Se podría decir mucho sobre la vida bohemia y la ideología del novelista y periodista checo Jaroslav Hasek, pero decidió dejárnoslo escrito por entregas en las páginas de su obra satírica «Las aventuras del buen soldado Svejk», tristemente inconclusa tras su muerte por tuberculosis en 1923.
De claro componente autobiográfico -Hasek fue soldado durante La Gran Guerra- la novela es una clara denuncia despiadada a la guerra y a su absurdo, con duro trasfondo político y críticas nada piadosas a otros estamentos como la religión, la monarquía y hasta la medicina… No deja títere con cabeza.
Hasek creó un estilo con esta obra, que sin duda ha influido en la sátira y el antibelicismo de autores posteriores (estamos hablando de 1923), tanto literaria como cinematográficamente (hasta el mismísimo Bertolt Brecht escribió una segunda parte). Y bueno, a ser idiotas, pero como Svejk, que se pasa toda la obra reconociéndolo lo que le hace «superar» la historia, no como el resto que morirán siendo absurdos idiotas por no darse cuenta de ello.
Recomendación sin duda del mes. Os dejo enlace con una directa y clara reseña de lo que puede llegar a transmitir esta obra y, si os apetece, disfrutad con este fragmento:
«La comisión de médicos forenses que debía decidir si el estado mental de Svejk correspondía o no a alguien capaz de cometer todos aquellos crímenes de los cuales se lo acusaba, estaba compuesta por tres señores extremadamente serios, cuyas opiniones diferían de forma considerable.
Representaban tres escuelas científicas distintas y tres teorías psiquiátricas diferentes.
El hecho de que en el caso de Svejk tres campos científicos opuestos coincidiesen en una opinión unánime sólo se explica por la abrumadora impresión que Svejk suscitó en los tres examinadores; cuando entraba en la sala de consulta, Svejk, al percibir el retrato del monarca austríaco colgado en la pared, exclamó:
– Señores, ¡viva el emperador Francisco José I!
El asunto no dejaba lugar a dudas. La manifestación espontánea de Svejk ahorraba toda una larga lista de preguntas y sólo fueron necesarias unas cuantas, las mas esenciales, para confirmar la opinión inicial sobre el estado mental del detenido. Las preguntas se basaban en tres metodologías psiquiátricas: la del doctor Kallerson, la del doctor Heveroch y la del inglés Weiking.
– El radio es más pesado que el plomo, ¿sí o no?
– No lo sabría decir, nunca los he pesado – contestó Svejk con una sonrisa afable.
– ¿Cree en el fin del mundo?
– Primero tendría que ver ese fin del mundo – contestó Svejk con negligencia-, pero seguramente no me tocará verlo mañana mismo.
– ¿Sabría calcular el diámetro del globo?
– Eso sí que no –respondió Svejk-; pero ahora, señores, a mí también me gustaría proponerles una adivinanza: hay una casa de tres pisos y en cada piso hay tres ventanas. El tejado tiene dos claraboyas y dos chimeneas. En cada piso hay dos inquilinos. Y ahora díganme, señores, ¿en que año murió la abuela del portero?
Los médicos forenses intercambiaron algunas miradas significativas, pero pese a todo uno de ellos quiso hacer todavía una pregunta:
– ¿Conoce la profundidad máxima del océano Pacífico?
– No la conozco –fue la respuesta-, pero creo que debe de ser mayor que la del Moldava bajo la roca de Vysehrad.
El presidente de la comisión preguntó con brevedad: “¿Suficiente”?, pero uno de los miembros quiso formular la última pregunta:
– ¿Cuánto es 12.897 multiplicado por 13.863?
– 729 –contestó Svejk sin parpadear.
– Me parece que ya tenemos suficiente –declaró el presidente del comité-. Pueden llevarse al acusado.
Cuando Svejk estuvo fuera, la comisión de los tres concluyó unánimemente que Svejk era un majadero y un idiota según todas las leyes descubiertas por las ciencias psiquiátricas.
El informe entregado al juez de instrucción decía, entre otras cosas: