Acerca de Rafa Poverello

Más allá de la falsedad del nombre, pues no soy pobre ni aunque quisiera en virtud del bagaje socio-cultural del que me es imposible escabullirme, mi espíritu anda de su lado, no porque sean buenos, sino porque se les trata injustamente.

Feministas de a pie

Cartel Teatro    Si hubiéramos de detenernos de forma obligada en el aspecto meramente dramático podríamos afirmar sin asomo de dudas y sin necesidad de recurrir a las ampulosas palabras de un crítico teatral que la obra hacía aguas. Como el Titanic tras empotrarse contra un iceberg. Se reía el público, eso sí, pero no es lo suyo reírse mientras se interpreta “La casa de Bernarda Alba”. Pero la cuestión -bastante común en todas las facetas trascendentes de la vida-  es que la importancia del drama va más allá de aquello que se puede contemplar representado y suele estar oculto, holgadamente, bajo la superficie, igual que el 90% de un iceberg.

    Haciendo honor a ese 90% sumergido, lo que contemplamos sobre el escenario del Centro de Promoción de la Mujer “Nueva aventura” fue un milagro de dimensiones místicas. Si fue verdad aquello de que Jesucristo anduvo por encima del mar de Galilea, dicho acontecimiento se convierte en minucia al lado de lo que lograron realizar las doce mujeres que se metieron en la piel y en la carne de cada uno de los personaje de la obra del inmortal Federico garcía Lorca.

    Varias de las mozas -porque lo son, pues sus características conservan a pesar de contar algunas con más de setenta años- apenas saben leer y escribir, no habían salido de su casa en algunos añitos más allá de hacer la compra, tan sometidas sin saberlo a una patriarcal depresión posviudedad o a la espera del marido para colocarle con aprehendida cadencia las zapatillas enguatadas de andar por casa… Por más que lo merecieran, jamás ninguna de ellas había recibido un aplauso. Aquella noche, no sólo fueron objeto de una aguerrida ovación, sino que muchos de los presentes no dudamos un ápice en ponernos de pie casi a punto de entonar una loa a la voluntad y al dignísimo ejercicio de la libertad. Sigue leyendo

«Vida y época de Michael K» (1983)

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Coetzee, by andesurvivor

Dicen algunos cual leyenda urbana sobre Murakami que en realidad siempre escribe el mismo libro, algo que no puedo corroborar porque ni he leído nada del japonés ni tengo próximas ganas. A lo mejor, más allá del repelús que pueda o no ocasionar determinado estilo, es un tema cultural, pues idéntico runrún rodea la obra del director coreano Hong-Sang-Soo, del que sí he podido gozar -al principio con determinado esfuerzo- varios de sus filmes. El caso es que acusar a los escritores y artesanos de repetirse quizá sea ser desconsiderados con la propia naturaleza humana; nosotros mismos cada vez que abrimos la boca para compartir con flema nuestras ansias y preocupaciones pudiera parecerle al resto que nos hemos comido una cabeza de ajos.

No puedo referirme al respecto al susodicho Murakami, pero sí a Dostoievski, Faulkner, K. Dick, Chandler, Thompson, McCarthy… cuyas fobias, neuras y obsesiones aparecen de manera harto recurrente en todas sus obras sin que por ello vayamos a lapidarlos o considerarlos faltos de originalidad.

Coetzee no ha de librarse de tal aseveración, pero si bien sus desvelos son comunes en cada libro de los que he tenido el placer de leer, su planteamiento y estilo son curiosa y extraordinariamente asimétricos: desde la narración habitual de ficción en “Desgracia”, pasando por el modelo epistolar en “La edad de hierro”, hasta la propuesta de la novela que nos ocupa con un empleo pulcro y nada indiscriminado de la tercera o la primera persona del singular y una incorporación muy habitual al texto, pero tremendamente ágil, del fluir del pensamiento. Sigue leyendo

Silbar

     Dentro de su obra magna “Ivanhoe”, ponía Sir Walter Scott en boca de El Caballero Negro una frase inolvidable que nadie debería despreciar: “el que obra bien teniendo medios ilimitados para obrar mal, merece más, no sólo por el bien que hace sino por el mal que evita”. Aunque tan firme aseveración fue escrita en un contexto bien distinto en el que, de parte a parte, conviven reyes y plebeyos, resulta obvio que es a todo lector a quien quiere dirigirse el autor con sus palabras. No hace falta ser rey ni reina, ni príncipe ni princesa, ni Amon Göth para tener -casi ante cada situación- medios ilimitados para actuar como un héroe o como un villano.

    Podríamos suponer para nuestro falso desahogo que ese medio ilimitado es la autoridad como poder del estado, o acogernos a la legalidad… esas cosas que supuestamente son responsabilidad de otros más fuertes y ante las que soy un pobre infeliz que bastante tiene con ni matar, ni robar, ni desear la mujer del prójimo, pero también se puede dar por hecho sin extrema dificultad que el medio ilimitado al que hacemos referencia es la propia conciencia, sometida en infinidad de ocasiones por el temor y la evitación de problemas, que son los únicos dos factores que pueden abrazarse como excusa, que no motivo. Sigue leyendo

«El hijo de Saúl» (2015)

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László Nemes

    Como todo el mundo sabe y ha experimentado en alguna ocasión tras alguna pregunta de lo más común tipo “¿y de qué va?”, hay películas que si las explicas te las cargas. Además estilo ametralladora, la agujereas tanto que no hay ni por donde pillarlas. El caso es que en la mayoría de las ocasiones la dificultad no estriba tanto en la complejidad de la historia o en que no se haya uno enterado de la misa la media, sino precisamente en que el argumento es tan básico y el filme tan apabullante que lo absolutamente ineludible es echarle el ojo. Y eso, no se puede explicar con doctas palabras.

    “El hijo de Saúl” es un ejemplo, así que apenas voy a compartir cuatro frases mal dichas con las que apenas lograré hacer un esbozo de la originalidad de planteamiento acerca de los campos de exterminio que nos muestra László Nemes con la sequedad y mal rollo de un desierto habitado sólo por escorpiones y arañas.

    El enfoque y el estilo sin brillantes y consiguen -sin resquicio para la duda- lo que el director pretende desde el primer fotograma. Una constante cámara subjetiva nos sitúa en la perspectiva de Saul, un judío miembro de un Sonderkommando en Auschwitz- y en su necesidad de percibir todo lo que le rodea de manera difusa. Los segundos planos de cadáveres, muertes… se nos muestran de manera metódica prácticamente desenfocados. Incluso los sonidos y conversaciones ajenas al protagonista suelen aparecer siempre fuera de campo. Como ya sucediera en la más star system “La lista de Schindler” en un momento de la cinta, no sabemos si por locura transitoria o con base real, Saul individualiza la tragedia que está sucediendo a su alrededor y se aferra a ese tizón ardiendo como a la única esperanza de salvar su alma.

    Sólo en la secuencia final la cámara subjetiva pasa a otro personaje que observa la escena y, como en un cruel eterno retorno, parece matar el anhelo de Saul, quizá el de todo espectador que se asoma al filme y nos hace ser indeseados partícipes del caos. Sigue leyendo