Dar la vida

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Xirinacs y otros compañeros practicando resistencia pasiva en manifestaciones pacíficas (1-8 de febrero de 1976 )

     Decía César Chávez que «lo más difícil de todo es morir con razón». Chávez, un líder campesino de origen mexicano, luchó  con firmeza desde la no-violencia en la década de los 60 a favor de la mejora de las condiciones laborales de los trabajadores de las viñas en EE.UU. Hoy día, sigue siendo la inspiración de muchos grupos por los derechos sociales. Chávez, al contrario que otros luchadores infatigables que desde la resistencia pacífica perdieron la vida en el campo de batalla, murió apaciblemente en una cama, lo que no resta fuerza a su legado.

     Es obvio que, como todo ser humano, Chávez tenía fortalezas y debilidades y que nadie está exento de polémica habida cuenta de esa imperfección inherente a nuestra naturaleza. Pero la imperfección de un individuo no hace necesariamente menos válida su opción. Por eso no vengo a hablar de Chávez, ni de Gandhi, ni de Luther King… sino de otro resistente no-violento, absoluto desconocido para el 99,9% de la humanidad, excepto para aquellos por los que luchó arriesgando su vida y para aquellos otros que tuvimos la suerte de conocerlo.

     Faustino era sacerdote franciscano. Pasó 30 años de su vida como párroco de una pequeña misión olvidada por todos en Contamana, un poblado a orillas del río Ucayali en mitad de la selva amazónica peruana. A finales de los años 80 y principios de los 90 del pasado siglo, tanto el ejército como el MRTA (Movimiento Revolucionario Tupac Amaru) presionaban a los campesinos en direcciones opuestas, unos mediante el asesinato masivo, y el grupo armado alistando a menores para incorporarlos a la guerrilla y atemorizando a las familias para obligarles a abandonar la selva y hacinarse en los pueblos jóvenes de Lima para forzar la revolución. Poco antes de que Faustino llegará al poblado, un tiroteo indiscriminado durante la noche en Contamana hizo que sus calles amanecieran sembradas de cadáveres. El sacerdote que llevaba entonces la parroquia tuvo que ser sustituido aquejado de crisis de ansiedad.

      A los cuatro años de llegar al poblado, en una de las épocas más terribles del gobierno de Fujimori, decenas de campesinos eran conducidos al buque de guerra de la marina que “guardaba” de todo mal las aguas de suyo tranquilas del Ucayali, supuestamente para ser interrogados, pero desaparecían sin dejar rastro, para ser encontrados, unos sí y otros no, al cabo de los días en el fondo del río con un tiro en la cabeza. Faustino comenzó a denunciar la situación, primero al alcalde, luego en el Consejo Departamental de Loreto… Ante la obvia falta de respuesta, decidió entonces redactar una carta con nombres de desaparecidos y posibles implicados y entregarla a las asociaciones de Derechos Humanos. Mientras, debido a su insistencia en la justicia, su nombre aparecía como numero uno de persona non grata en la lista negra del ejército para futuras desapariciones. Tuvo que dormir varias noches en el sobretecho del templo para evitar ser asesinado y, durante el día, ir siempre acompañado por personas de su confianza hasta llevar a cabo el plan de fuga y dar en mano la misiva que, naturalmente, no podía enviar por correo.

    A la hora esperada, la noche esperada y de la forma esperada, Faustino agarró su motocicleta de tres al cuarto, le metió pastilla justo cuando la avioneta estaba a punto de despegar, se colgó casi de la portezuela dejando tirado el ciclomotor medio fundido y tras aterrizar en Pucalpa entregó la carta en mano.

     Regresó a los días, con todo más o menos controlado, y las desapariciones dejaron de suceder. Sigue leyendo

«Héroes y villanos»

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Mortadelo Y Filemon by DeviatedUpuaut

    Decía el grueso periodista Abbott Liebling que «la gente confunde lo que lee en los periódicos con las noticias». Buena parte de razón no le faltaba y si echamos la vista a los libros de historia podemos decir sin rubor tres cuartos de lo mismo. Lo mejor antes de meterle mano a cualquier ensayo es investigar sobre quién lo ha escrito y de quién depende la editorial que lo publica.

        Incluso el acto más vil tiene dos perspectivas al menos y dejarnos guiar sólo por la del que vence es mal augurio. Tras el atentado de las Torres Gemelas compuse esta canción, que no sé yo si me la distribuirían en EE.UU.

       Esta de regalo no es la mejor versión que hicimos, pero fue en un ensayo improvisado y me trae magníficos recuerdos.

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Venta de armas: el egoísmo idiota

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    Tengo una compañera de trabajo que es tonta. Espero podáis disculparme el aparente exabrupto, porque en realidad no es tal si, obviando el significado coloquial que se atribuye a dicho concepto, nos atenemos al sentido primero que figura en el DRAE: dicho de una persona: falta o escasa de razón o entendimiento.

     Se llama Amparo la susodicha, es limpiadora, tiene sesenta y tres años largos y lleva currando desde que Franco era cabo. El caso es que habló con ella el representante de CC.OO., muy feliz, porque le informó de la magnífica posibilidad de jubilarse cobrando el salario íntegro en virtud de no sé qué acuerdos con la Seguridad Social y el Servicio de Empleo. Parece ser que, para sorpresa de propios y extraños, puso una cara rara, como si le hubieran propuesto amputarse un brazo, y tras pensarlo demasiado poco tiempo dijo que no.

     Honestamente me dan un poco igual sus motivos, que mucho tuvieron que ver con la desconfianza, con ver enemigos inexistentes y con no querer hacerle quizá un favor a una compañera más joven que se quedaría con su puesto de trabajo. Lo que tengo más o menos claro es que se comportó con un egoísmo tan estéril como idiota.

     No soy yo de los que piensan que el egoísmo, en alguna ocasión por ínfima que sea, puede resultar beneficioso siquiera para quien lo ejercita, pero hay ocasiones en las que su estulticia flagrante supera cualquier entelequia. El ejemplo es Amparo, y el comercio de armas.

     España -mientras su Gobierno en funciones se entretiene poniendo a caldo a Maduro, echándose las manos a la cabeza con los ataques del Estado Islámico, y comportándose como un genocida con la expulsión de las personas refugiadas- anda en estos últimos años entre el sexto y el séptimo exportador de armas del mundo, y es cuanto menos clarificador sobre su egoísmo idiota cuáles son dos de sus mayores clientes en la venta de armamento: Venezuela y Arabia Saudí. Lo crucial es llenarse los bolsillos, de las dictaduras y del terrorismo que luego nos afectan ya hablarán después en las tertulias de la tele. Sigue leyendo

Venganza

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bombing for peace by suckup

      Hay una novela terrible en su autenticidad, se llama “Abril quebrado”, y es del escritor y activista albanés Ismaíl Kadaré. La historia que narra proviene del anacrónico código de honor de determinadas zonas de Albania conocido como el Kanun, una deuda de sangre según la cual si una familia asesina a un miembro de otra, una ley no escrita ampara a esta última y le otorga alrededor de un mes de plazo para vengarse quitándole la vida al responsable. Ni qué decir tiene la inutilidad de tal norma tácita que introduce a todos los afectados en un ciclo eterno de odio e incertidumbre amparado por la costumbre.

     Puede que muchos nos estemos echando las manos a la cabeza, porque somos seres humanos sensatos, occidentales y con código ético muy por encima de tamaños pazguatos, pero, en realidad, no hay que salvar ninguna distancia para extrapolar esta nimiedad de alguna región montañosa del sureste de Europa a lo sucedido tras la respuesta del gobierno belga al atentado en Bruselas. Venganza. Punto pelota. Podemos edulcorarlo con los matices que nos alienten a sentirnos civilizados, como la defensa propia, el derecho de un territorio a defenderse, la lucha contra el terrorismo y en favor de los valores de la democracia… aspectos que, por otra parte a día de hoy, dudo que convenzan ni al más crédulo de los fieles. Bombardear con cazas poblaciones donde hay civiles, niños y mujeres no puede encontrar ninguna justificación a menos que provenga de lo socialmente aceptado y establecido, aunque sea una barrabasada.

     Y este quizá sea el trasfondo por el que todo nos resulta tan natural y espontáneo. Si vas al cine a ver una de vaqueros lo normal es que si un indio mata a un grupo de colonos, el bueno se los cargue. De hecho, nadie espera que al final tenga un ataque de humanidad y los perdone. Si es una de intriga y a un policía le asesinan a su familia ¿quién es el guapo que puede jurar sobre lo que considere más sagrado que no está con el alma en vilo hasta que no se los ventila a todos en la última escena? Incluso aquellos filmes que pretenden vender humo, como “The Revenant” (muy bien hecha, todo sea dicho), acerca de que la justicia sólo es de Dios, resulta que a la postre Dios se hace hombre y se venga de una criatura que se ha portado regular. El reconcomio toca techo, por poner un ejemplo de lo más práctico, en la cinta de Santiago Mitre “La patota”, en la que una joven es violada por un grupo de chicos del instituto donde imparte clases. Ella decide no denunciarlos, trata de entenderlos, de hablar con ellos, y llevar el tema de una manera menos dramática, opta por no abortar tras haber quedado embarazada, por no señalarlos en la rueda de reconocimiento… ¿Quién entiende a esta buena moza? Ni su amiga, ni su padre, ni sus propios agresores… posiblemente ni casi nadie de los espectadores. Sigue leyendo