Acerca de Rafa Poverello

Más allá de la falsedad del nombre, pues no soy pobre ni aunque quisiera en virtud del bagaje socio-cultural del que me es imposible escabullirme, mi espíritu anda de su lado, no porque sean buenos, sino porque se les trata injustamente.

«¿Quién le zurcía los calcetines al rey de Prusia mientras estaba en la guerra?» (2013)

    La belleza no se puede explicar. Hay gente que lo intenta: quienes escriben, componen, incluso mindundis como yo. Pero, en realidad, como sucede con el amor, la esperanza o el placer, es imposible desbrozar el sentimiento, cada sensación, lo que nos provoca cada instante en el que se hace presente cualquiera de esos sentimientos. La belleza, el amor, la esperanza o el placer tienes que experimentarlos. La persona que escribe, compone o es mindundi como yo, sabe que todos los seres humanos hemos vivido en algún momento esas verdades intangibles y tienen capacidad de abstracción, por eso suele ser relativamente sencillo (y falso) el uso de comparaciones, de la hipérbole, mostrar las lágrimas o el gemido, y aún de forma más cutre colocar de fondo una música melancólica. Todo el mundo que no esté afectado por un trastorno lo entiende.

    Lo realmente difícil es hacer sentir desde el silencio, desde la nada, desde el puro trámite y la supuesta intrascendencia. «¿Quién le zurcía los calcetines al rey de Prusia mientras estaba en la guerra?», la novela gráfica que nos ocupa, tiene como título un obvia pregunta retórica que mucho tiene que ver con esos supuestos hechos intrascendentes: ¿quién leñes le va a zurcir los pantalones y hacerle los mejores platos al rey cuando está en la guerra? La madre, ¿quién si no?.

    Precisamente por todo a lo que hemos hecho referencia, se hace complejo, y hasta absurdo, escribir más de unas escasas líneas sobre este sencillo y espectacular cómic que va sobre la entregada vida de cuidados de una madre. Como podría ser cualquiera. Y por eso, porque no hay comparaciones, ni hipérboles, ni apenas lágrimas o gemidos, ni música melancólica de fondo, sino tan solo silencios y trámites es necesario leerla. Para entrar en esa nada de los cuidados y del amor que lo es todo, aunque nada diga.

     Puedes descargar la novela gráfica completa en castellano pinchando encima de la imagen.

Cuando ni tu enemigo se queja

    Si me viera constreñido por las personas que me odian (o por las que me aman en grado sumo) a anotar mis incoherencias línea por línea, el rollo de papel higiénico que debería de usar a fin de reflejar cada una de ellas con el rigor debido es posible que atravesara el Sistema Solar y alcanzara la Nebulosa de Orión.

    He de decir, en defensa propia y no como demérito, que buena parte de ellas resultan relativamente intrascendentes, más allá de que las incoherencias nunca sean dóciles en la mente de quien hace de ellas uso. A saber: tener móvil con Coltán de las minas del Congo, por ejemplo, por más que sea desde hace años de segunda o tercera mano; comprar productos del todo innecesarios, tipo chocolate de comercio justo, alguna que otra cerveza artesana, pedir un dürüm de falafel o meterme entre pecho y espalda dos roscones de reyes veganos en menos de dos días (a casi medias con mi pareja, eso sí), mientras la mayor parte de la población mundial no tiene ni donde caerse muerta. Ya digo, detalles que no dan para cortarse las venas y no socavan de cabo a rabo la particular idiosincrasia del que suscribe ni su manera de entender el mundo y las relaciones. Vaya, que no se desmonta mi escala de valores como un castillo de naipes, sino que cae alguna que otra carta con más o menos gracia.

     Como es meridianamente más sencillo (a la par de menos ejemplar) juzgar las incoherencias de quienes nos rodean y son figuras públicas, me voy a poner a ello, no porque me ofendan, en honor a la verdad, sino porque esas están más a la vista del personal, hasta salen en los medios de comunicación, pero algunas, por más gordas y funestas que se presenten, parecen no importunar a nadie.

    Comenzando por un caso también de parcial importancia, podríamos decir que es bastante incoherente que, si una persona con ideas alternativas decide entrar en la web de Anticapitalistas a fin de encontrar eso que venden sobre transformar de manera radical el sistema actual, compruebe que sus redes sociales pertenecen en su totalidad (salvaremos Telegram) a los todopoderosos GAFAM. Incluso más incoherente puede resultar que dicha persona les escriba un correo de contacto proponiendo alternativas anticapitalistas y antimonopolistas que podrían al menos combinarse con las otras y ni reciba contestación.

    Siguiendo una línea similar, podemos considerar del todo más incoherente que un miembro de Anticapitalistas, Kichi González, alcalde de Cádiz, en lo que sus colegas consideraron un dilema moral insoluble, defendiera en 2018 a Astilleros, sobre todas las cosas y posibilidades, a la hora de aceptar un contrato de venta de 400 bombas de precisión a Arabia Saudí y colaborar muy directamente en la guerra de Yemen. Sigue leyendo

Cuidarse

     El verbo cuidarse, así dicho, es hermoso, porque no tiene sujeto preciso: puede por tanto referirse a una misma y al resto de mortales que nos rodean y que necesitan, grosso modo, el mismo cariño y la misma ternura que cualquiera.

     He aprovechado este período de vacaciones para hacer algunas reformas en el blog y modificar enlaces a canciones y vídeos una vez que el servidor habitual parece haberse caído de manera definitiva. Ligeras reformas, pero que me apetecían.

     También me ha dado tiempo de pensar, igual que he hecho durante el confinamiento, la pandemia y esos meses un tanto aciagos del inolvidable año 2020. He dejado de lado tareas que me costaba apartar llevado por la inercia y, dentro de mi relativa asociabilidad, he redescubierto que hay personas, no muchas, con las que se puede quedar para no hacer nada. Esas son las mejores e irrepetibles.

     Lo único que deseo a todo el mundo es que siempre tenga a mano personas con las que no hacer nada, y que nos cuidemos. Con el amor infinito de quien no tiene nada que perder.

     Que pase y se siente el 2021. Lo acogeremos con amor infinito.

Feliz y sanitaria Navidad

    En fin, que ya están aquí las vacunas; lo que es una suerte, tanto para quienes creen en ellas como para quien no, pues ambas partes tendrán ya retahíla para rato y no aburrirse de hablar desde la Nochebuena hasta el Día de Reyes dentro del margen entre «ya nos curamos» hasta «nos van a insertar un microchip».

    Como suelo ser más pragmático y lo que no gusta es olvidar a las personas (que para eso está la clase política con la Salud Pública) este año voy a agradecer sin paliativos la lucha constante, desesperada y critica de toda la gente de bien que ha estado al pie del cañón desde el día 0 y lo sigue estando ahora: el personal sanitario y el socio-sanitario, ese que ya no oye las palmas en los balcones y que cuando dejó de oírlas era porque no les habían renovado el contrato en pleno proceso de desescalada.

    En esta Navidad donde las personas creyentes celebramos que nos vino la esperanza, afirmo que nunca se fue, porque la llevaron en brazos todo el rato enfermeres, médiques, auxiliares, terapeutes, fisios… que, codo con codo, han logrado que todo sea algo más llevadero o que han acompañado en el dolor y la muerte.

    Sirva mi belencito de este año de convencido, firme y sentido homenaje. Podéis hacer con él lo que queráis (de ahí sus diversas versiones): recortarlo como hice yo, mandarlo o darlo como felicitación, que lo coloreen les niñes…

    Gracias a toda la gente de bien y a seguir con fuerza, que la mayor parte de los virus que se quedan de un año para otro no se van a paliar con vacunas.

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