Acerca de Rafa Poverello

Más allá de la falsedad del nombre, pues no soy pobre ni aunque quisiera en virtud del bagaje socio-cultural del que me es imposible escabullirme, mi espíritu anda de su lado, no porque sean buenos, sino porque se les trata injustamente.

«Surcos» (1951)

field-1209424_960_720     José Antonio Nieves Conde, un realizador de clara tendencia conservadora, demostró sin pretenderlo que el neorrealismo no era un género exclusivo para países con una ideología de izquierdas como sucedía por aquel entonces en Brasil, Cuba o la India, y en una época de bárbara censura franquista dirigió la primera película neorrealista española
     El estilo de Nieves Conde es de obra maestra y en nada envidiable al de los grandes maestros italianos como De Sica o Visconti, si bien el guión, a pesar de su crudeza, no es tan marcadamente sombrío y seco como en el cine italiano, lo que pudo ayudarle a pasar la censura, así como el recurso al humor en algunas ocasiones, algo impensable en el cine neorrealista y que se acerca más a la manera de enraizar la crítica social de Berlanga (sin llegar a su perfeccionismo y equilibrio) y que era común denominador en el cine español de la dictadura.

     No obstante, sería notoriamente injusto olvidar que las críticas despiadadas que recibió el filme por parte de la Iglesia por su manera de plasmar desde el realismo más estridente temas políticamente incorrectos para la época como el machismo, los valores religiosos, el éxodo rural, la explotación laboral o el estraperlo, todo ello junto con el estreno en España de «Ladrón de bicicletas» (De Sica, 1948), hicieron que la censura obligara al director a modificar ligeramente el final y a incluir una disruptiva voz en off en su última escena que pretende otorgar una inusitada y falsa esperanza en virtud de lo que se ha podido ver a lo largo del metraje de «Surcos» y que es necesario obviar. 


     Habría que destacar sin duda en el plano de situaciones tabúes y cuanto menos curiosas las repetidas secuencias de maltrato a la mujer, que si bien pueden resultar poco tendentes a la crítica desde nuestra perspectiva de espectador del siglo XXI, suponen una descripción firme de la propia realidad social de la época, pues sólo aparecen de manos de delincuentes o gentes rurales y parece evidente que el director las muestra como una actitud incivilizada y excesivamente común.

     Magnífica fotografía y excelente interpretación de María Asquerino, posiblemente la primera femme fatale a la española que conduce al caos a todo varón que ose acercarse a ella.




«Los miserables» (1862)

Victor_Hugo

Victor Hugo

Me suele dar escalofríos descubrir un reloj de pulsera en la muñeca de algún que otro figurante en un péplum (excepto si lo han dirigido los Monty Python, en cuyo caso acepto hasta naves extraterrestres; véase “La vida de Brian”). Lo que puede resultar una verdad de Perogrullo tiene también sus vertientes, y es que lo más chocante en mi caso no es el evidente anacronismo, sino que uno no se lo espera porque para que esas cosas no sucedan existe un responsable, y chirría. Mucho. Sin embargo, para una criatura de tres años y medio el asunto pasa absolutamente desapercibido y puede que tan sólo se dedique, con la mirada fija en la pantalla, a disfrutar de los gladiadores. Yo mismo reconozco que a pesar de mis soberanos esfuerzos por ver esa sombra de avión que la leyenda urbana asegura que aparece en la carrera de cuadrigas del “Ben-Hur” de Wyler he sido incapaz de centrarme y descubrirla, pues al final acabo metiéndome de pleno en la escena por mucho que pueda considerarla en muchos aspectos una película sobrevalorada. El caso es que las evidencias que consideramos que lo son pueden no serlo para todo el mundo y, en el ángulo inverso, aquello que nos arrogamos el derecho de exigir puede ser un contrasentido al contemplar verdades de perogrullo que somos incapaces de saber que lo son esperando lo que sería anacrónico esperar.

     ¿Y a qué esta parrafada hablando de la obra inmortal de Hugo? “Los miserables” es una novela enmarcada dentro del movimiento romántico francés de la segunda mitad del siglo XIX, ya con algunos pasos aventurados hacia el realismo, y del mismo modo que no me imagino a Beethoven componiendo el “I want it all” de Queen (y disfruto lo mismo de uno como de otro) no he de exigirle a Hugo, ni a ningún autor, un imposible; menos aún si dentro de las características tipo de la literatura romántica y habida cuenta de que olvidar de que todos somos hijos de nuestro momento histórico es como insultar al tiempo, “Los miserables” es una novela inmensa, sublime. Hablar de la obra de Hugo es hacerlo sobre todo de Jean Valjean, el personaje al que el escritor y poeta francés decide otorgarle el protagonismo de la novela. Todas las criaturas que surgen en la literatura obedecen a un fin determinado de su autor y Hugo deja cristalina su idea desde la predilección empleada en el propio título, desde las primeras páginas de “Los miserables”: “las faltas de las mujeres, de los hijos, de los criados, de los débiles, de los pobres y de los ignorantes, son las faltas de los maridos, de los padres, de los amos, de los fuertes, de los ricos y de los sabios. […] Si un alma sumida en las tinieblas comete un pecado, el culpado no es en realidad el que peca, sino el que no disipa las tinieblas.” ¿Se puede ver esto como puro maniqueísmo o es en buena parte verdad y hacer patente esa realidad -entre otras muchas realidades- es el fin al que tiende Hugo en el desarrollo de su novela y del personaje principal alrededor del que fluye la trama?  Sigue leyendo

Charles Bukowski

Bukowski by pamukcuceveyediprens

Bukowski by pamukcuceveyediprens

Cuarenta y nueve años tenía el enfant terrible Bukowski (con lo que ya se hizo algo tarde para ser considerado como tal) cuando gracias a la generosidad pecuniaria del editor John Martin pudo dejar de realizar los más diversos trabajos (en ese preciso momento como cartero de una oficina de correos de Los Ángeles) y dedicarse en cuerpo y alma a la escritura, su pasión, así como a beber, fumar y seguir teniendo una ‘mala’ vida sin tener que preocuparse de dónde sacaría el dinero para mantenerla.

Poemas, artículos y algún que otro relato era lo único que hasta entonces había entregado al público el escritor de origen alemán. En un mes escribió su primera novela, «Cartero», cuyo evidente título inicia una secuencia de obras marcadamente autobiográficas protagonizadas por su alter ego Henry Chinaski. Rompió entonces todo tipo de moldes a nivel de escritura creando la simplicidad estilística cargada de rudeza e incorrección política que vino a llamarse realismo sucio y que es de fácil indigestión para espíritus y estómagos sensibles.

Capaz de lo más cáustico y de lo más sensible, de despertar las más altas pasiones y fobias, Charles Bukowski nunca ha pasado desapercibido en cada una de las facetas a la que se ha acercado, incluidos guiones de cine y de novela gráfica. Un ser especial, dolorido y errante como cualquier humano de infancia infeliz.

Vivir de cubos de basura

el viento sopla fuerte esta noche
y es viento frío
y pienso en los chicos
de la calle.
espero que algunos tengan
una botella de tinto.

cuando estás en la calle
es cuando te das cuenta de que
todo
tiene dueño
y de que hay cerrojos en
todo.
así es como funciona la democracia:
coges lo que puedes,
intentas conservarlo
y añadir algo
si es posible.

así es también como funciona
la dictadura
sólo que una esclaviza
y la otra destruye a sus
desheredados.

nosotros simplemente nos olvidamos
de los nuestros.

en cualquier caso
es un viento
fuerte
y frío.

Pobreza

es el hombre que tú nunca has visto quien
te mantiene alerta,
el que ha de venir
algún día.

él no se encuentra en las calles o
en los edificios o en los
estadios,
o si está allá
lo he pasado por alto de algún modo.

él no es uno de nuestros presidentes
u hombres de estado o actores.

me pregunto si se encuentra allí.

bajo las calles
paso delante de farmacias y hospitales y
teatros y cafés
y me pregunto si él se encuentra ahí.

he mirado casi durante medio siglo
y él no ha sido visto.

un hombre vivo, verdaderamente vivo,
digamos cuando desciende la mano
al encender un cigarrillo
ves sus ojos
como los ojos de un tigre mirando fijamente
al pasar en el viento.

pero cuando las manos bajan
es siempre los
otros ojos
los que están allá
siempre siempre.

y pronto será demasiado tarde para mí
y habré vivido una vida
con farmacias, gatos, sábanas, saliva,
periódicos, mujeres, puertas y otros surtidos,
pero en ninguna parte
un hombre vivo.

De profundis

     Ay madre cuánta gente… pero si he venío pronto y con estas ansias esperando vete tú a saber “¿A qué hora abren?” “¿Quién es la última?” A las cinco y media casi una hora queda qué ganas de llorar a esas dos de ahí las conozco del patio seguro que ellas a mí también Me están mirando ay madre qué vergüenza 

     Bufff una hora seguro que también me han conocido si estoy aquí a ver si os creéis que es por gusto Ea nene nene ea qué feo que está el carrito que van a pensar que no estoy pendiente de mi niño No que no le digan nada a las asistentas por Dios si está delgadito es porque no tengo leche pa’ darle… ya quisiera yo ay madre mía como digan de quitármelo “¿Y hay que esperar mucho? ¿Ayudan o no?” Depende me dicen A quien quieren tienes que venir sucia y ponerte pesá “Pues una vecina me ha dicho que han ido a su casa, un chico joven y una mujer más mayor y le han atendío mu’ requetebien” “Claro, será de esas a las que les pagan siempre el recibo de la luz. Porque lo que es a mí…” Esta es de las Cortés pero si están aquí también too el día que lo sé yo de buena fe y ahora se me pone a llorar el crío Ea ea tchi tchi… más angustia pa’l cuerpo si es que come tan poquito “¿Cuántos años tiene?” “Es mu’chiquito toavía. Catorce meses” Qué caló hace aquí esperando entre el sol y los nervios me voy a derretir “Pues dentro también hace una caló pa’ cagarse. Oye tú, que acabas de llegar, ponte a la cola so lista. Y en la oficina ya ni te cuento que como entre antes alguna así espesilla a veces hay una peste…” 
     Qué miedo lo del niño Nunca han dicho las asistentas ná de llevárselo si es que no tengo qué le hago y el padre con el bicho y por ahí tirao Me voy a ir me parece pero es que no tengo ni pa’ hoy “¿Y te ayudan hoy mismo si lo ven urgente?” “Ay, urgente, si estamos aquí todas será por algo, ¿no?” “Algunas dicen que las han dao dinero en la oficina y salen mu’contentas, pero ellos nos dicen que aquí no dan nada nunca y que antes tienen que venir a visitarnos a la casa” De esta gitana también me suena la cara Del mercaíllo Y está aquí pidiendo si está toos los fines de semana en el puesto Pero algún papel pedirán pa’ lo de la tarjeta del Economato si no… “El conomato no lo abren ya hasta setiempre. Ya ves tú, y mientras ¿nos murimos de hambre o qué?” Pues bien gordita que se la ve pa’ pasar tanta hambre y con los oros bien colocaos “¿Y a casa pa’ qué vienen?” “Pa’ chismorrear” “No seas así. Dice esas cosas porque está desesperaíta, pero cuando vienen a la casa no se ponen a mirar por aquí y por allí. Se sientan contigo y si les explicas las cosas bien explicás hasta tristes se te ponen. Que se les ve mu’ buena gente, pero no pueden ayudar a to el mundo. Tú fíjate las que estamos hoy, y ayer por la mañana también abren” 

De Profundis by Pergamina

De Profundis by Pergamina


     Me están subiendo los colores qué corte tener que venir por primera vez y aquí esperando tanto rato “Hale, ahí vienen ya” “Buenas tardes” “Buenas” Pues a mí me parecen agradables y mira cómo nos sonríen y todo no sé si dejar el niño fuera con la vecina pa’ que no me pregunten qué ganas de llorar Si es que no me van a entender y con tanta gente que entra los voy a aburrir con mis cosas ay que se me están saltando las lágrimas Como me ponga así es que me conozco y no voy a poder ni explicarme 

     Bufff vaya bochorno en la salita al entrar qué mal me salgo fuera y casi mejor no angustiarme más escuchando a esta gente opinando de tó y cada una según le va Ea, ea al menos ya ha dejao de chillá el Raulito y ha pasao la primera mu’ dispuesta que va como si se conocieran de toda la vida “Buenas tardes, Salud. Pero si viniste la semana pasada; otra cosa distinta no te vamos a poder decir” Me veo hasta encorbá y to de la pena ahora mismito vuelvo a la sauna esta “Salgo un momentito con el niño que hace mucha caló. Guardadme la vez, por favor” Cuántas me quedan seis antes que yo y que no se enrollen No me van a ayudar que lo sé yo como mi marío está to el día enganchao… pero qué culpa tengo yo madre

     En la sala no hay rocío que refresque la ansiedad seca y firme que habita los huesos y la mente de Paqui. Ha pasado cerca de una hora desde que con menos angustia de la que ahora carga se acercara a las verjas oscuras y derretidas de la oficina de Cáritas. Una hora de desesperados monólogos e inquietos sentires. Una hora de insegura presencia con la esperanza cada vez más alejada de su alma. Acaba de salir la mujer que la precedía en su agotadora espera. “Que no me vean llorar por Dios, que va a ser peor y más vergüenza me va a dar”. Atraviesa la puerta y con la cabeza agachada apenas es capaz de exhalar un inaudible buenas tardes. “Buenas tardes”, le responden con dulzura, “me llamo M; ¿y tú? ¿Es la primera vez que vienes, verdad?” Paqui alza la mirada y observa un rostro cansado, pero amable. Se repite internamente, una y otra vez como un mecánico martilleo de conciencia, que no va a llorar, que sería un desastre. Le tiemblan los labios y siente humedecérsele los párpados. Entonces explota y un reguero de lágrimas rotas se clavan en sus mejillas. M la está mirando con su rostro amable, comprensivo, con los ojos tristes.

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