«Del 69»

2656507127965    No hay nada tan reconfortante para el común de los mortales como el hecho de que un colectivo, una sociedad, una nación cometa la más atroz de las tropelías. Lo de menos es que uno mismo forme parte del grupo en cuestión, pues la responsabilidad personal dentro de una decisión global se diluye igual que un azucarillo en una taza de café hirviendo.

    La maldad de otros tiene un efecto impermeabilizante que ya quisiera para sí cualquier bota de montaña. Se encuentra uno tan ocupado protestando, lanzando sapos y culebras, indignándose con el comportamiento ajeno que no le queda tiempo para darle pábulo a la propia grosería y es sencillo pasar de puntillas sobre las tropelías e insolidaridades individuales. Pero el caso es que cada ser humano es injusto en la medida de sus posibilidades, y que la UE se haya comportado como la peor madrastra posible no justifica que en nuestra vida cotidiana, en nuestra historia personal no luchemos por el derecho de toda persona a buscar una vida mejor. Y no hablo sólo de los refugiados, ni de los países empobrecidos… sino de mi vecino del quinto, de los ciudadanos considerados de segunda y que malviven en barrios en situación de exclusión o a la vera del camino.

    Cambiar la historia a beneficio de todos no depende de los poderosos; no son ellos precisamente quienes lo han intentado siquiera una vez. Lo han hecho personas que no pasaron de puntillas, que observaron los acontecimientos con rigor y a las que les importó más el futuro que el hecho de recoger frutos inmediatos.

    Que nadie se atreva a vivir en paz mientras la paz sólo sea propiedad de unos pocos.

    El vídeo de la canción corresponde al acto de presentación del libro “Con patente de corso” de mi amiga, la escritora Mercedes Gallego. Para escuchar el tema en estudio puedes pinchar aquí.

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¿Nos duele?

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Pain by BlackSnoopy

     “Señor, nuestro mundo gime, cargado de heridas.
     Duele la guerra provocada entre países pobres.
     Duele el hambre, la injusticia, la incultura…
     Duelen los inmigrantes, refugiados, parados y excluidos…
     todos los que tienen sus derechos pisoteados
     y no cuentan en esta loca historia nuestra”.

     Alrededor de una alargada mesa de madera, sentados cómoda e impávidamente en unas sillas de plástico, con el folleto de la celebración en la mano y escuchando -u oyendo al menos- la oración. Así estábamos, más frescos y saludables que el plato de alubias blancas con maíz y cebolla que frente a cada uno de los comensales debería de servir de única cena en aquella noche de, en repetidas ocasiones, puntual solidaridad con quien suele irse a diario al catre con un tesito o una mano delante y otra atrás.

      No suelo ir yo al médico. Igual que la mayor parte de la peña que conozco. A menos que la cosa no mejore por sus propios medios -o con algún que otro remedio natural en mi caso- prefiero aguantar las molestias, su incomodidad, antes que llevar a efecto el esfuerzo ínclito de pedir cita, perder el tiempo y luego tomarme lo que me digan sólo hasta que crea que ya ha hecho efecto, por más que digan eso de que los antibióticos hay que tomarlos en la dosis y el tiempo convenidos. Algún que otro hipocondríaco conozco, no voy a negarlo, de esos sufridores que creen tener cada una de las enfermedades existentes en el planeta y en el resto de galaxias, que a todos nos hacen mártires pues con un simple escozor acuden el especialista que se las pelan no vaya a ser el comienzo de una enfermedad venérea.

     Pero lo normal -si se me permite la boutade de emplear tan abstruso término- es esperar. Porque no duele y, como no duele, sólo supone incomodidad y molestia, no se hace necesario liarla parda ni buscar soluciones. Sigue leyendo

«Doblan por ti»

    A la familia Luque Navarro

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   1994 fue el año. El mismo en que compuse el tema que da título a esta especie de tardío homenaje, quizá porque me niego a asumir determinadas tristezas.

    Paseaba por el Bulevar, recién llegado a la ciudad como quien dice y a la busca de algún colectivo de apoyo al que unirme por mi insumisión al servicio militar y a la Prestación Social Sustitutoria. El gancho lo lanzó sin querer un cartelito, ni feo ni bonito sino todo lo contrario, que vi pegado en varias zonas de la ciudad y que anunciaba un acto-concierto solidario a favor de insumisos y de la mili voluntaria.

    Una voz poco meliflua -si dijera que al menos de buen tono sería un eufemismo de proporciones místicas- al ritmo de los escrupulosos acordes de una guitarra española  tocada magníficamente por el mismo autor fue lo primero que escuché al llegar frente al escenario. Una persona ayudó a bajar al tipo y a subir al que vino luego, que tocaba con más ritmo, menos metódicamente pero con similar control y con un timbre algo más generoso. Poco a poco me fui enterando de que David era vago en este arte de la composición, que tocaba igual de bien que su hermano Iván -como puede desprenderse de la canción «Como un perro asustado»-, pero era víctima de la inmediatez, de lo que quería transmitir… Y eso lo hacía como sólo pueden hacerlo las personas coherentes.

    Ahora podría hablar de lo que los quiero, de que los echo de menos muchas veces -más de las que digo o transmito-, que cambiaron para bien algunas de esas cosas de mi vida que merecían ser cambiadas, como lo de quejarme menos y moverme más, que no sé si fue justo que murieran de una enfermedad degenerativa -junto con su otro pacífico hermano Dani- con apenas cumplidos 40 años… pero, en realidad, no pueden inventarse palabras para el agradecimiento, para el compromiso compartido, y aún menos para lograr transmitir las dichas vividas: que se puede mear hasta siete u ocho veces debido a los nervios antes de ponerte a grabar un temita -gracias David-, o que se puede ser impuntual y encima hacer casi sentirte culpable al que espera -gracias Iván-. Lo que sí que es justo a espuertas es el documental que el colectivo Brumaria ha creado, «A contracorriente», del que proviene este vídeo post-entrevista.

    Gracias a la familia Luque Navarro, a Marilola, a Miguel, a los amigos y amigas que siempre completaron el círculo y que me han hecho y me hacen la vida más feliz y compartida. Va por ustedes, porque la muerte vuestra sí que empequeñeció al mundo, y vuestra vida lo hizo más humano.

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