Certificados de candidez

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     Lo decía el cura de mi barrio, que era muy listo él: “quien a sí mismo se capa, buenos cojones se deja”.

     Un poco basto, vaya, pero es que el cura era de Obejo, y muchas analogías seguro que provenían de los pastores y esa otra gente de bien que sabe muy mucho de la vida aunque no haya cogido un bolígrafo jamás de los jamases.

     – Oye, ¿qué te parece si te pago 3.000 euros y ha cambio demuestras todos los años que soy la persona más maja del mundo, con datos y tal?

     – Guay.

     – Hecho. Pero si no consigues convencer a la peña, a finales de año ya contrato a otro, ¿vale?

    – No te preocupes. Ya eres la persona más maja del mundo, sólo hay que ajustar parámetros y así te vas a mantener toda la vida.

    Una memez, sí, gorda, que llega a unas cotas de cinismo sólo al alcance de algunas políticas sociales, europeas y estatales. Tan estúpida que sólo puede surtir efecto dentro de los parámetros organizativos de una sociedad neoliberal y de unos grupos humanos víctimas (o partícipes) de un sistema competitivo y capitalista, siempre al servicio del dinero y del poder.

    El jueves asistí a una jornada organizada por la Junta de Andalucía sobre la nueva Ley de Servicios Sociales, la del 27 de diciembre de 2016, en la que a media mañana se nos habló de los estándares de calidad. El nivel de desvergüenza que se nos ofreció durante la hora y media de charla hablando acerca de los beneficios y las innovaciones de esta ley, pionera en España, merece mención aparte, y ya descargaré mi indignación en una ocasión no demasiado remota, así que detengámonos un poco en ese otro aspecto tan deseado por propios y extraños llamado certificado de calidad. Sigue leyendo

El monosílabo es tuyo

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    Me acordé de la conocida frase de Voltaire, que se parece bastante a otras similares de otros seres humanos. Por algo será: “quienes creen que el dinero lo hace todo, terminan haciendo todo por dinero”.

    Para comprobar fehacientemente en dónde pone sus fundamentos el capitalismo y lo bien que ha asentado sus bases en la conciencia colectiva, lo único que tiene que hacer uno es cambiarse de compañía de teléfono.

    Por motivos que no vienen mucho al caso, eticom, que es la cooperativa a la que por fin me he podido mudar, no puede solicitar directamente la portabilidad ni la baja a Vodafone, lo tiene que hacer uno en persona, y lo primero que llama la atención es el proceso a seguir, claro.

    Para darte de alta en una compañía hablas con una persona que, según parece, está cualificada por la empresa para hacer de todo, hasta cantarte una saeta, porque en un plis te formula todas las preguntas necesarias y hasta te hace la grabación de voz. Lo de rescindir el contrato ya es otra cosa. Que debe ser la mar de complicada, pues no hay nadie cualificado para hacer de todo. Ni para cantar mal debajo de la ducha. De entrada ya te tienen un ratito esperando en cuanto dices la palabra mágica: baja, y después tienes que pasar por tres departamentos distintos: uno en Latinoamérica (nótese la ironía), otro en Barcelona y el último en Madrid. Como si no tuvieras claro desde el principio que lo que quieres es darte de baja.

    Es obvio que el motivo es tratar de convencerte de lo majos que son y que has sido cliente mucho tiempo y tal y pascual. Veamos. Sigue leyendo

Una tranquilidad asquerosa

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Rusty Iron Chain – PNG by rarous-stock

    “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Seguro que buena parte del respetable asocia la frase, sin pensárselo mucho, con nuestro amigo y vecino Spiderman. Es como la coletilla que llena de sentido todo lo que hace el intrépido trepamuros y que resuena como un eco en todas sus películas, pronunciada por Tío Ben o por él mismo, aunque su origen fuera en la pluma de su creador, Stan Lee, en un cuadro de texto sin ser pronunciada por ninguno de los personajes.

     El caso es que es una pasada poder endilgarle lo del poder y la responsabilidad a superhumanos, como si del resto de especie no dependiera nada de nada y ni tuviéramos poder ni, por tanto, responsabilidad. Lamento decirlo: todo ser humano tiene poder, aunque sea en determinados ámbitos, sobre otras personas y, en subsidiariedad, una gran responsabilidad en la toma de decisiones.

     Yo: mejor vamos a esperar a ver si descansa y está tranquila en vez de ponerle sujeciones, ¿no?

      Auxiliar: es que si se cae…

     Yo: si se cae y es una decisión de equipo evitarle la sujeción en la cama sabiéndolo la familia no tenéis que darle más vueltas, no es culpa vuestra.

     Auxiliar: ya, pero si se cae en mi turno, aunque sepa que no es culpa mía te queda la cosilla.

     Yo: claro, te queda la cosilla por si se cae, pero no te queda la cosilla por atar siete horas a la cama a una persona que es consciente de su situación y tiene poco deterioro cognitivo. Sigue leyendo

La culpa es de la equis

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Taxes by Alexas

    Hace varios meses, criticaba Europa Laica que el 35% de la casilla de los fines sociales del IRPF acababa en proyectos dependientes de la Iglesia Católica. Más allá de la verdad o inexactitud de dicha afirmación no estaría de más retomar una de sus habituales exigencias: suprimir ambas casillas y que todo el dinero vaya a los Presupuestos Generales del Estado.

     Como mi idea no es entrar en disquisiciones metafísicas acerca de la bondad de unos y la maldad de otros, ni confrontar la gran labor social de las ínclitas oenegés de nuestro país con los denostados programas sociales de otras tantas asociaciones de carácter religioso, tan sólo comparto una realidad que puede definir la intrepidez, muchas veces errónea, de juzgar de manera distinta unos proyectos y otros basándonos en preconcepciones.

     Tanto este año como el pasado la Fundación laica sin ánimo de lucro (al menos así lo recogen sus estatutos) en la que trabajo ha solicitado subvención del dinero destinado a fines sociales del IRPF. Concedidos en el año 2.015 casi 6.000 euros para la adquisición de una lavadora industrial y en este ejercicio 2.016 justo 4.000 euros más para comprar dos grúas ortopédicas. Dicho así no suena mal, aunque lo mismo quien da parte de sus impuestos a esa casilla tiene en mente otros proyectos menos prosaicos que una lavadora y una grúa ortopédica, pero, al fin y al cabo, una residencia para personas mayores tiene ambas necesidades a fin de mejorar la atención en todos los necesidades diarias del colectivo.

    La cosa quizá ya no suene tan bien si además se da la información de que cada residente de dicha Fundación sin ánimo de lucro paga religiosamente cada mes 1.423 euros por plaza privada y que ni uno sólo de los residentes está becado aunque su pensión no supere los 400 euros. Sigue leyendo