Silbar

     Dentro de su obra magna “Ivanhoe”, ponía Sir Walter Scott en boca de El Caballero Negro una frase inolvidable que nadie debería despreciar: “el que obra bien teniendo medios ilimitados para obrar mal, merece más, no sólo por el bien que hace sino por el mal que evita”. Aunque tan firme aseveración fue escrita en un contexto bien distinto en el que, de parte a parte, conviven reyes y plebeyos, resulta obvio que es a todo lector a quien quiere dirigirse el autor con sus palabras. No hace falta ser rey ni reina, ni príncipe ni princesa, ni Amon Göth para tener -casi ante cada situación- medios ilimitados para actuar como un héroe o como un villano.

    Podríamos suponer para nuestro falso desahogo que ese medio ilimitado es la autoridad como poder del estado, o acogernos a la legalidad… esas cosas que supuestamente son responsabilidad de otros más fuertes y ante las que soy un pobre infeliz que bastante tiene con ni matar, ni robar, ni desear la mujer del prójimo, pero también se puede dar por hecho sin extrema dificultad que el medio ilimitado al que hacemos referencia es la propia conciencia, sometida en infinidad de ocasiones por el temor y la evitación de problemas, que son los únicos dos factores que pueden abrazarse como excusa, que no motivo. Sigue leyendo

«El hijo de Saúl» (2015)

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László Nemes

    Como todo el mundo sabe y ha experimentado en alguna ocasión tras alguna pregunta de lo más común tipo “¿y de qué va?”, hay películas que si las explicas te las cargas. Además estilo ametralladora, la agujereas tanto que no hay ni por donde pillarlas. El caso es que en la mayoría de las ocasiones la dificultad no estriba tanto en la complejidad de la historia o en que no se haya uno enterado de la misa la media, sino precisamente en que el argumento es tan básico y el filme tan apabullante que lo absolutamente ineludible es echarle el ojo. Y eso, no se puede explicar con doctas palabras.

    “El hijo de Saúl” es un ejemplo, así que apenas voy a compartir cuatro frases mal dichas con las que apenas lograré hacer un esbozo de la originalidad de planteamiento acerca de los campos de exterminio que nos muestra László Nemes con la sequedad y mal rollo de un desierto habitado sólo por escorpiones y arañas.

    El enfoque y el estilo sin brillantes y consiguen -sin resquicio para la duda- lo que el director pretende desde el primer fotograma. Una constante cámara subjetiva nos sitúa en la perspectiva de Saul, un judío miembro de un Sonderkommando en Auschwitz- y en su necesidad de percibir todo lo que le rodea de manera difusa. Los segundos planos de cadáveres, muertes… se nos muestran de manera metódica prácticamente desenfocados. Incluso los sonidos y conversaciones ajenas al protagonista suelen aparecer siempre fuera de campo. Como ya sucediera en la más star system “La lista de Schindler” en un momento de la cinta, no sabemos si por locura transitoria o con base real, Saul individualiza la tragedia que está sucediendo a su alrededor y se aferra a ese tizón ardiendo como a la única esperanza de salvar su alma.

    Sólo en la secuencia final la cámara subjetiva pasa a otro personaje que observa la escena y, como en un cruel eterno retorno, parece matar el anhelo de Saul, quizá el de todo espectador que se asoma al filme y nos hace ser indeseados partícipes del caos. Sigue leyendo

«Marionetas»

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Puppet Not by altair4444

        Decía Ernesto Sabato que «si nos cruzamos de brazos seremos cómplices de un sistema que ha legitimado la muerte silenciosa». No es el primero ni el último que afirma la complicidad y responsabilidad de aquellas personas que sabiendo de situaciones injustas prefieren evitar los conflictos y lanzar al vuelo un paz y amor.

      En estos últimos días he tenido la oportunidad (y la suerte) de poder debatir con personas, que me parecen de lo más honradas y responsables a nivel social y revolucionario, sobre la validez (o no) de la noviolencia como forma de resistencia y activismo frente a la militancia que no renuncia a ningún método cuando el objetivo es el bien común y la caída de un sistema injusto.

          Podemos debatir, confrontar, estar en desacuerdo… pero con lo que no se debe perder demasiado tiempo es esperando a que el sistema cambie solo, por buena voluntad, y no hacer nada al respecto es la única opción ilegítima al ciento por ciento.

          Una marioneta es lo más deseado por cualquier nación. Que compusiera esta canción hace casi veinticinco años y siga en boga puede no ser motivo de demasiada esperanza, pero en este cuarto de siglo he visto cada vez a más compañeros y compañeras que resisten.

MARIONETAS

He visto marionetas de traje gris marcando un ritmo marcial

y un par de tetas de maniquí en busca de humanidad.

Cibernéticos y escépticos los rostros de un gran futuro,

Tan experto e inmaduro que es difícil entre el claro-oscuro de salvar.

625 ilusiones encuadradas en pal-color.

Que importa ser si puedes tener sin ser ni un poco mejor.

Patológicos, neuróticos los medios como los fines,

Y en la vida como en cine siempre gana quien tiene más bíceps ¡vaya marrón!

Pero en rosa es el deseo de las cosas que me creo,

Que dar rienda a este sistema es aceptarlo igual.

Es sentirse marioneta y simular que es una treta

Pa’seguir en la cuneta sin pensar.

Millones de borregos en el redil opinan que be, be, beee.

Me dijo un ciego que pa’vivir lo mejor es mirar sin ver.

Epidémicas y endémicas las causas de nuestros males;

Este mundo es de caudales, sólo quien tiene dinero vale ¡menuda fe!

Robótica integrada al dulce hogar y al cerebro del país.

No entienden nada de libertad, el programa es pensar por ti.

Catedráticos emblemáticos inventan literaturas

Sobre nuestra gran cultura que reposa en la basura del porvenir.

Pero en rosa es el deseo…

He visto multitudes buscando paz y haciendo escuchar su voz.

Pierden del túnel la oscuridad, se sienten rayos de sol.

Los noviolentos y auténticos van heredando la tierra,

Sin prejuicios, sin fronteras, siendo libres aunque con barreras, destruyendo el clon.

Porque en rosa es el deseo de las cosas que yo veo…

«La muerte de Artemio Cruz» (1962)

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Carlos Fuentes by AndreAnibaldi

    Si existe una novela que me haya embargado de una profunda tristeza al terminar sus páginas es, sin duda, “La muerte de Artemio Cruz”. Una obra polifónica de desencanto, de pobreza, caciques… de valores revolucionarios perdidos o, aún peor, trasnochados y mudados al otro lado del espectro bajo demasiado humanas justificaciones.

    Tal vez la propia vida -tan activa como confusa políticamente- de su autor Carlos Fuentes pueda servir de cueva y refugio acerca de lo que un ser humano está o no dispuesto a conceder para salir indemne que no airoso, al menos de manera temporal, ante los envites cáusticos de la puta realidad. Decía el dicho aquello de que si uno no vive como piensa acaba pensando como vive y puede que sea cierto que nada sea realmente obligado y sometido a un cruel destino, puede que en cierta medida todos seamos víctimas y/o verdugos del libre albedrío, pero desde luego no envidio a Artemio Cruz. La víctima y el verdugo, donde el pasado, el presente y el futuro se fragmentan y entremezclan de manera magnífica en un uso particular de la tercera, primera y segunda persona del singular respectivamente y de manera alterna en cada uno de sus doce capítulos. Narrador omnisciente, individuo y conciencia entremezclados en lo que fue, lo que es y lo que pudo/deseó haber sido.

    Pero ya digo que no envidio a Artemio Cruz, por más que un genial círculo de eterno retorno nos haga recordar que en cada muerte hay un nacimiento, que nada está escrito de antemano, que hay posibilidades de comenzar de nuevo en medio de la mugre: “tiempo que se llenará de vida, de actos, de ideas, pero que jamás será un flujo inexorable entre el primer hito del pasado y el último del porvenir”, comenta el narrador en las páginas finales del libro. No envidio a Artemio Cruz, porque debe de ser terrible haber perdido la esperanza demasiado pronto y arrepentirse demasiado tarde. No quiero exhalar mi último aliento viendo mi vida como un cúmulo de decisiones que no me han hecho feliz ni a mí ni a los que me han rodeado.

    ¿Lo he dicho? No envidio a Artemio Cruz, aunque en lo más profundo quiero creer que el pobre Artemio, se arrepienta o no, lo justifique o no, sabe de sus muchos errores, al menos el de haber perdido a la única mujer que amó y por la que fue amado. Sigue leyendo