre o ideologías, sin arriesgarse a perder una ridícula seguridad, aunque resulte impostada.

Y para terminar, para no romper la tranquilizadora rutina unas frases y fragmentos más enlace de descarga de la obra completa pulsando aquí.

  «La vida de un hombre queda perturbada para siempre una vez que se encuentra atrapada en los engranajes del poder».

    «Un enfrentamiento, un intercambio de golpes terribles pero sordos han tenido lugar en las profundidades, en los cimientos mismo del Estado (…) Y entretanto nosotros, como ya he dicho alguna vez, no vemos más que sueños, jirones de niebla».

    «Y si embargo, pensó Mark-Alem, todos soñaban con ser transferidos a Interpretación. ¡Si supieran cómo se arrastran las horas aquí! Y para colmo, aquella angustia permanente flotando por doquier (desde que habían encendido las estufas, Mark-Alem tenía la sensación de que la angustia olía a carbón).
Se inclinó sobre el cartapacio y prosiguió la lectura. Ya se había familiarizado en cierta medida con el trabajo y lograba encontrar con mayor facilidad una interpretación para los sueños. En pocos días daría fin a su primer expediente. No le quedaban más que unas cuantas hojas. Leyó algunos sueños fastidiosos que hablaban de agua sucia, negra, de un gallo enfermo que se había hundido en el cieno y de un reumatismo escapado del cuerpo de un asistente a una cena de infieles. Qué escoria, se dijo y soltó la pluma. Era como si el desperdicio hubiera quedado para el final. Su mente se trasladó de nuevo a las salas de los encargados del Sueño Maestro, tal como se evoca, en un ambiente en particular aburrido, la casa en que se llevan a cabo los preparativos para una boda. No había visto nunca aquellas salas, ni siquiera tenía idea de en qué ala del Palacio se encontraban aunque tuviera la convicción de que, contrariamente a las demás, dispondrían de grandes ventanales hasta el techo, por los que penetraría una iluminación solemne, ennobleciendo a las personas y a las cosas».

«Nightcrawler» (2014)

Dan_Gilroy-JR_Mankoff_769.jpg
Dan Gilroy, por J.R. Mankoff

Recuerdo hace quizá poco más de dos años esa noticia sensacionalista, con lacerantes imágenes del suceso, sobre una niña china de dos años atropellada de manera casi consecutiva en una especie de almacén por una furgoneta y un camión. Falleció ante la pasividad de decenas de viandantes que pasaron de largo a su lado incluso sorteando su cuerpo. No vamos a caer en la grosería de decir que no fue impactante… pero ¿era necesario que decidieran en cada cadena, en cada informativo, en cada programa de entrevistas colocar la puñetera secuencia justo después de que los periodistas advirtieran una y otra vez al respetable acerca de la crudeza de las imágenes? No sé yo. Da la impresión de que el share manda por encima de cualquier otra realidad y no hay nada que conduzca a un individuo a detener su mirada en una imagen como la previa advertencia de que va a ser terrible. Ya la rodó muy bien Amenábar en su opera prima “Tesis”, cuando al inicio de la cinta y desde el punto de vista de la protagonista nos hacía el director circular paralelamente al arcén del metro donde acababa de ser destripada por el tren una persona. Justo cuando el espectador estaba a punto de ver las vísceras un policía nos sacaba de plano dejándonos con un palmo de narices.

También “Nightcrawler” -que podría traducirse salvando dobles sentidos como rondador nocturno– es la primera película como realizador del guionista Dan Gilroy, al que tampoco hay que reconocerle en esta última faceta excesivos logros hasta este afortunado debú en la dirección, y no era baladí la parrafada inicial acerca del tipo de espectadores a los que ofrecen carnaza los medios de comunicación con el propósito de que, antes de evaluar la audaz y terrible crítica del filme a la televisión, comencemos nosotros mismos a entonar el mea culpa y, sólo tal vez, asumir nuestra parte de responsabilidad. En “Nightcrawler” todos y cada uno de los personajes tienen un precio, por mucha dignidad que aparenten sostener al principio en una escogida escala de valores, y se hacen eco de la precisa sentencia de Benjamin Franklin quien afirmaba acertadamente que «de aquel que opina que el dinero puede hacerlo todo, cabe sospechar con fundamento que será capaz de hacer cualquier cosa por dinero».

nightcrawler_by_edgarascensao-d8ezi3j
Nightcrawler by edgarascensao

Podríamos concluir para el desasosiego que una de las mejores causas a favor de este demencial alegato contra la sociedad complaciente es que desde el minuto uno hasta el pitido final el espectador se pasa hora y media absolutamente cabreado con lo que ve -aunque Gilroy apenas nos obsequie con cuatro gotas de sangre- y con el mal cuerpo de un lunes de resaca. Lo que nunca ha importado es la veracidad de la noticia, como puede contemplarse con solemne pasotismo en una fase de la película tras una investigación por allanamiento, sino la alarma social, que es la que genera audiencia: las imágenes de un chicano abatido a tiros por la policía después de asaltar una mansión de un barrio residencial son meridianamente más oportunas que las que confirmen que el chicano sólo pasaba por allí.

Huelga decir que no es la primera vez que a un director se le ocurre poner a caldo al mundo de la prensa, algunos de manera magistral: las tres versiones de la obra de teatro de Ben Hecht y Charles MacArthur, la más conocida de ellas probablemente la titulada “Primera plana” (1974, Billy Wilder); la interesante “El ojo público” (1992, Howard Franklin) con un nuevamente excelente Joe Pesci; y la innecesariamente truculenta “Asesinos natos” (1994, Oliver Stone) pueden servir de ejemplos, pero el estilo y enfoque de Gilroy, cuyo filme puede recordar en algunos aspectos como la ambientación a la acertadísima “Drive” (2011, Nicolas Winding Refn), supera con creces a las dos últimas. Tal vez porque decide no dejar títere con cabeza y lo consigue desde el pragmatismo más odioso y nauseabundo partiendo de un maquiavélico, delgaducho y estelar Jake Gyllenhaal quien, salvando gloriosas excepciones (léase, por poner un ejemplo de los nefandos, “El día de mañana”), parece poseer un ojo exquisito a la hora de elegir sus papeles sin importarle excesivamente el riesgo de apostar por giros menos comerciales en determinados géneros, como ya demostrara en “Donny Darko”, “Brokeback Mountain”, “Zodiac”, «Código fuente»… Y la cosa le sale a pedir de boca, pues aunque puede resultar inaudito hasta qué extremos puede llegar un individuo común para alcanzar la gloria, Gyllenhaal hace creíble lo imposible.

El pacto de René Russo con Satanás, a la que se le ve bastante mejor incluso que a Dorian Gray a pesar del paso de los años, daría para otra reseña.

Os dejo el tráiler y más abajo enlace de descarga, no vaya a perder las buenas costumbres adquiridas de manera reciente gracias al señor Montoro.

Para enlace de descarga directa pincha aquí