«Benito Cereno» (1855)

Es bonito leer. No me refiero a saber leer, que también, sino disfrutar con la lectura, tener la posibilidad de evadirse hacia parajes y escenarios desconocidos, con narraciones bien tramadas y escritas con gusto y estilo.

Es bonito leer, vaya, a pesar de que cada vez la mente tiene más filtros. Será cosa de la edad, que lo hace a uno más puñetero y cargado con múltiples gafas cuando observa la realidad y la ficción, no solo las de la presbicia. Ojalá.

Quiero decir que se aprende mucho leyendo, y no siempre por lo que se cuenta, sino más bien por cómo se cuenta, qué personas son buenas cuáles malas y en dónde se pone el acento (o aun la tilde, que se nota más sin hacer el más mínimo esfuerzo).

Como ahora vamos al lío, es preciso informar al respetable que casi todo lo que viene a continuación es un soberano destripe, en toda regla, del argumento de la novela corta «Benito Cereno», de Herman Melville.

«Benito Cereno» se lee con una facilidad y agilidad pasmosas, y no porque sea corta o porque Melville renuncie al simbolismo característico en otras de sus obras, sino porque la historia en sí engancha y responde a las cualidades a las que hacía referencia al inicio de estas líneas: narración bien tramada y escrita con gusto y estilo, aspectos que parecía que el autor de Moby Dick había olvidado en sus últimos años. ¿El problema? Ninguno, solo las gafas personales esas de las que hablaba y que soy incapaz de quitarme. Quizá por eso «Benito Cereno» es una novela imprescindible, pues pocas obras son capaces de mostrar tan a las claras y en tan escaso número de páginas cómo la historia (y la literatura, por ende) es escrita por quienes vencen y no es fácil revertir esta realidad sin encontrar una acusación por revisionismo negacionista o escuchar el consabido: «era el momento histórico». Sigue leyendo

Equidistantes

     Hace un par de semanas tuve el placer de ver la miniserie de televisión «Así nos ven» (2019); iba a usar el término disfrutar, pero seguramente no es el más oportuno. Cuatro episodios de algo más de una hora de duración, con guion y dirección de la realizadora y actriz afroamericana Ava DuVernay. La idea no es hablar de los logros y aciertos de la serie en cuestión, aunque bien merecería una entrada en un blog de contenido social (no caigo ahora en ninguno), sino compartir que, a raíz de una crítica realizada por un usuario de una conocida web de cine, me entraron ganas de romper de inmediato mi voto de no escribir durante el mes de agosto.

     Corto y pego:

«La serie me deja sensaciones encontradas, está el hecho de lo necesario de la denuncia de una justicia torticera, se guía más por la urgencia y el color de la piel, que de buscar la verdad, expuesto en su primer y segundo episodio, con crudeza, dureza, pero también cayendo en lo simplista, los buenos son muy buenos y los malos son peores, sin aristas, resta credibilidad (…)».

      Y ahora es cuando voy y explico de qué leches va la historia, basada de verdad de la buena en hechos realísimos.

     La tarde del 19 de abril de 1989, un grupo de aproximadamente 30 jóvenes afroamericanos y latinos entraron al Central Park, para cometer actos de vandalismo, algo habitual en aquellos años. Al mismo tiempo, Meili corría cerca de allí cuando fue derribada y arrastrada 90 metros. Luego fue violada múltiples veces y golpeada brutalmente. Su agresor la dejó allí, cubierta de sangre, desnuda y casi muerta. Cuando despertó tras permanecer en coma durante 12 días, no recordaba nada del feroz ataque.

      La Policía de Nueva York actuó de inmediato y asumió que los adolescentes detenidos por los estragos en el emblemático parque de Nueva York también fueron responsables de la violación e intento de homicidio de Meili. En ese grupo se encontraban Antron McCray, Yusef Salaam, Korey Wise, Raymond Santana y Kevin Richardson de entre 14 y 16 años. Inicialmente, iban a ser acusados de disturbios, pero la jefa de la unidad de delitos sexuales de la fiscalía de Manhattan, Linda Fairstein, determinó sin pruebas y con la necesidad del cerrar el caso que ellos eran responsables de la violación y construyeron el caso alrededor de la culpabilidad de los cinco menores. Fueron interrogados durante horas y horas por los agentes, sin presencia de abogados ni de sus tutores legales, hasta que «confesaron» haber participado en la violación. A pesar de que en el juicio declararon que habían sido forzados a mentir, no les creyeron. Tampoco tuvieron en cuenta un informe del FBI que decía que las pruebas de ADN sobre el cuerpo de Meili y un calcetín con el semen del agresor no coincidían con los registros de los sospechosos. Todos pasaron entre seis y trece años en prisión.

      En 2001 un violador en serie llamado Matías Reyes, que estaba encarcelado en el mismo centro que Korey Wise, confesó que él había agredido a Trisha Meili y la había dado por muerta. Su ADN coincidía en más del 99% con el hallado sobre el cuerpo de Meili y en el calcetín encontrado en la escena del crimen. Sigue leyendo

«Una cabrita sin cuernos» (2018)

Sebastián Dietsch solo ha dirigido un largometraje en su vida, y en conjunto con otro director absolutamente desconocido: «Mar del Plata» (2012). Ninguno de los dos va a pasar a la historia del cine en labores de dirección (Dietsch participó como cámara en «El silencio de otros», del mismo año), y tampoco va a hacerlo seguramente el cortometraje que nos ocupa, «Una cabrita sin cuernos», de apenas 15 minutos de duración, pero el enfoque  satírico y de comedia al que recurre el director para hablar del horror de las dictaduras y su control social, así como del miedo y el sentimiento de inseguridad que provocan en la población, hacen de este pequeño filme un excelente vehículo para trabajar nuestras propias debilidades e iniquidades, a nivel individual y colectiva.

«Héroes y villanos» (Vídeoclip)

Menos mal que tenemos el SARS-CoV-2 para que nos quedemos en casa y podamos darnos a hacer pavadas de las que nunca tiene uno tiempo.

A ver si solo los Celtas Cortos y un grupejo de famosetes van a inflar las redes cantando desde sus casas el Resistiré. Nos toca a Poverello y Cía con «Héroes y villanos versión coronavirus 2020. Esperamos que lo disfrutéis.