Aunque no es fácil elegir el documental que más asco me ha hecho sentir de formar parte de la raza humana, pues muchos hay, no puedo evitar recordar una vez y otra “The Cove” (2009), sobre la matanza anual de delfines en el Parque Nacional de Taiji, Japón. Como por norma, soy bastante vehemente con los EE.UU., en este caso podría sacar casi una lista interminable de los que defenestran su imperio, aunque podría elegir con el entusiasmo de la vergüenza “Hearts and Minds” (1974), que retrata los efectos de la invasión en Vietnam. Hoy, por suerte o por desgracia, me toca compartir mi más profunda repugnancia hacia este país de caudillos y dictadores tras ver (y sufrir) el documental “Frankenstein 04155”, del director gallego Aitor Rei.
Frankenstein era el apodo que, en los círculos ferroviarios, le pusieron al malogrado Alvia 04155 que descarrilara en la tristemente famosa curva de A Grandeira en Angrois, causando 80 muertos (78 según la policía científica) y 145 heridos. Al final, como en el Yak-42, en el Spanair o en el metro de Valencia, el culpable era el maquinista o el piloto. Se depuraron todas las posibles responsabilidades políticas.
Y es que, lo más terrible y dramático del documental de Rei, no es ver de corrido y machacaditas todas y cada una de las irregularidades y parches a nivel de seguridad que se llevaron a cabo para poner en funcionamiento el AVE rumbo a Galicia con la premura que dan unas elecciones, ni los lloros, ni la impotencia de las víctimas, ni las mentiras de los de siempre, ni la impunidad. Lo terrible y dramático del filme lo resume el padre de una de las víctimas, con una lucidez cristalina, mientras recordaba las palabras ejecutadas como una sentencia por José Blanco, entonces Ministro de Fomento, ante las cámaras de televisión.
“No me arrepiento de nada”.
Uno de los máximos responsables de que sobreviniera la tragedia muestra en abierto, delante de todo el planeta la misma conciencia que un colín. Sigue leyendo