Entrevista Radio Cuarentena

     Como hay tiempo hasta de aburrirse, comparto la entrevista, casi más charla, que mantuve ayer con David Prados en Radio Cuarentena, un espacio donde personas normalitas iguales que yo compartimos cómo estamos viviendo esta cuarentena desde los espacios en los que nos movemos. En mi caso mi curro en la resi de mayores, el Mercao Social La Tejedora y Cáritas Parroquial.

     Son los primeros 25 minutos.

Escucha»Radio Cuarentena – Domingo 5 de abril de 2020″ en Spreaker.

Peligro: ignorancia

     No es nada fácil cumplir con igual rigor y meticulosidad la triada de presupuestos acerca de la ignorancia que nombraba el escritor y filósofo francés François de La Rochefoucauld en una de sus máximas: «tres clases hay de ignorancia: no saber lo que debiera saberse, saber mal lo que se sabe, y saber lo que no debiera saberse». De hecho, parece sumamente improbable que una misma persona sea capaz de reunir tales requisitos de una sola tacada a menos que lo haga a propósito, pero en dicho caso incumpliría de facto la segunda opción.

      Desde el año pasado, en virtud de una decisión del Papa Francisco, los terceros domingos de noviembre se celebra la Jornada Mundial por los Pobres, porque lo mismo los católicos se hacen un lío con el Día Mundial contra la Pobreza y la Exclusión Social promovido por la ONU desde 1992 y que se conmemora apenas un mes antes cada 17 de octubre. En esta última fecha de octubre, desde hacía bastantes años, varios colectivos, parroquias y organizaciones católicas que trabajan o colaboran en el ámbito de la exclusión social se unían a otros tantos de ámbito civil para organizar una concentración, leer un manifiesto donde poner en entredicho la mierda de sociedad del descarte que hemos montado y terminábamos con una eucaristía y una celebración conjunta. Hasta el año pasado, claro, que ya quedaba mal hacer actos al margen de la Diócesis, tan casta ella, y algunas de las más grandes organizaciones que apoyaban el tinglado, como Cáritas Diocesana o Manos Unidas, se descolgaron, porque el Señor Obispo, tan casto él, tenía otros planes mejores y más auténticos para tan grandiosa efemérides. El acto (igualito que este año) consistiría en celebrar una eucaristía en la Santa Iglesia Catedral un domingo por la tarde, con todo el boato posible, que para eso estábamos recordando y teniendo presentes a las personas más débiles del sistema, dejándoles a ellos, faltaría más, un espacio reservado/apartado en medio de no sé bien qué rejas principales del templo glorioso y luego terminar con un sencillo entremés al que también estarían invitadas estas personas miserables que no tienen dónde caerse muertas. Aquello de llevar a «los pobres» a la catedral me recordaba bastante a aquellos zoológicos humanos de principios del siglo XX en Europa donde se podían ver familias aborígenes dentro de un espacio cerrado con vallas, no se fueran a escapar. Es normal, porque del mismo modo que en la pérfida Europa de principios de siglo nadie había visto a un bosquimano, en la pérfida Córdoba de principios de siglo XXI hay mucha gente que no ha visto nunca a un pobre. Ni lo verá, mientras en lugar de hacer las celebraciones en las periferias (que es lo que proponía Bergoglio) porque no va a ir nadie, nos mantengamos seguros en nuestro céntrico refugio particular cual si fuera el palacio de Siddharta Gautama. Sigue leyendo

«The Florida Project» (2017)

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The Florida Project, by frenci DA

     Elena es madre soltera, tiene dos nenas menores de edad, ni un jodido ingreso mensual fijo y vive en un alquiler social en un barrio de exclusión de Córdoba capital. Cuando saca algo de pelas tras ir pidiendo a propios y extraños de aquí para allá compra ajos o perfumes y se pasa buena parte del día tratando de venderlos un poco más caros de lo que los pudo comprar. A veces resulta difícil saber cómo sobrevive sino fuera por la buena voluntad de sus vecinas y de algún que otro tendero de la zona que, sin tener demasiado dinero, no deja de fiarle a pesar de las pocas esperanzas de que en alguna ocasión Elena pueda ponerse al día.

     Elena no dispone de demasiado tiempo para tener sueños (sus hijas aun sí), y a lo poco que aspira es a dejar de tener miedo de que, algún día, servicios sociales le retire la custodia de sus hijas, por más que le diga uno cada dos por tres que situaciones peores se han visto y que la Junta no tiene demasiado interés en invertir el dinero en centros de menores. No retiran una custodia ni aunque fuera un acto de caridad.

     El caso es que con sólo cambiar el nombre de Elena por el de Halley, la mami protagonista de «The Florida Project», sumarle una hermanita a Moonee, su hija de seis años, y situar la acción en Estados Unidos en vez de en Andalucía para que todo encaje de una manera tan absolutamente perfecta y demencial que no hiciera falta ser un lince a la hora de darse cuenta de que la pobreza y la exclusión son idénticas en todos los países occidentales. ¿Por qué? Porque el capitalismo es igual de cabrón en todos los países occidentales; destruye todo lo que toca y fagocita lo que no desea ser tocado.

     El director Sean Baker sabe de lo que habla, mucho, no podría decirse que demasiado, pero lo parece, y los paralelismos de marginación mantienen unas líneas paralelas que asustan e indignan, porque muestran bien a las claras la asquerosa sociedad del descarte, donde tanto tienes tanto vales, y un método que pretende ser infalible para vivir felices: mantener a quienes peor lo pasan en los márgenes y haciéndoles responsables de cuanto les sucede. Sigue leyendo

«Se marginan ellos» (II)

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Social exclusion, Discrimination, by Kurt Löwenstein Educational Center International Team

    Si la semana pasada lográbamos demostrar, sin resquicio de duda y con escaso esfuerzo intelectual, que prácticamente el 100% de las personas que habitan en un barrio en exclusión social mantienen actitudes furibundas y resultan ser más malas que la quina para cualquiera de sus congéneres, tan sólo quedaba probar que, además, no son capaces de relacionarse con las personas normales sin mentir o soltar medias verdades.

    Un ejemplo que puede servir de paradigma es el de Samir, un chico de 12 años de padre gitano y madre árabe y cuyo domicilio familiar está inserto en mitad del barrio de Las Moreras, una de las tres zonas más empobrecidas de Córdoba capital, que no está de más repetirlo.

    El asunto es que, desde que era pequeño y comenzó a tener relaciones sociales, tanto la madre como él mismo ocultaban al resto de familias dónde vivían, con la idea errónea a todas luces de que, si se les ocurría decir la verdad ¡las iban a tratar de manera diferente y no iban a querer relacionarse con ellos! ¡Qué mal pensados! En una sociedad tan generosa y poco clasista como la nuestra. Es más, la madre, aunque el núcleo familiar no contaba con excesivos recursos económicos, a fin de que su hijo tuviera apoyo social y pudiera formar un grupo de iguales, iba a tooooooodos los cumpleaños de los compañeros de clase con un regalo para la ocasión. ¡Y no decía nada del esfuerzo que le estaba costando todo aquello! Si será falsa. Sigue leyendo