Acerca de Rafa Poverello

Más allá de la falsedad del nombre, pues no soy pobre ni aunque quisiera en virtud del bagaje socio-cultural del que me es imposible escabullirme, mi espíritu anda de su lado, no porque sean buenos, sino porque se les trata injustamente.

Sin corazón

     Ese soy yo; mejor así antes de que me lo suelte alguien después de leer lo que expreso con absoluta franqueza en los parrafitos subsiguientes. Trataré, no obstante, de abrazar la máxima del poeta y dramaturgo francés Jules Renard cuando comentó aquello de que «no soy sincero, incluso cuando digo que no lo soy» para que podáis acogeros siempre al beneplácito de la duda antes de poner en entredicho mi calidad como ser humano.

     En mi caso, a fin de no romper mi voto de obediencia hacia mí mismo cuando decía la semana pasada que no era buen momento de hacer leña del árbol caído del gobierno y de la oposición (llegarán tiempos mejores) simplemente me ha dado por reflexionar (en voz alta pero con profundo respeto a lo que cada cual se siente en condiciones de hacer) sobre los colectivos y gentes de buena voluntad, incipiente solidaridad y fe inquebrantable en unos tiempos de crisis social como pocas veces han existido. Sean ellos y ellas ateos, agnósticos o creyentes de cualquier credo. Procuraré ser breve.

     Poco más de un mes de cuarentena. El tejido social y asociativo y las personas sencillas y de bien se han visto en la perentoria necesidad de buscar alternativas ante las situaciones que están padeciendo (y van a seguir padeciendo) determinados grupos de riesgo desde el inicio del confinamiento. Muchas de las iniciativas propuestas están enmarcadas dentro del ámbito local, pues cada ayuntamiento y cada Comunidad Autónoma, más allá de las directrices del Gobierno central, han establecido protocolos y normativas propios y puede resultar más eficiente en estas ocasiones dar respuestas concretas a situaciones concretas. A nivel estatal, colectivos como PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca), Cáritas Española, APDH (Asociación Pro Derechos Humanos) o REAS (Red de Redes de Economía Alternativa y Solidaria) han elaborado diversos documentos de denuncia y/o propuestas de apoyo frente al COVID-19. La mayor parte de ellas dirigidas de manera expresa a las administraciones públicas. Sigue leyendo

Entre líneas (Distrito 93) – Rafa Poverello

     Voy a grabar más vídeos para la peña en esta cuarentena que en el resto de mi vida.

     Como ahora hay tiempo hasta de leer, mejor que os recomiende mi segunda novela, «Yo, tú… él», que otra cosa. Aquí hablo un poquito de ella y leo parte de uno de sus capítulos.

     Está en la página de Facebook de Distrito 93, pero si comparto desde ese enlace ya no sería yo.

     PD: mientras, sigo escribiendo en una libreta la de cosas que voy a criticar, pero de gordo, cuando no sea del todo antipatriótico hablar largo y tendido sobre determinada gestión de la pandemia.

 

Entrevista Radio Cuarentena

     Como hay tiempo hasta de aburrirse, comparto la entrevista, casi más charla, que mantuve ayer con David Prados en Radio Cuarentena, un espacio donde personas normalitas iguales que yo compartimos cómo estamos viviendo esta cuarentena desde los espacios en los que nos movemos. En mi caso mi curro en la resi de mayores, el Mercao Social La Tejedora y Cáritas Parroquial.

     Son los primeros 25 minutos.

Escucha»Radio Cuarentena – Domingo 5 de abril de 2020″ en Spreaker.

«Vivarium» (2019)

     Hay ocasiones en las cuales, en virtud de la necesidad, tiene el ser humano la oportunidad inaudita de gozar de tanto tiempo para tocarse las pelotas que, si sabe aprovechar dicha ocasión, podría dedicarse incluso a pensar un poquito qué aspectos de su vida lo único que hacen es llenarla de vacío y de oquedad. La situación de confinamiento generada por el COVID-19 es, sin lugar a dudas, una de las más idóneas.

     «Vivarium», la película de ciencia ficción distópica (o no tanto) del director irlandés Lorcan Finnegan, es de las que puede ayudarnos a ver que nuestra rutina y nuestro modelo de sociedad son una completa tragedia casi consumada. Y hacerlo con una lucidez tan insultante como despiadada. No deja de sorprenderme que determinadas cintas pasen tan desapercibidas por nuestras pantallas.

     Difícilmente podría haber elegido Finnegan, que también es coautor de la historia en la que se basa el filme, un título más apropiado si nos atenemos a lo que nos quiere mostrar en la poco más de hora y media: el capitalismo controla cada faceta de nuestro ser y, encima, en el culmen de la eficacia, nos hace creer que la única forma de salir del modelo es a través de él. Quienes dominan nos introducen en un espacio cerrado y definitivo donde investigarnos y observarnos, hacernos crecer, multiplicarnos y dar fruto según sus expectativas para no romper el eterno ciclo del sistema que gracias a la activa participación de la ciudadanía se retroalimenta. Sigue leyendo