Acerca de Rafa Poverello

Más allá de la falsedad del nombre, pues no soy pobre ni aunque quisiera en virtud del bagaje socio-cultural del que me es imposible escabullirme, mi espíritu anda de su lado, no porque sean buenos, sino porque se les trata injustamente.

«Benito Cereno» (1855)

Es bonito leer. No me refiero a saber leer, que también, sino disfrutar con la lectura, tener la posibilidad de evadirse hacia parajes y escenarios desconocidos, con narraciones bien tramadas y escritas con gusto y estilo.

Es bonito leer, vaya, a pesar de que cada vez la mente tiene más filtros. Será cosa de la edad, que lo hace a uno más puñetero y cargado con múltiples gafas cuando observa la realidad y la ficción, no solo las de la presbicia. Ojalá.

Quiero decir que se aprende mucho leyendo, y no siempre por lo que se cuenta, sino más bien por cómo se cuenta, qué personas son buenas cuáles malas y en dónde se pone el acento (o aun la tilde, que se nota más sin hacer el más mínimo esfuerzo).

Como ahora vamos al lío, es preciso informar al respetable que casi todo lo que viene a continuación es un soberano destripe, en toda regla, del argumento de la novela corta «Benito Cereno», de Herman Melville.

«Benito Cereno» se lee con una facilidad y agilidad pasmosas, y no porque sea corta o porque Melville renuncie al simbolismo característico en otras de sus obras, sino porque la historia en sí engancha y responde a las cualidades a las que hacía referencia al inicio de estas líneas: narración bien tramada y escrita con gusto y estilo, aspectos que parecía que el autor de Moby Dick había olvidado en sus últimos años. ¿El problema? Ninguno, solo las gafas personales esas de las que hablaba y que soy incapaz de quitarme. Quizá por eso «Benito Cereno» es una novela imprescindible, pues pocas obras son capaces de mostrar tan a las claras y en tan escaso número de páginas cómo la historia (y la literatura, por ende) es escrita por quienes vencen y no es fácil revertir esta realidad sin encontrar una acusación por revisionismo negacionista o escuchar el consabido: «era el momento histórico». Sigue leyendo

La Cenicienta que no era doncella

    A veces tiene uno iniciativas que surgen por una memez, por un comentario a vuela pluma de alguien a quien quieres.

    –¿Sigue habiendo cuentos clásicos alternativos en la Teje? Tengo que ir a mirar, que me paso todo el día tuneando la Cenicienta a Vera.

    No lo dije, porque no sabía el tiempo del que iba a disponer, pero lo pensé de inmediato. «¿Y si me pongo y hago yo uno?». Y lo que comenzó como una tontada, sacando imágenes y dibujos de aquí y de allá, para no tardar mucho en rematar la faena, se convirtió en el cuento que viene a continuación: «La Cenicienta que no era doncella». Será que conozco a Vera, y que sé que le gustan tanto los trajes de princesa y los príncipes azules como su madre los detesta.

    Como digo en la dedicatoria del cuento: Para todas las familias que sueñan un modelo diverso de educación.

    Y gracias a todas las mujeres que cada día me han ayudado a ser menos machoman. Entre ellas, Macarena, la mamá de Vera.

    Para leer el cuento o descargarlo puedes pinchar aquí o encima de la portada.

La violencia machista no es…

    La violencia machista no es la noticia en prensa de que otra mujer, una más, ha sido asesinada por su pareja. Ni empieza ni termina ahí.

    La violencia machista no son las denuncias, el maltrato, los gritos y las voces en el piso de la vecina. Los cristales rotos, los insultos, el abandono en el balcón o el descansillo de la escalera.

    Estas son sus consecuencias más graves.

    Pero la violencia machista de inicio con un piropo tan gracioso que a la chica, que no lo ha pedido, le da grima.

    Cuando en una discoteca le meto mano a una chica que tampoco me ha pedido nada aunque vaya con una minifalda extremadamente corta.

    Cuando me río de las opiniones de una chica porque es chica y de eso no sabe.

    Cuando «ayudo» en casa.

    Cuando en Navidad le digo a las chicas que a ver si se ponen a dieta rodeado de santos varones con barrigas cerveceras a los que nadie se dirige en similares términos.

    Cuando me creo mejor, por el mero hecho de ser varón…

    La violencia machista empieza sin darnos cuenta. En el día a día, y hay que estar al loro.

    Para el día de la ignominia de contra la violencia machista comparto el primer capítulo de mi novela «Yo, tú… él», porque así puede empezar lo que nunca esperas. Sigue leyendo

Expurgo pandémico desde una residencia de mayores (y II)

(Segunda y última parte del artículo que comenzaba la semana pasada).

    Y ahora, al lío, pidiendo al respetable que, siempre, durante la lectura, tenga en cuenta las variables expuestas y que tienen mucho que ver con salvar la economía y evitar el colapso sanitario y muy poco (o nada) con la salud de verdad, la física y la psicológica de las personas mayores por las que insisten en sentir una desmedida preocupación.

    Durante los dos primeros meses de confinamiento no se realizaron test de detección del SARS-CoV-2 ni a residentes ni a personal socio-sanitario, y si alguna persona mayor presentaba síntomas compatibles con la COVID-19 (tos seca, dificultad respiratoria, fiebre…) debía guardar cuarentena durante dos semanas, estuviera o no enferma de coronavirus, dentro de su habitación, porque nunca lo íbamos a saber. Obviamente, en una población con una media de edad de más de 80 años, ¿quién no tiene problemas respiratorios, tos seca o fiebre un día u otro? A saber: no basta con que no puedas salir a la calle si no que, aparte de prohibir también las terapias y actividades grupales y que comas con otras personas en el comedor, si tienes síntomas (da igual que una de las características de las demencias sea la deambulación errática) te quedas en tu habitación.

    Pudiera parecer, en un exquisito ejercicio de retorcimiento de la realidad del que se diría que han convencido a buena parte de la sociedad, que es una forma inmejorable de proteger a las personas mayores, pero pongo por caso lo que sucedió poco antes de escribir estas últimas líneas, aunque posteriormente hubo ligeras correcciones a estas medidas tan absurdas como oportunistas. Provincias y ciudades con transmisión comunitaria o al borde de tenerla, ¿cómo protegemos? Cerrando parques infantiles y residencias a cal y canto, sin salidas ni visitas de residentes y familiares; mientras, para proteger la economía, todo el personal de dichas residencias, que es quien ostenta unas posibilidades cuasi infinitas de llevar el virus al interior (no hace falta ser Blas Pascal para entenderlo, porque por mucho que se permitan salidas y visitas seguirían siendo residuales), podrá seguir yendo de bares, al gimnasio, comer y cenar fuera mientras «solo» sean seis personas, o incluso juntarse treinta personas en una comunión, una boda o un bautizo, lo mismo da que acaben alcoholizadas perdidas abrazándose por los rincones mientras lo hagan hasta las 10, las 11 o las 12 de la noche como máximo según el rigor (o laxitud) más o menos exquisito de cada Comunidad Autónoma. Y sus churumbeles también seguirán asistiendo al colegio, por supuesto, sin guardar la distancia de seguridad pues, parece ser, que no hay presupuesto para aumentar el profesorado, o juntándose con otros nenes y nenas en el recreo o en las asignaturas optativas; eso sí, en cuanto salieran de una clase masificada ya no podrían ir con su familia al parque, porque era un riesgo terrible e inmarcesible (finalmente, esta medida tan absurda como oportunista fue corregida). Huelga decir que no hay ni un solo dato que avale esa inexistente teoría que nadie podrá probar en la vida de que la transmisión se haya disparado gracias a los paseos o las visitas de las personas mayores de residencias o al contacto entre iguales en los parques infantiles. «Es la economía, amigos». Y como el equipo técnico de nuestra residencia es mucho de datos estadísticos las personas mayores van a seguir saliendo, aunque sea siempre acompañadas de nuestro personal, por mucho que lo diga un orden ministerial mientras la situación sea discriminatoria. Sigue leyendo