Portada «Yo, tú… él»
No sé si se quiere más al primer hijo o al segundo; solo tengo dos gatos, y llegaron a casa (rescatados de sendos contenedores de basura) con escasas 24 horas de diferencia. Casi como si hubieran sido mellizos. El caso es que este segundo hijo/novela tiene la cosa añadida de que, por fin, ha sido publicada en papel y, como uno sigue siendo de la vieja escuela, le gusta tener los libros en las manos, palparlos, olerlos. Oler una tablet o un e-book me da un poco de risa. O náusea.
Tampoco voy a decir aquello de que es la mejor novela que he escrito, porque siempre me ha resultado de lo más patético escuchárselo decir a los escritores, los directores de cine o los grupos de música. Me gusta mucho como ha quedado, no le añadiría ni una coma (y mira que soy puntilloso) y seguro que va a sorprender a quien quiera disfrutarla.
Como decía en las dedicatorias: gracias a todas las mujeres que, a lo largo de mi vida, me han ayudado a ser menos malo, y a aquellas que la leyeron antes de su publicación siendo yo un nadie como soy.
Para quienes apoyaron el proyecto en la pre-venta no encuentro calificativos con los que agradecer. En breve debería llegar el ejemplar a vueastras casas; en ello ando tras algunos problemas con los envíos. El resto de lectores y lectoras puede adquirir la obra pinchando aquí.
Comparto el párrafo de la novela que aparece en la contraportada y, espero que la editorial no se me enfade, el diseño de las cubiertas.
«No hace mucho leí que una mujer de más sesenta años se había cargado a su marido de un martillazo en la cabeza. Después le asestó ciento cincuenta puñaladas, limpió la sangre, lo sentó en un sofá y lo tapó con una manta como si estuviera durmiendo la siesta. Al día siguiente se ahorcó con un pañuelo. Dejó escrita una nota. La pareja llevaba años maltratándola, decía, y pedía perdón. No voy a romper una lanza en favor de la dama, con posibles trastornos psiquiátricos, pero tampoco seré yo quien se la clave. La decencia y la culpa. Los dos extremos de un hilo de Ariadna que jamás te va a sacar de ningún laberinto de mierda».