Acerca de Rafa Poverello

Más allá de la falsedad del nombre, pues no soy pobre ni aunque quisiera en virtud del bagaje socio-cultural del que me es imposible escabullirme, mi espíritu anda de su lado, no porque sean buenos, sino porque se les trata injustamente.

Navidad es

Buon Natale, by Alicia

     Navidad es que una niña de ocho años, que para poder asistir a clase tiene antes que despertarse solita y arreglar a sus hermanos pequeños, sonría delante del público en el altar y, en mitad de la obra de teatro, cante «que no haya soledad en Navidad».

     Navidad es que un niño de seis años le devuelva el estuche de colores a una amiguita algo menor de edad por el mero hecho de que se ha puesto a llorar y él siente pena.

     Navidad es que una mujer de 80 años, que apenas sabe leer y escribir y que casi nunca salía de casa, se suba a un escenario y, con una sonrisa de oreja a oreja, sea capaz de memorizar varias líneas de un guion y no le importe confundirse.

     Navidad es que un padre de familia, muy amante de la cerveza y con escasos recursos económicos, te regale una Paulaner Hefe-Weißbier por el hecho trivial de que has logrado hacer que a su hija le vuelva a arrancar normalmente el Windows 10. Sí, el Windows 10; habrase visto.

     Navidad es que una pareja de adolescentes visiten en una residencia a una persona mayor, enferma de Alzheimer en estadio moderado, y no se despeguen de su lado por más que lo único que sea capaz de hacer es repetir una vez y otra las tres mismas frases.

     Navidad es que una anciana muera en paz en su cama, sin sonda naso-gástrica ni sujeciones físicas, e imagines que, a pesar de la demencia, una leve sonrisa apareció en sus labios.

     Navidad es…

     Navidad es todas aquellas pequeñas cosas que suceden en apenas unos días, sin darnos cuenta, pero que nos hacen descubrir que la vida merece ser vivida.

     ¡¡FELIZ NAVIDAD!!

 

Gente buena

horror, by Estefano

Sé de gente buena.
Todos sabemos,
de hombres y mujeres cuyo afán
es mear señeramente agua bendita.

Que soportan el ubicuo don de revelar,
con igual resignación como torpeza,
el odio y la maldad entorno suyo,
en lugares inverosímiles
y hasta ignotos,
donde ni el más crédulo
ni el más avieso de los seres
sería capaz siquiera de apreciarlo.

Gente de bien,
buenas personas,
adheridas a la ecuánime virtud que es el respeto,
que reside en mantener la equidistancia
y aceptar al que odia y al odiado:
al marica y al tránsfobo,
al negro y al fascista,
a la mujer y a su asesino.

Gente buena,
todos sabemos,
que perciben el sentir de cada prójimo,
sin juicio y sin rencor,
es mera gracia:
la mala follá de la vecina,
la galbana del parado,
el morro descarao del inmigrante.

Buena gente,
de un espíritu tan lato y virtuoso que,
a pesar de tanta mierda entorno suyo,
no descubre en sí misma ni una tara.

Vox que grita en el desierto

Two Worlds, by Mello

     Deme ha tenido que leer mi entrada del lunes. Don Demetrio Fernández González me refiero, obispo de Córdoba; perdonen las familiaridades, pero es lo que tiene la fraternidad, que da algo de confianza por más que, ni mucho menos, lo haya elegido yo como hermano. Desde luego hermano en la fe, va a ser que no, espero que me sirva de excusa.

 

     Le habrá jorobado leer a un católico hablar bien de la iglesia como pueblo de Dios y gozarse del feminismo y, por alusiones, se habrá visto constreñido a intervenir, escribir su carta pastoral de la semana y dejar claras las bases y la fundamentación de su teología y su concepto de Dios, ese que, al ser Padre, nos hace hermanos a él y a mí, aunque no me apetezca en absoluto.

 

     Para saber un poco de la alegría a espuertas del prelado mayor de la ciudad de los Califas por el espectacular vuelco electoral en Andalucía, es menester recurrir a los datos objetivos, no vaya a resultar luego que nos estamos inventando ideas. PP y Psoe han perdido escaños, así que por ahí no debe de ir la alegría, y el único cambio evidente más allá de la subida de Ciudadanos, es la irrupción de Vox. Ante tal panorama, Demetrio se lanza al dislate de aupar a Andalucía como pionera de un cambio social que espera se realice en el resto de España. Bueno, en realidad, este hecho en sí, es una mera opinión y un deseo personal, lo del disparate es asociar la subida de la ultraderecha con «hacer un mundo nuevo, más justo, más humano, más fraterno, más con Dios y más para el hombre». Esta retahíla de adjetivos unidos al programa de la ultraderecha dejan tres posibilidades que, por desgracia, no son autoexcluyentes:

  • el obispo es un ignorante

  • el obispo es un imbécil

  • el obispo es un inconsciente

     Existe una cuarta opción, tampoco autoexcluyente, pero que da un poco de repelús apuntar por más que, con una ligera reflexión sea una de las conclusiones más evidentes a las que llegar: el obispo no es cristiano.

 

     A saber; Don Demetrio, aparte de mezclar churras con merinas y unir tal amalgama de ideas sobre educación libre, eutanasia, aborto… que no sabe al final uno por donde va a salir la cosa, centra su diatriba en el debate eterno sobre la persecución de la fe católica, pero sin dar un solo argumento y sacando a colación como ejemplo la titularidad de la Mezquita (perdón, Catedral). Por más que Jesús, ese tipo raro al que dice seguir, comenta en un par de apartadillos de su programa electoral que «al que quiera ponerte pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa» (Mateo 5, 40) o que «a todo el que te pida, dale, y al que te quite lo que es tuyo, no se lo reclames» (Lucas 6, 30). Y eso que la Mezquita, de la Iglesia, no es que esté claro precisamente que sea.

 

     La verdad es que sobre educación libre (aparte de lo que se entienda por libre), aborto o eutanasia no podemos encontrar ni una sola palabra en boca de Jesús. Podemos hacer elucubraciones mentales al respecto de los motivos de ello, pero la realidad es que, a lo largo de los siglos de historia de la Iglesia, incluso sobre el aborto ha habido diferentes posturas siendo Tomás de Aquino en el siglo XIII más abierto de mente que la jerarquía actual. Y no, por más que nos empeñemos no tiene nada que ver el asunto con los estudios y los conocimientos de biología de la Edad Media, porque no es que la Iglesia del siglo XXI se muestre generosa con los avances científicos en la genética. Todo ello dando por sentado que el único partido con representación que rechaza de pleno la Ley de Plazos y no considera la interrupción voluntaria del embarazo como un derecho es Vox. Sigue leyendo

Sin pelos en la lengua

Confident Boxer, by Matheus Ferrero

     No da la jerarquía eclesial demasiadas alegrías al personal como para enorgullecerse e ir por ahí a pecho descubierto soltando que es uno católico. Los medios de comunicación y los comentarios sesgados de determinados grupos de presión tampoco es que ayuden mucho, pero, haciendo un acopio de honestidad, las intervenciones de la prelatura ya se bastan por sí solas para que, cada vez que abren la boca, suba el pan con mayor inflación que la del Perú durante el primer mandato de Alan García. Corriendo un tupido velo sobre las más básicas nociones de historia acerca de las Cruzadas, la Inquisición o la evangelización de América, nos quedan las recientes y recurrentes acusaciones y condenas sobre pederastia, o las insensatas declaraciones del clero –es lo que suele pasar cuando se habla de aquello de lo que no se tiene la más mínima experiencia– sobre el sexo, el matrimonio o lo que les ha dado por llamar errónea y capciosamente ideología de género en lugar de perspectiva de género. Por más que tengamos que agradecer que el cabeza de cartel, el papa Francisco, es de lo mejor que ha dado la ganadería –perdón por la comparación– en las últimas décadas; pero cuando se transita por el fino hilo de los feminismos y del patriarcado, generalizando un poco, todos los gatos asotanados son pardos.

 

     Y de eso va la cosa: del feminismo, del patriarcado, del género y de teología. Sí, parece uno de esos juegos educativos en los que el alumnado tenía que averiguar qué palabra estaba fuera de contexto: «teología, teología», se oye responder al unísono. También son prejuicios, de los gordos, y hay momentos en los que no cuesta nada sentirse orgulloso de ser católico, feminista –o al menos andar en camino – e incluso hombre, que ya es. Este sábado 1 de diciembre fue uno de ellos, durante la celebración del Foro Cristianismo y Mundo de Hoy, del que mi parroquia es uno de los grupos convocantes y quien suscribe estas líneas uno de los miembros de la Comisión Permanente que coordina el encuentro. Dos teólogas feministas fueron las ponentes: Silvia Martínez Cano, presidenta de la Asociación de Teólogas de España, y Montserrat Escribano-Cárcel, que pertenece a su Junta directiva. Los currículos de ambas dan para otra entrada, por más que no las conozca ni el arzobispado de Madrid –al que pertenece Silvia–, que no sabía hasta el año pasado de la existencia de dicha asociación, que acaba de cumplir 25 años.

 

      No hubo pelillos en la lengua por parte de ninguna, ni en la contundencia ni en la firmeza, ni se les olvidó hablar de temas imprescindibles y supuestamente intocables como el movimiento LGTBIQ+ , el feminismo radical, el género, el modelo de familia tradicional o el aborto. No daba crédito, aunque haya de reconocer que era lo que pretendíamos, los ojos como platos y emocionado como un niño que acaba de ver el mar escuchando a las dos mujeres hablar sobre la cuarta ola del 8M, el #Metoo o los micromachismos. Sigue leyendo