Acerca de Rafa Poverello

Más allá de la falsedad del nombre, pues no soy pobre ni aunque quisiera en virtud del bagaje socio-cultural del que me es imposible escabullirme, mi espíritu anda de su lado, no porque sean buenos, sino porque se les trata injustamente.

«Casa de muñecas» (1879)

Henrik Ibsen by peterpulp

Henrik Ibsen by peterpulp

     Cuando terminé de leer ‘Casa de muñecas’ recordé un dato, y falto de trivialidad y frivolidad os comparto que mientras termináis de leer esta reseña, en España una mujer habrá denunciado a su pareja por violencia de género. Una denuncia cada cuatro minutos, 367 al día en el año 2011. Se me ocurre pensar entonces en Nora, la exquisita protagonista de la obra de Ibsen, en la libertad frente al falso liberalismo, en la mentira complaciente creada desde la comodidad sin autocensura de la propia vida. Me gusta el noruego y leo compulsivamente ‘El pato silvestre’ y ‘Un enemigo del pueblo’. Confirmo mis mejores sospechas, me quito el sombrero que casi siempre llevo y que me niego a entregar a cualquiera. Henrik Ibsen inventa el teatro moderno; el último acto de ‘Casa de muñecas’, no ya argumentalmente (tuvo que cambiar el final para su representación en Alemania por ser… excesivamente liberal e incomprensible para la época) sino estructuralmente es de una novedad e influencia pasmosa. No se produce aglomeración de personajes, ni ese punto de inflexión Shakespeariano donde todo confluye en un éxtasis. Ibsen nos ofrece un diálogo, ni más ni menos, pero también nos llega ese éxtasis, se te ponen los vellos de punta… y te cabreas, con el capullo de Torvaldo y su estúpida concepción del sacrificio y la dignidad: «no hay nadie que sacrifique su honor por el ser amado».»Lo han hecho millares de mujeres», atiza Nora. Era 1884. Increíble, Nora se resiste a ser una muñeca de adorno, una mujer florero y eso es algo imperdonable para el varón que se cree su dueño.


     Los protagonistas de estas tres obras teatrales de Ibsen son seres que nadan a contracorriente, embargados por decisiones más o menos desordenadas pero tomadas desde lo que consideran justo y honrado. Son personas normales, creíbles, conscientes de sus valores, pero sobre todo que luchan por la libertad en medio de variadas mentiras piadosas, aunque unas lo son más (Nora y Gina justificables en ‘Casa de muñecas’ y ‘El pato silvestre’) y otras bastante menos (absolutamente vergonzante la actitud del alcalde Stockmann en ‘Un enemigo del pueblo’). Ibsen golpea la autocomplacencia, desprecia la sociedad tan pulcra, tan honrada… tan falsa y le horroriza el sentimiento del deber cumplido cuando esclaviza, obstruye y castiga la libertad del prójimo; lo hace a diestro y siniestro, desde el realismo social, sin piedad y en una escala ascendente de simbolismo que culmina en ‘Un pato silvestre’. 

     “Estúpidos están en todas partes formando una mayoría aplastante”, reflexiona el Dr. Stockmann en ‘Un enemigo del pueblo’. Aterrizan desde ‘Una casa de muñecas’, pues si algo deja claro Ibsen es que las convenciones sociales, aunque sean producto de una mayoría, son sólo memeces si esa mayoría es mema, como suele suceder en gravísimas ocasiones, y que la verdad y la libertad no han de imponerse sino descubrirse, pues el castigo a pagar suelen cobrárselo a inocentes como Hedvigia, y a intereses muy altos.


     Empecé con un dato y termino con otro. Tres matrimonios conforman el fresco que construye Ibsen con esta teatral triada. De ellos, tan sólo en una ocasión el miembro culpado recibe el apoyo casi incondicional de su pareja; sucede cuando ésta es la mujer. Yo también odio a esos hombres del siglo XIX que esconden sus debilidades al amparo de unas faldas de “muñecas” a las que hacer culpables. Y lo reconozco, en incontables ocasiones, yo también soy un memo.

     Como siempre, para terminar, unos fragmentos:

«NORA: ¿Qué consideras tú mis deberes sagrados?.
HELMER: ¿Tengo que decírtelo yo? Son tus deberes con tu marido y tus hijos.
NORA: Tengo otros no menos sagrados.
HELMER: No los tienes. ¿Cuáles son esos deberes?.
NORA: Mis deberes conmigo misma.
HELMER: Ante todo, eres esposa y madre.
NORA: No creo ya en eso. Creo que, ante todo, soy un ser humano, igual que tú…o, cuando menos, debo intentar serlo. Sé que la gran mayoría de los hombres te darán la razón, Torvaldo, y que están impresas en los libros tales ideas. Pero yo ya no puedo pararme a pensar lo que dicen los hombres ni lo que se imprime en los libros. Es preciso que por mí misma opine sobre el particular y procure darme cuenta de todo.»
 

«NORA.- No hablo de preocupaciones. Lo que quiero decir es que jamás hemos hablado en serio ni hemos intentado tocar juntos el fondo de la realidad …
HELMER.- Pero, querida Nora, ¿era ésa una ocupación apropiada para ti?
NORA.- ¡Éste es precisamente el caso! Tú no me has comprendido nunca … Habéis sido muy injustos conmigo, papá primero, y tú después.
HELMER.- ¿Qué? ¡Nosotros dos! … Pero ¿hay alguien que te haya amado más que nosotros?
NORA.- (Mueve la cabeza). Jamás me amasteis. Os parecía agradable estar en adoración delante de mí, ni más ni menos.
HELMER.- Vamos a ver, Nora, ¿qué significa este lenguaje?
NORA.- Lo que te digo, Torvaldo. Cuando estaba al lado de papá, él me exponía sus ideas, y yo las seguía. Si tenía otras distintas, las ocultaba; porque no le hubiera gustado. Me llamaba su muñequita, y jugaba conmigo como yo con mis muñecas. Después vine a tu casa.
HELMER.- Empleas unas frases singulares para hablar de nuestro matrimonio.
NORA.- (Sin variar de tono). Quiero decir que de manos de papá pasé a las tuyas. Tú lo arreglaste todo a tu gusto, y yo participaba de tu gusto, o lo daba a entender; no puedo asegurarlo, quizá lo uno y lo otro. Ahora, mirando hacia atrás, me parece que he vivido aquí como los pobres …, al día. He vivido de las piruetas que hacía para recrearte, Torvaldo. Pero entraba eso en lo que te proponías. Tú y papá habéis sido muy culpables conmigo, y tenéis la culpa de que yo no sirva para nada.»

 

Tocables

     Ante el escrache
The Untouchables by jon rubin

The Untouchables by jon rubin

      De memoria escribo con renuentes aunque vívidos recuerdos. En pantalla aparecen en plano americano Costner/Ness y Connery/Malone a las puertas de uno de los ascensores de la oficina del FBI de Chicago despidiéndose del agente del tesoro Oscar Wallace, interpretado en escena por el bajito y más feo del grupo Martin Smith. Cuando se cierran las puertas, en una de las más brillantes escenas del filme y recurriendo a uno de sus habituales planos-secuencias, De Palma decide seguir con la cámara a Eliot Ness y al policía raso Jim Malone reconvertido en agente federal con el objetivo marcado de capturar a Capone. Ambos recorren los pasillos de las oficinas divagando sobre los futuros pasos de la operación para acabar con Scarface; la cámara los escolta en su trajín sin perder detalle, atraviesan varias salas e intercambian comentarios con los compañeros; al cabo de unos minutos el espectador comprende que algo ha roto el monótono soniquete de las máquinas de escribir y los faxes; algunos agentes se muestran más acelerados y extrañados al tiempo que comienzan a escucharse de fondo las primeras notas de la percutora partitura de Morricone. Ness y Malone preguntan, es el ascensor, se ha quedado bloqueado y el llamador no funciona. Martilleante banda sonora in crecendo; la cámara persigue a los agentes que con los rostros desencajados y perdiendo el temple suben las escaleras a pasos de gigante. Al fondo de la pantalla se aprecia a un grupo de agentes observando más allá de las puertas abiertas del elevador cuyo interior aún no puede contemplarse. Ness y Malone se acercan nerviosos, sempiternamente acompañados por la cámara. Un giro y sobre el suelo frío del ascensor, en un malogrado escorzo, desparramado en sangre y con el pecho atravesado por una ráfaga de ametralladora puede verse al agente del tesoro Wallace. A un metro escaso de la cabeza mortalmente apoyada en la pared del fondo se lee en grandes letras mayúsculas pintadas con sangre: UNTOUCHABLES (INTOCABLES).

Sin ánimo de invitar a la violencia sino al pragmatismo: t
odos somos tocables. 
     Este simple hecho, tan efectivo como evidente y que devuelve a la realidad a Eliot Ness haciéndole consciente de la inmensa empresa a la que está destinado, es al que debieran sin duda acogerse con la más sensata de las humildades aquellos que creen a pie juntillas estar hechos de otra pasta distinta y de mejor calidad a la del resto de mortales, cual si ellos mismos no fueran tales. Si hay algo manifiesto en el fondo de cualquier discurso -sea espontáneo o calculado- es que detrás de las palabras que lo componen preexiste siempre una ideología. Una frase mal dicha y puntual es perdonable en virtud de múltiples factores, pero un discurso… el discurso no tiene disculpa posible. Justo este aspecto recurrente y cíclico que incide en la afirmación rotunda del acto delictivo y antidemocrático en el que incurren los ciudadanos que realizan escraches es el coyunturalmente alarmante, porque más allá de sus argumentos estériles y vacuos persiste una forma de entender el poder. El endiosarse como punta destacada de un asumido onanismo, el “Complejo de Mesías” obviando la voluntad del pueblo, la egolatría normalizada dentro de determinada clase social… todas ellas son características típicas del totalitarismo y del fascismo, dos regímenes políticos construidos a imagen de los añejos emperadores romanos, intocables para el vulgo y cuya única voluntad orgásmica se podría resumir en el deseo explícito de Calígula: que todo el pueblo dispusiera de un solo cuello para ser decapitado de una vez. 
      El caso es que el escrache a los poderosos es coacción y perceptivo de delito. Ahora…
Reducir servicios de ambulancias, el co-pago sanitario o la negación de la seguridad social a las personas inmigrantes que no tienen todos los papeles en regla no es presión ni crea alarma social.
Las altas comisiones hipotecarias de la Banca -ilegales en Europa por otro lado- no deben prohibirse ni impedir que sus Consejos de Administración sigan imponiendo normas y criterios injustos e inviables de cumplir por sus clientes.
Pretender, bajo decretos y modificaciones legislativas de escasa publicitación, nombrar a los rectores universitarios es altamente democrático.
Enviar a los Cuerpos de “Seguridad” del Estado como servicio público que atiendan las necesidades de los bancos en los desahucios contra ciudadanos que lo único que exigen en la mayoría de los casos es que se les reconozca un derecho constitucional no debe de ser delito, aunque se le pueda parecer.
Limitar el derecho de manifestación, la libertad de expresión de los fiscales y de prensa en virtud de la supuesta estabilidad de los poderes fácticos tampoco es coacción.

Sólo deben ser considerados delito de coacción o extorsión los escraches, aunque algunos consistan tan sólo en la inocente actitud de adherir pegatinas en la puerta de una sede o en lanzar cuatro consignas al paso decidido del ministro de turno; son delito por el mero hecho de que les afecta a ellos, a los que ostentan el poder desde alturas remotas y entonces hay que legislarlo, metódica y concienzudamente, porque son intocables y la libertad y la lucha del pueblo que sufre jamás ha de anteponerse a la tranquilidad estamental de quienes lo gobiernan con puño de hierro.
Hasta el nacional-socialismo comenzó de forma menos manifiesta su “solución final” (evidentemente este último comentario es escrache y sujeto de delito, porque ha salido de los labios de un servidor, que al fin y al cabo es un don nadie y no gobierna ni en su piso de alquiler).

Ante la indecencia y la estupidez y por encima de la imposible renuncia a la protesta y a la justicia, he de reiterar la necesaria y asumible verdad: todos somos pasta marchita, células moribundas a lo largo de una determinada existencia. “¿Qué importaba dónde uno yaciera una vez muerto? ¿En un sucio sumidero o en una torre de mármol en lo alto de una colina? Muerto, uno dormía el sueño eterno y esas cosas no importaban. Petróleo y agua eran lo mismo que aire y viento para uno. Sólo se dormía el sueño eterno, y no importaba la suciedad donde uno hubiera muerto o donde cayera.”* Dentro de poco ellos también estarán durmiendo el sueño eterno.


* “El sueño eterno”, Raymond Chandler. Alianza editorial, 2002.

«La dignidad de los nadies» (2006)

Francisco 'Pino' Solanas and Richard Stallman at Wikimania 2009 Welcome Dinner.

Francisco ‘Pino’ Solanas and Richard Stallman at Wikimania 2009

     Si existe una película candidata por derecho propio a protagonizar una de las entradas sobre cine de este blog esa es sin duda, más allá de sus beldades cinematográficas -que también haberlas haylas-, este documental de Pino Solanas, un martilleante trasiego por todas y cada una de las causas que condujeron al corralito en la República Argentina y especialmente por cada una de las realidades dolorosas que fue dejando a su paso como cadáveres.

La dignidad de los nadies” es un acertado homenaje a todas aquellas personas que a golpe de coraje y desde sus supuestas escasas posibilidades nos demuestran que con voluntad -el mayor motor que mueve el mundo- SÍ SE PUEDE. “No estamos derrotados”-dice Toba, el maestro-. “Estamos pasando un período de reticencia. Hay ríos subterráneos”. Confianza y fe en que todo es viable si actuamos desde la justicia, como la del voluntario del comedor pobre que cocina para 250 personas con tan sólo el jugo y la abundancia de dos cebollas.

El mayor ejemplo de solidaridad y esperanza, de la dignidad inabarcable de los nadies nos lo otorga Margarita con una frase de compromiso difícil de entender para quien quiere luchar sin desear tener pérdidas: “aprendí a vivir con nada y hay otros que viven peor”.
Solanas nos habla de frente en medio de las situaciones dramáticas e insostenibles que se esfuerzan en imponer también ahora aquellos que ejercen el poder contra otros más débiles. Con su pragmatismo desbroza y destroza cualquier presupuesto formal políticamente aceptado y, a pesar de una quizá excesiva presencia de su voz en off, muestra un camino real y posible al que acogerse para revertir la tragedia y el desamparo de los que sufren.

Nuestro corralito español es imagen de cada una de las cáusticas verdades que aparecen en el filme: recortes en la educación y en la sanidad públicos, rescate a la Banca, policías infiltrados en las manifestaciones creando disturbios, subastas de terrenos de labranza en tremenda similitud con los desahucios, suicidios… Y propuestas, simples, alternativas: los campamentos piqueteros, comedores sociales, educación en los barrios objetos de exclusión, los movimientos contra los remates con la simple arma del himno nacional que impide a una uniforme voz poner en marcha las subastas.

Una lucha tan constante como desequilibrada, pero que con garra y templanza derrumba y hace casquetes las palabras injustas y vomitivas del que sólo ejerce el poder desde arriba:
«Si el barco se hunde conviene que se hunda del todo».
«Cómo se nota que usted no está dentro del barco».

 

A José Luis, hermano de indignación

A José Luis, hermano de indignación, y a su vívida existencia
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homenaje a sampedro, por caballeroilustrado


¡Oh, capitán! ¡Mi capitán!
De indignadas vísceras
y jamás marchitos párrafos.

Comienza otro viaje que,
sobre un mar de cielo agnóstico
y en merecida ataraxia,
obvia infiernos timoneando el navío
de esperanza que dejaste.

Dispersa, tú, la nivola
a Unamuno abrazado,
pues no existe muerte
que a quien gozó vivir
vencerle alcance.

No grites,
cual si necesitaras ahora,
tardíamente, alzar la voz
para hundir tu boca descosida
en las lagunas del éter.

Susurra al oído del mundo
tu verdad,
austera y tangible
a imagen del barro que negó
servirte de origen.

Nada importa cuan rotunda se muestre
la oposición tuya hacia el dogma:
eterno eres, como las olas
o tu imposible palabra en el silencio.

Completado ya su secular viaje
mi capitán responde,
preñado aún de voluntad
y siento su brazo.

Ha anclado, insondable, el navío en mi puerto,
cuya entraña,
hendida por Tánatos
y confiada estoicamente en Hipnos,
recorre la cubierta donde mi capitán jamás yacerá
frío y muerto.

 

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