
Hay películas que da un poco igual si están o no bien hechas. La planificación, los encuadres, la fotografía… Daría lo mismo casi que estuvieran rodadas al completo en plano general, encuadre horizontal y la luz constante de las doce de un mediodía cualquiera y hasta vulgar. Hay filmes que dicen, que transmiten, que te hacen pensar y si es uno capaz de dejar de rastrear en su interior cinéfilo, aprende cosas importantes de la vida sin tener que esforzarse lo más mínimo. Por más defectos que tenga también la narración y no todo cuadre a la perfección como si fuese un cuadro de Velázquez.
Un documental de un tipo de 26 años, Petri Luukkainen, rodado por él mismo y siguiendo sus propias peripecias a lo largo de un curioso año, lleva consigo todas las papeletas para gozar de las primeras e irracionales pautas técnicas, aunque exagero bastante, pero si en algo toca fibra es en la sección dos; esa de meterte los dedos y hacerte mirar las cosillas nimias que tienes en tu piso de tres al cuarto y que tanto necesitas. Sigue leyendo

Como uno no es famoso, ni conocido, ni nada que se le asome, pues le hace ilusión que, de repente, en un mismo día y desde contextos totalmente distintos, aparezcan en la red dos reseñas de su novela «Mishasho».