«Crónicas marcianas» (1950)

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Ray Bradbury

Si fuéramos respetuosos con la propia concepción de Bradbury, quien nunca se sintió capaz de denominarse a sí mismo como autor de ciencia-ficción, “Crónicas marcianas” debería figurar con total lógica y derecho dentro de la literatura fantástica. La lógica y el derecho surgen a raudales nada más terminada la obra, cuando de lo primero que viene a la mente es la famosa frase atribuida a Groucho Marx: «surgiendo de la nada hemos alcanzado las más altas cimas de la miseria», y no cabe otra opción más que alabar cual acto de fe aquella autodefinición del escritor y confirmar que lo único que le preocupa a Bradbury acerca del lugar en el que se desarrollara la acción de estos relatos era que fuera en el quinto pino, en el planeta más remoto posible… En una novela que podría considerarse mucho más cercana a la distopía que desarrollara varios años después a través de “Fahrenheit 451”, el sentido profundo se nos presenta mucho más metafísico que astronómico: ya puede el ser humano estar en su casa, en el pueblo de al lado, en China o en Marte, que su ‘poder’ de autodestrucción no tiene límites.

A finales de la década de los 40 y más aún en los años 50 casi a nadie se le ocurría pensar que hubiera vida en Marte y era ya de sobra conocido su sobrenombre de el Planeta Rojo. Tan poco le importa a Bradbury el tema científico y técnico (absoluto antagonista de Asimov tanto en este aspecto como en su escritura) que de repente Marte es azul y tan similar a la Tierra que a las claras queda reflejada la finalidad despiadada y cuasi terapéutica del escritor. A través de una prosa que renuncia a todo lo superfluo, pero de una belleza y un estilo precisos, y con una excelente cadencia narrativa que crea una composición prácticamente redonda en su finalización, Bradbury va desengranando todos los miedos, traumas y debilidades de ese ser vivo que a cotas más absurdas y críticas ha sido capaz de llegar con exiguo esfuerzo: el racismo (tanto a lo desconocido: Fuera de temporada, como a las propias etnias terrícolas: Un camino a través del aire), el desastre de la guerra (Los músicos), la soledad (la “divertida” Los pueblos silenciosos, la pasmosa El marciano o la terrible Los largos años), el sinsentido de la robótica y el progreso cuando ya no hay vida por encima de ellos (Vendrán lluvias suaves)… ¡Tantos en tan poco!

Lo peor de ‘Crónicas marcianas’ es que se desarrolla entre 1999 y 2026, y que por ahora todo (excepto lo más superfluo de la novela: el motivo y el lugar), todo, todito, se está cumpliendo de pé a pá.

Y por supuesto algunos fragmentos:

«Los marcianos descubrieron el secreto de la vida entre los animales. El animal no discute su vida, vive. No tiene otra razón de Vivir que la vida. Ama la vida y disfruta de la vida.»

«Siempre había una minoría que tenía miedo de algo, y una gran mayoría que tenía miedo de la oscuridad, miedo del futuro, miedo del presente, miedo de ellos mismo y de las sombras de ellos mismos.»

Nosotros, los habitantes de la Tierra, tenemos un talento especial para arruinar las cosas grandes y hermosas.” 

«He encontrado un motivo para luchar y vivir. Eso me hace más peligroso. He encontrado algo que es para mí como una religión. Como aprender a respirar otra vez. Sentir en la piel la caricia del sol, dejar que el sol trabaje en uno, escuchar música, leer un libro. ¿Qué me ofrece en cambio la civilización de usted?.»

«Las puertitas del Sr. López»

Carlos Trillo y Horacio Altuna son dos de los autores de novela gráfica más importantes de Argentina (con el permiso de Alberto Breccia) y del mundo del cómic, el primero como guionista y el segundo como artista. De las creaciones de esta dupla cabe destacar sin duda la obra que da origen a la entrada de el día de hoy y que supuso un cambio en el registro de obra fantástica y de componente social en los inicios de la década de los 80.

Construida como una denuncia de la última dictadura militar, y sobretodo de la falta de libertad de expresión que se vivía en esa época, Las Puertitas del Sr. López relata la agobiante y rutinaria vida del señor López, un empleado de oficina aburrido y flemático que vive atormentado por sus jefes, sus vecinos, sus compañeros y su gruñona esposa. Cuando el mundo real se le hace intolerable, López, en lugar de afrontar las situaciones, utiliza como escapatoria su imaginación, mediante la cual viaja a un mundo alterno e interior, al que accede simplemente por la puerta de cualquier baño.

En este año que empieza… que no nos callen.

¡¡FELIZ Y SOLIDARIO 2013!!

«Cuentos imprescindibles»

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Antón Chéjov, por Osip Braz, 1898

 

La sencillez, como el amor, no se puede fingir. Claro está que se intenta, a veces con una suerte brillante en los primeros envites, pero el revolcón en el fango y el castigo ejemplar a los que se condena al impostor casi de súbito hace renegar al más plantado de cualquier posible dicha anterior. En eso radica la mayor cruz y la mayor gloria de la sencillez, en su curiosa dificultad. Exagerarla es caer a plomo en la vulgaridad y en la simpleza, porque o se tiene o no se tiene. Como el amor, decíamos.

Chéjov es un virtuoso de la sencillez, un humilde servidor del amor común, de los sentimientos más humanos y anodinos… de esa mediocridad estúpida que a veces somos, pero que en su superación nos convierte en mejores y más diestros actores subidas a la escena de la vida. Por más que no nos demos ni cuenta, como bien nos hace ver el escritor y dramaturgo ruso negándose en sus relatos, casi radicalmente, a endosarnos un final cerrado, un digno epílogo de por ahí van los tiros. Nada de nada. Se podría incluso afirmar que el naturalismo puro de Chéjov es la contraparte perfecta al discurso moral de los autores rusos de su generación, como Dostoievski, y especialmente a las digresiones filosóficas y antropológicas de Tolstói. El conocido relato corto ‘La dama del perrito’ sin ir más lejos se nos presenta como un canto, triste y melancólico, al amor libre exento de convencionalismos sociales y a cuyos protagonistas, al igual que en el resto de su obra, no les reserva ningún tipo de juicio moral ni ético.

Esta misma ausencia de moralismo y de prejuicios está presente en todos y cada uno de los cuentos que componen esta antología imprescindible: en las dos perspectivas, contrapuestas y condenadas a no entenderse, que surgen entre terratenientes y campesinos dentro del terrible cuento “En el campo”; en el estilo de vida y comportamiento de Orlov en el episodio “Relato de un desconocido” (el más largo y menos logrado como conjunto); en las relaciones quebradizas, fatuas o dependientes de “Una pequeñez”, “Enemigos”, “Dushechka”… incluso en la pobreza y la miseria descritas sin perder detalle en “Muzhiks” o la utilidad ridícula y desastrosa necesidad de un alterego cultural del doctor del excelente “Pabellón nº 6” se perciben de una manera muy distinta, muy despojada de artificios. Sigue leyendo