Acerca de Rafa Poverello

Más allá de la falsedad del nombre, pues no soy pobre ni aunque quisiera en virtud del bagaje socio-cultural del que me es imposible escabullirme, mi espíritu anda de su lado, no porque sean buenos, sino porque se les trata injustamente.

Mucho has amado

     En el momento de la redacción de esta entrada, a las 22:30 de la noche, el lobo no ha venido. Podemos hacer muchas cábalas, que mañana serán una barbaridad, desde quienes lo fundamentarán en la alta participación (que debe de haber sido solo el electorado de izquierdas) a quienes dirán que es que el león no era tan fiero como lo pintaban.

     El caso es que el amor, así, en general, no es un sentimiento que se tenga muy en cuenta a la hora de formar gobierno ni de legislar. Incluso es probable que, al final, Pedro Sánchez quiera más a Rivera que a Iglesias porque esa opción es algo más cómoda que hacer otras cábalas.

     En la campaña electoral de los respectivos partidos se ha hablado de muchas cosas, la mayoría escasamente importantes, a menos que la situación de Cataluña sea un aspecto fundamental para la ciudadanía, no como el índice de paro o la corrupción, pero a lo que nadie ha hecho referencia alguna es a las putas. Sí, no habéis leído mal, no es necesario que releáis: las putas, las meretrices, las prostitutas, las mujeres de la calle. Esas de las que insistimos que muchos políticos tienen filiación. Muchas de estas mozas son extranjeras y no votan, otras bastante tienen con sobrevivir a la noche yéndose con alguien a un reservado o metiéndose en su coche.

     ¡Ah, ya, lo del amor, que qué tiene que ver, claro! En más de un evangelio, una puta (o una mujer conocida por su vida, que queda mejor) le lava los pies a Jesús, ni corto ni perezoso, importándole un pito el pasado de ella y su supuesta impureza, la deja hacer y, no contento con eso, dice que se le perdonará mucho porque ha amado una barbaridad. Como la gente que ama y que sufre a partes iguales le importa tanto a quienes gobiernan como la impureza de la Magdalena al maestro de Galilea, es de justicia decir que menos mal que hay asociaciones como Hiedra que se dedica a darles apoyo a estas chicas, a ofrecerles un espacio donde compartir y sonreír con bastante menos temor de a lo que están acostumbradas y que, encima, sin merecimiento alguno por mi parte, me invitan a echar el rato en un encuentro en el que ellas eran las únicas protagonistas y en el que, por vez primera, me quedé sin nada que decir: solo servía escuchar.

     No sé quién ni con qué apoyos va a gobernar, pero lo que doy por probado es que estas chicas, las putas, les van a seguir importando una mierda.

Discurso de un niño de doce años

lies, by twinphotography

    Calvin, junto con su tigre de peluche Hobbes, son los protagonistas absolutos de unas brillantes tiras cómicas realizadas por Bill Watterson y publicadas en prensa entre 1985 y 1995. Calvin tiene seis años y, aunque por norma general participa de las inquietudes y actitudes típicas de dicha etapa de la vida (es decir, se comporta como un redomado egoísta), suele mostrarse bastante espabilado para su edad. Cuando le da por soltarle a su progenitor esas preguntas casi capciosas de las que es difícil salir airoso, el padre tiene una cosa clara: da igual la burrada que diga, porque su discurso será interiorizado por Calvin que no pondrá en duda ni una sola coma de lo que haya largado por la boca como si fuera un científico más avezado que Einstein al mentar la teoría de la relatividad.

Calvin: ¿Papá, me explicarías la teoría de la relatividad? No entiendo por que el tiempo es más lento a gran velocidad.

Papá: Es porque se cambian las zonas de tiempo. Si tú vuelas a California, ganas tres horas en un vuelo de cinco. ¿Sí? // Si vas a la velocidad de la luz, ganas más tiempo, porque no te toma tanto llegar allí. Por supuesto, la teoría de la relatividad solo funciona si estas yendo al oeste.
Calvin: ¡Vaya, eso no es para nada lo que me dijo mamá! Debe faltarle un tornillo.

Papá: Los hombres somos mejores para el razonamiento abstracto. Ve y dile eso.

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«Tire Dié» (1960)

Fernando Birri en el XXIII Festival Internacional de Cine en Guadalajara

     Hace poco más de un año falleció en Roma, sin aspavientos por parte de la prensa generalista, el cineasta argentino Fernando Birri. Reconocido como padre del nuevo cine latinoamericano su influencia en el cine social documental es reconocida en el mundo del celuloide. Fundador de varios institutos cinematográficos, su trayectoria no pasó desapercibida para el Festival Internacional de Cine de Innsbruck, que le concedió en 2010 un premio honorífico.

    «Tire dié» fue su primera película, rodada sin apenas medios, con la ayuda de diferentes alumnos y alumnas de la escuela de cine, pero con un resultado que, a todas luces, ya preconizaba por dónde iría a discurrir el resto de su obra. El documental, cuyo título es un homónimo de la frase tire diez (tire diez centavos), nos muestra con tanta naturalidad como crudeza, la vida de los niños pobres de las afueras de Santa Fe, Argentina, que corren en paralelo a los trenes de cercanías pidiendo a los viajeros algunas monedas.

«March. Una crónica de la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos» (2018)

Lewis recibiendo la Medalla por la Libertad

   John Lewis, que ocupa un puesto de congresista en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos por Georgia desde 1986, aparte de escupido, insultado, apaleado y encarcelado, fue arrestado más de 40 veces en la década de los años 60 del pasado siglo durante el movimiento por la defensa de los derechos civiles. Un icono, que aparece junto a Martin Luther King Jr. en el largometraje «Selma» y que fue uno de los oradores en la multitudinaria marcha a Washington en la que el Doctor King pronunciaría su famoso discurso «I have a dream».

    Huelga decir que Lewis es afroamericano y que de poco le sirvió su lucha por los derechos civiles en aras de ser reconocido en Estados Unidos, el país de las libertades; tuvo que ser Barack Obama, primer presidente afroamericano en pisar la Casa Blanca, el que le otorgara la Medalla Presidencial de la Libertad en 2010, a la vez que a la activista por su misma causa Maya Angelou (por más que en dicha ceremonia se le entregara también a ínclitas personalidades como George W. Bush o Angela Merkel).

    Más de dos mil personas se congregaron en el San Diego Civic Theatre en septiembre del año pasado para participar en un debate sobre la novela gráfica «March», de la que Lewis es coguionista junto a su asesor político Andrew Ayden: una crónica de la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos, tal y como su propio subtítulo indica. Y bien que merece tal asistencia. Sigue leyendo