Adonis en Cracovia (2011), por Mariusz Kubik
Cuando camino de La Ciudadela, lugar donde se celebró hace poco más de un año el I Festival Internacional de Poesía y Prosa de México, el poeta de la experiencia Luis García Montero se encontró en medio de un atasco montado en un autocar en compañía de Ali Ahmad Said Esber, poeta sirio más conocido como Adonis, el granadino relata que soltó un decidido comentario al respecto: «el autobús de los poetas está detenido, pero los poetas no se detienen, no dejan de hablar». “Una buena metáfora de la situación actual” -le responde Adonis-. “El mundo superficial, con tanta prisa y tanta mecanización, no hace más que provocar su propio atasco”.
Adonis, en realidad, puede permitirse el lujo de decir lo que se le antoje, entre otras cosas y sobre todo porque cada palabra que dice parte de su propia experiencia. Viviendo en la diáspora desde hace décadas y ya sufriendo penas de cárcel con apenas 25 años tras ser condenado a seis meses de prisión por subversivo, la vida del poeta de Qasabin, dentro de las propias idas y venidas tras tantos años en la brecha y que confluye en buena medida en un cierto panarabismo, es un ejemplo de compromiso crítico e irrenunciable principio en pos de una sociedad y un mundo distintos. Su concepción sobre el verdadero exilio es el paradigma de la libertad creativa a la que debe aferrarse un poeta. Existen dos tipos de exilio: el geográfico y el de pensamiento, y el primero, que tan sólo puede ser circunstancial, es una nimiedad comparado con el segundo, pues el exilio de pensamiento es el alejamiento de uno mismo, de nuestras emociones y sentimientos y es padecido por muchos, aún viviendo en su propia tierra, sin ser ni sentirse libres de hacer y deshacer. Palabras profundas y serias en boca de aquél que habla de sí mismo como un ser que ya nació siendo exiliado y que poco a poco fue superando esa realidad vital y encontrándose a sí mismo más allá de fronteras y demagogias.
Sobre el estilo poético de Adonis, considerado por quienes de esto saben como un referente internacional en poesía árabe y eterno candidato al Nobel de Literatura, podríamos simplemente recordar una de sus citas: «un verdadero escritor es aquel que inventa su propia lengua y su propia forma, la transgresión y la manera de expresar su pensamiento y su vida». Adonis crea un universo distinto, divergente, con una sabia y pulcra mezcolanza entre el realismo más descarnado y la espiritualidad más esperanzada muy cercana al sufismo y su simbolismo. Sus poemas, rebosantes de vida y de juventud eterna, son el mejor cariz que da sentido al seudónimo acogido por el propio poeta desde la temprana edad de 17 años.
Finalicemos compartiendo fin y fundamento con la responsabilidad vital de Adonis y su lucha intestina: “yo no estoy seguro nunca de conseguir lo que pretendo, pero siempre trato de lograrlo. Es mi camino”. Amén.
Homenaje a ellos
¡QUÉ VELOZ es la bala!
No obstante, jamás llegará.
Están sentados-
sus pestañas son velas,
sus manos restos de navíos.
De vez en cuando
el cielo envía un ángel para visitarlos
mas éste se pierde por el camino.
Avanzo en su dirección.
Entre ellos, muerta, una mujer a la que amé.
Entre ellos, un niño que se parece a mí.
Aprenden el alfabeto de las olas
para leer las playas.
Tu pálida imagen
relumbra nuevamente en ellos:
¡Salve! Feminidad de la tierra.
Sin embargo…
No veo en sus heridas ninguna rosa
y las estrellas, sobre ellos, permanecen blancas.
Intentó cruzar la calle:
no pudo andar por la sombra
ni pudo andar por el sol
ni halló, entre ambos, camino.
El día se inclina,
el cielo se acurruca
y el sol
se contenta con ser bastón
para el viejo vendedor de fruta.
Se ahoga al recordar.
Se ahoga al intentar olvidar:
es un infierno que se devora.
El humo es tinta
que escribe el tiempo.
Calle-
templo que se apoya en las muletas de sus oraciones.
De las ventanas cuelgan espectros
que no son ni cuerpos ni ropajes.
Preguntad a la silente misa
que flota sobre los escombros.
El tiempo corre a mi lado
en una pesadilla que improvisa el camino.
La ceniza
que ha devorado a los muertos
no se acuerda de ninguno.
El cielo afirma que desciende
y camina entre la gente.
Tal vez sea cierto
mas yo no lo veo.
Con hilos de rosa
amarraban la muerte
y la arrojaban al regazo del agua.
Despojos de figuras en el cuerpo del aire:
son los hijos del Líbano
que embellecen el libro de la tierra
y enmiendan el horizonte.
Si el mar envejeciera
elegirá Beirut como recuerdo.
A cada instante la ceniza demuestra
que es el palacio del futuro.
Desesperado,
hasta el aire se dispone
a tender el cuello a cualquier asesino.
Rebaños de sangre
pastan por la superficie de la tierra.
¿Cómo podrá cicatrizar esa herida?
¿Y cómo podría alumbrarse de otra?
Las cosas
Si atravesara la herida hasta el crimen.
Si camuflara la locura y las banderas,
tendría un sombrero para ocultarme;
tanto en la victoria como en la derrota
violaría el soñar sobre los párpados.
Estaría y no estaría en la tierra.
Pero he vinculado a las cosas
mi rostro, mis honduras y dios.
Acepté de buen grado el vivir sin amuleto,
a dibujar la vida
con la muerte, el espejismo
y las cosas.
Acepté de buen grado el vivir con las cosas.