Negro de mierda

street_sell_flowers_thailand_black_and_white_colors_city_man-555732.jpg!d    Conozco a mogollón de gente que cuando va a arreglar el coche le dice al mecánico de turno que no le haga factura, que el IVA es una pasta gansa. Sé que el dato no es demasiado exhaustivo ni metódico: mogollón, así a ojo de buen cubero, pero es que incluso lo normal es que el mecánico de marras dé por hecho que, a menos que seas cortito, no quieres factura y te alarga, si acaso, un albarán a boli con cuatro datos mal puestos. De hecho, podría jurar sobre mi guitarra electro-española, que de las veces que ha salido este tema en alguna charla informal sólo una persona –aparte del que suscribe– pedía factura hasta cuando le decían que mejor que no. No olvidemos que lo que no se factura no se declara. Pasa con los fontaneros, los electricistas… La cosa es que está fatal con lo de la crisis.

    También me relaciono con bastante personal de salario indigno que, cuando llega la feria, la navidad o se pasan por el rastro, le compran al nene de turno una camiseta de imitación de su equipo favorito porque con la oficial entran arcadas nada más que de mirar el precio. Lo de la camiseta puede sustituirse por unas deportivas de marca o un perfume de colección. ¡Y qué decir de cuando tumbada en la hamaca de playa la peña se muere de la sed y pasa el fulano con esa nevera llena de refrescos o de cerveza fresquita! Cualquiera se resiste cuando ya se ha quedado la lengua pegada al paladar de tanta caló.

    Luego está el número cuasi infinito de homo consumens que tienen un Apple, están suscritos a Netflix, se han abierto cuenta en Spotify o compran barato en Amazon; todas ellas corporaciones que gracias a determinados vacíos legales y a cesiones de derechos a filiales en países de baja tributación apenas pagan impuestos en España, más allá del IVA, y no tienen necesidad de declarar muchos de sus pingües beneficios.

     Y ahora resulta que la culpa de todos los males del mundo y de haber abierto la caja de Pandora es de personas como Mame Mbaye, porque no pagaba impuestos, vendía de manera ilegal y había llegado a España para quitarnos el curro. Me gustaría estar inventándome algo, pero todos estos firmes argumentos están recogidos de los comentarios recurrentes vertidos en redes sociales o en medios de comunicación tras la muerte del mantero senegalés durante la tarde del jueves pasado. Somos tan puntillosos con la legalidad que todavía nos seguimos preguntando se le perseguían o no los munipas cuando se puso a correr en lugar de reflexionar acerca de por qué corría. Sigue leyendo

El «exitus» del patriarcado

We_Can_Do_It!    Pues no, aunque pudiera resultar relevante y clarificador, la idea no es aprovechar determinadas y posteriores sandeces de quienes se dedicaron a distribuir sandeces antes y durante como quien reparte chocolatinas a la puerta de un cole de primaria a fin de concluir la trascendente magnitud de lo vivido el pasado ocho de marzo. Que si hasta Rajoy se puso al final el lazo feminista o que incluso Rivera quiso adueñarse (o al menos participar activamente en los réditos) de un día y de una huelga que ninguno de ellos ni de sus partidos apoyó porque era anticapitalista o que lo suyo era currar a la japonesa. Cada cual se retrata solito. También podría hacerme eco de que desde la manifestación contra la invasión de Irak nunca había visto tanta peña lanzando consignas y vítores por las calles de las capitales y pueblos de la geografía española. Mujeres de todas las edades y condición social que jamás habían dicho en público esta boca es mía. Una marea morada más tremenda que un Tsunami de doscientos metros de altura que transforma a su paso todo lo que toca como un rey Midas redivivo.

    No, la idea no es afirmar lo evidente por más que en muchos medios de comunicación, antes y después, traten de convertir el vino en agua. La idea es compartir un detalle, del día siguiente, que sentencia el éxito sin paliativos de la huelga, del día, de la lucha anticapitalista y antipatriarcal. Sigue leyendo

Y moriremos incoherentes

A todos y todas las compis de las redes libres,
de quienes he aprendido a ser mejor persona.
Sobre todo con quienes más me he peleado.

 

supremacy_by_kalessaradan

Unity by kalessaradan

     «La izquierda está dividida», «la izquierda no se pone de acuerdo», «diferentes partidos de la izquierda»… Es una letanía lo de la izquierda, y me llevo acordando de ella día sí día también al menos una semanita. De su lunes a su domingo. Puede que la derecha, por generalizar también, sea más homogénea (si exceptuamos a los socialistas, claro, que ya no sabe uno si ejercen de la derecha, de centroderecha, de mediocentro o de lateral derecho), y que solo se peleen cuando llegan las elecciones para ver quién es más radical privatizando los servicios públicos, hablando de Venezuela, de aplicar el 155 o de hasta qué punto hay que machacar a la población inmigrante sin que la UE se te eche encima. Sí, es una exageración, pero no mucha.

    Pero si lo de ser de izquierdas es jodido, porque ante determinados desacuerdos va alguien y monta un partido político nuevo, lo de tratar de ser activista alternativo es de traca. Cada dos por dos (que no por tres) no basta con tener que escuchar las puyas de los enemigos, sino también las críticas de amigos y compañeros de lucha. Sería difícil determinar si el asunto es cuestión de superioridad moral, de necesidad de autoafirmación o de que, como resulta obvio, ninguna alternativa va a ser jamás 100% coherente y es posible sacarle punta. Porque, si en algo hemos llegado a ser especialistas la gente alternativa, es en sacarle punta a todo, pues somos tan tan alternativos que hasta las opciones alternativas nos parecen cutres. Y lo malo del asunto no es la crítica o la información, que nunca vienen mal (gracias a ello, por ejemplo, estoy pensando seriamente en migrar el blog a un servidor colectivo como noblogs), sino que podemos caer con espontánea contundencia en los brazos despiadados del juicio moral y de la destructiva excelencia. Decía Simone Weil respecto a la libertad y a la construcción de un nuevo modelo de sociedad que «en la medida en que el pensamiento planea por encima de la lucha social puede juzgar, no transformar». Así, en lugar de buscar puntos de cohesión o de fortaleza dentro de la heterogeneidad de los movimientos alternativos al capitalismo, a veces parecemos empeñados en ver lo incoherente de la opción del otro (quien ya sus luchas internas seguro que lleva) minimizando el esfuerzo, porque resulta que determinado modelo tampoco es perfecto, como nada lo es, o si puede llegar a serlo, al final va a resultar fallido ya que el ser humano destruye todo lo que toca.

    Podría decir que este hecho me cabrea, pero sería una mentira bien gorda; la mayoría de las veces me sonrío, porque generalmente no nos tiramos piedras, pero en un buen número de ocasiones tanta puñetera concreción me provoca estupor y pena, porque muestra nuestra fragilidad y nuestras debilidades. De este modo, los vegetarianos se sienten mejores individuos que los omnívoros, los veganos mejores que los vegetarianos y los frugívoros mejores que los veganos. Y se nos ve debatir hasta la saciedad sobre si Debian es 100% libre, si sólo hay que usar Trisquel, PureOS y aquellos sistemas y aplicaciones avalados por la FSF o si quienes se instalan Windows son unos indeseables o solo unos inconscientes. O acerca del uso del capital, faltaría más, y de las redes locales de consumo, de autogestión o de Faircoins, ya que en todos sitios cuecen habas. También nos centramos en los motores de búsqueda, en si es necesario usar o no Youtube, si es igual de perjudicial acceder a la plataforma de vídeos desde Hooktube… Lo mismo lo más coherente al final es pegarte un tiro en la sien para no tener que escuchar a alguien determinar un determinado número de flecos sueltos, aunque sean casi imperceptibles, en cada decisión que tomas. Porque en todas las cuestiones que planteamos hay flecos sueltos: dietas veganas no ecológicas, dietas ecológicas que no son de productos locales, dietas vegetarianas con aceite de palma mataorangutanes y mataelefantes…; Trisquel puede ser libre pero el hardware de tu ordenador, no; PureOS se vende muy bien como software libre, pero los portátiles de la empresa no lo son, aunque lo den a entender, o Stallmann, fundador de la FSF, quien no publica sus obras bajo licencias libres; y en referencia a modelos económicos alternativos las redes locales de consumo o mercados sociales no funcionan con trueque, e incluso los colectivos que usan este sistema suelen dar un valor de intercambio a los servicios, o Triodos Bank, que pertenece a la Antroposofía y apoya algunos proyectos cercanos a la homeopatía, o Fiare, que obtuvo en un año unos beneficios del 460% (vaya Banca ética del carajo que es hasta rentable), o que los Faircoins fomentan la misma maquinaria que nos invita a consumir y a consumir e incluso a ahorrar y a la postre es dinero que se usa y acabamos siendo siervos inmundos del neoliberalismo y de la sociedad de consumo; o que ya no se recomienda DuckDuckGo como motor de búsqueda porque no está claro su manejo de datos, y Hooktube es darle cancha al gigante Google porque contabiliza visitas, o que Devosi.org, Peertube o DTube no son opciones del todo fiables porque seguramente no son software libre o resulta que es mejor aMule que la tecnología P2P pues es la que comparte de verdad y no de semimentirijillas. Y seguro que podemos seguir con infinidad de causas, hasta el paroxismo: con Som energia, que ya son casi una empresa por número de personas asociadas y suben como la espuma; y fíjate los de Somos Conexión, que su servicio técnico es de Vodafone, vaya vaina. Sigue leyendo

¿En qué consiste el capitalismo?

capitalism_by_tasosantoniou

CAPITALISM by tasosantoniou

 

     Cuentan una anécdota los hagiógrafos de Francisco de Asís que, a fuerza de haberse transmitido tanto a través de Tomás de Celano como de Buenaventura o en las Florecillas, tiene bastantes visos de ser verídica.

     «Un novicio se acercó a Francisco y le dijo: ‘Padre, sentiría una gran alegría si pudiera conseguir un Salterio’. El bienaventurado Francisco le dijo: ‘Cuando tengas un salterio, anhelarás tener un breviario; y cuando tengas un breviario, te sentarás en un sillón como un gran prelado y dirás a tu hermano: ‘Tráeme mi breviario’».

     Hay quien extrae de esta leyenda que il Poverello d’Assisi proclamaba su rechazo al saber, a los libros y a la ciencia como fieles devotos del demonio. La cosa es bastante más simple si se dedica uno, aunque sea sólo un ratico, a leer la biografía y los textos que nos dejó el hijo de Pietro di Bernardone; lo que hizo Francesco fue augurar los excesos del capitalismo y de su hija predilecta: la sociedad de consumo.

     Tengo una amiga que se ha comprado este fin de semana una nevera.

     – ¡Ay, que falta nos hacía!

     – La necesitábamos ya.

     – ¡Qué contenta que estoy con la nevera!

     Fueron éstas las tres frases que más salieron de sus labios en apenas hora y media. Incluso como alelada se quedaba delante del aparatejo de marras.

     – Es que ya no nos cabía nada dentro.

     Eso fue la cuarta frase de rigor, que repetiría dos o tres veces tipo letanía. Que se había quedado pequeña. Huelga decir que la actual era como un armario empotrado de dos puertas.

     El caso es que, con su primera nevera, de esas de toda la vida que no tenían ni el congelador separado, en el piso vivían cinco personas, de buen comer, todo hay que decirlo, con dos nenas pequeñas metiditas en el padrón. Más tarde la cambiaron por una más moderna, no sé el tiempo, cuando seguían siendo cinco, más un arcón congelador; ahora, que sólo son tres  –y uno no a tiempo completo– tienen un frigorífico que parece sacado del chalé de la Preysler. Y ya verán qué hace la unidad familiar con el arcón; lo mismo se lo dan a alguien que lo necesite porque, por supuesto, ella ya no lo necesita. Sigue leyendo