A todas y cada una de las almas de bien pro-vida, repletas de preocupación por la dignidad de todo ser humano, y de manera preferencial de aquellas personas con paraplejía, tetraplejía o enfermedad terminal que deben de vivir por cojones (o porque lo dice Dios Todopoderoso, que no sé qué es peor).
Tengo una mala noticia que transmitiros. Mala no, nefasta. Allá voy, y espero que sepáis entender que esta información la digo por un bien, porque se os escapan las mejores y algo habrá que hacer: el suicidio no es delito en España; digo más, la tentativa de suicidio, tampoco.
Ya, habráse visto, ¿verdad? Vergüenza de país. ¿Cómo es posible que cualquiera pueda tirarse por un balcón, colgarse de una viga, cortarse las venas o tragarse un bote de pastillas y que nadie haga nada? Además es la primera causa de muerte no natural en España: cerca de 3.700 personas se quitaron la vida en 2017 (que suele ser la media anual) y, encima, ¡la mayoría hombres! ¡Un 70%! Y vosotros, peña de la derecha y de la ultraderecha, preocupados por la minucia de la eutanasia y el suicidio asistido. Moco de pavo, lo que hay que hacer es legislar cuanto antes para que el suicidio esté penado, y ¿qué más dan las causas (desahucios, situación de paro, pobreza, exclusión…)? Lo importante es la sacralidad del derecho a la vida. Que te tiras de un puente y sobrevives, al talego, hubieras estado más espabilao y te hubieses lanzado desde un noveno piso. Lo que no puede permitirse en una democracia que se precie de serlo es que casi todo el mundo se pueda suicidar cómodamente sin tener consecuencias penales y ahora nos dediquemos a condenar sin tapujos a otra parte de la población que para poder hacerlo necesita un empujoncito (perdonad el chiste fácil, pero es que venía a huevo). Sigue leyendo