Acerca de Rafa Poverello

Más allá de la falsedad del nombre, pues no soy pobre ni aunque quisiera en virtud del bagaje socio-cultural del que me es imposible escabullirme, mi espíritu anda de su lado, no porque sean buenos, sino porque se les trata injustamente.

«Accattone» (1961)

Pier Paolo Pasolini by krio0ut

Pier Paolo Pasolini by krio0ut

Hay artistas difíciles de explicar (lo de catalogar ya sería de nota). Como fuera de tiempo aunque bebiendo de las fuentes obvias de su generación, el trasgresor por excelencia Pier Paolo Pasolini, novelista y director de cine, debe ser considerado por decreto uno de ellos.

Marxista, católico y homosexual y que sufriera en su juventud la dictadura de Benito Mussolini, sus obras contienen todos los ingredientes para ser odiada y repudiada por los movimientos neofascistas de la década de los 60 e incluso del propio Partido Comunista que lo expulsó de sus filas tras su declarada homosexualidad.

Pasolini, siendo de la misma quinta y nacionalidad de genios tan distintos como Visconti, Fellini, Leone o Antonioni, aún logró marcar notables diferencias en su forma de entender y enfocar el cine. A partir de la renuncia expresa a todo lo que consideraba superfluo en iluminación, música o planificación y en claro contraste a sus contemporáneos o el cine surgido en Francia con la Nouvelle Vague el director nacido en Bolonia, usando la simplicidad de las técnicas del cine de los años 20 mucho más cercano al movimiento neorrealista y al pragmático Bresson, nos ofrece unos filmes plagados de directividad, de planos fijos en reconocida influencia de los cuadros de la etapa renacentista. Pero lo que deja en absoluta circunspección al espectador es que a pesar de usar recursos primarios, en sus argumentos y en forma de enfocarlos o adaptarlos (véase “El evangelio según san Mateo” o “El Decameron”) no tiene el más mínimo reparo en realizar la película que tiene en mente, fuera de prejuicios morales, religiosos o sociales, lo que precisamente en virtud de su sequedad supone mayor impacto visual.

“Accattone”, su primer filme, es el paradigma de todos estos argumentos. Pasolini, que colaborara en el guión de “Las noches de Cabiria” (Fellini, 1957), nos muestra con una firmeza pocas veces vista hasta entonces la crudeza de los suburbios de Roma, abandonando toda mínima dulcificación o identificación con sus protagonistas -al contrario sobre todo que Fellini-, en este caso la historia visceral de un vago y proxeneta que supuso las iras de la tradicional sociedad italiana.

Necesario se nos hace recordar como primordial característica de este inusitado creador y en una muy similar tendencia a la del nombrado Fellini, que a pesar de su clara influencia neorrealista, ya desde esta cinta, Pasolini nos ofrece su particular universo surrealista y simbólico, cargado de referencias bíblicas con la clara intención de llenar de trascendencia la más mundana de las vidas y de sus terribles decisiones. Algo que consigue con inusitada contundencia gracias a la música sacra, medida y precisa, de J. S. Bach.

Dejemos paso a un artista mayúsculo, distinto, único… tan odiado como auténtico. Demos entrada a Pasolini.

 

«Soy leyenda» (1954)

I am Legend by DriPoint

I am Legend by DriPoint

Suele decirse con escaso margen de error aquella frase, que ya es casi una redundancia, de que “el libro es mejor”. Si hay un paradigma de novela destrozada a diestro y siniestro por los gaznápiros guionistas de la supuesta Meca del Cine esa es sin duda “Soy leyenda”. Dos versiones cinematográficas vi: la más reciente de Will Smith de igual título, y la de los años 70 protagonizada por Charlton Heston, “El último hombre vivo”. Esta última es para quemarla directamente en la hoguera -aunque cinematográficamente pudiera resultar algo más ducha- y se parece a la fuente de la que bebe como un huevo a una castaña. pero de la de Lawrence prefiero abstenerme de comentar nada so riesgo de cometer un soberano spoiler, pues su final se carga a ráfaga de ametralladora todo el sentido crítico y percutor de la sólida obra de Matheson.

Matheson, un experto en el género de la ciencia ficción con títulos tan impactantes como “El increíble hombre menguante” (aquí nada que objetar al espectacular filme de serie B de finales de la década de los 50), resulta un excelente narrador de historias de una ágil lectura, al que el desarrollo de la trama suele ser una mera excusa para hablar de realidades bastante más profusas.

Richard Matheson by Patrickgrau2

Richard Matheson by Patrickgrau2

En el caso que nos ocupa, el escritor criado en Brooklyn, inventa un género sin tan siquiera pretenderlo. Las cosas no nacen como tópicos, sino que se convierten en… y con esta novela de 1954 y publicada en 1958, fecha bastante anterior al estreno de “La noche de los muertes vivientes” de George A. Romero, supuesto padre del zombie moderno, Matheson crea de manera rotunda todos aquellos aspectos que se harían clásicos en este subgénero de terror, aunque ni se le pase por la cabeza llamar zombies a sus vampiros, cuando claramente lo son. Pero desde sus primeras páginas, y de manera radical según avanza la angustiosa existencia de Neville, lo del vampirismo es un pretexto para hacer una reflexión terrible sobre la soledad, la condición humana y, sobre todo, del concepto de normalidad (la normalidad es un concepto mayoritario, comenta Neville en el capítulo final), tanto que la tercera parte de la obra es profundamente distópica.

“Un horror acumulado termina por ser una costumbre”, comenta Neville un momento crucial y tan rodeado de caos. Cada sociedad tiene su propio horror, su propia normalidad, que acaba siendo una costumbre: la pena de muerte, la corrupción, el paro… y el que osa cuestionarlo acabará tan aislado como Neville.

«Durante unos días Neville salió al porche cuando el perro terminaba de comer.
Se le escapaba siempre, pero a medida que pasaban los días, se detenía, más
confiado, en medio de la calle para mirar hacia atrás. Neville no lo perseguía
nunca. Sentado en el porche, lo miraba y esperaba. Aquello parecía un juego.
Un día, Neville se sentó en el porche antes de que el perro llegase. Y cuando
apareció en la acera de enfrente, siguió sentado.
Durante casi un cuarto de hora el perro se paseó por la acera, arriba y abajo, sin acercarse a la comida. Neville se alejó del plato, y el perro pareció
animarse. Pero, de pronto, cuando Neville cruzó las piernas inconscientemente,
retrocedió con rapidez. Luego caminó de un lado a otro, por la calle, sin saber
qué hacer: miraba a Neville, la comida, y otra vez a Neville.
– Vamos, criatura dijo Neville, acércate al plato. Demuestra que eres un perro
bueno.
Pasaron diez minutos más. El perro estaba ahora en la misma acera de la casa, moviéndose en círculos cada vez más pequeños.
– Así se hace -dijo Neville suavemente.
Esta vez el perro no parecía asustado ni se aparto al oír la voz. Neville esperó, sin moverse.
El animal se acercó todavía más, con el cuerpo tenso y vigilándole.
– Está bien -le dijo Neville.
De pronto el perro corrió, arrebató la comida y salió a toda prisa. Las
carcajadas de Neville lo siguieron a través de la calle.
Mal bicho comentó cariñosamente.
Contempló al perro mientras comía. Se había tendido en el césped amarillo que había enfrente de la casa, con los ojos clavados en Neville. Disfruta, pensó
Neville. De hoy en adelante tendrás comida de perro. Se acabó la carne fresca.
Cuando el perro terminó de comer, sin incorporó y cruzó la calle con menos
miedo. Neville sintió que el corazón le latía con fuerza. El perro empezaba a
confiar en él, y eso, de algún modo, le emocionaba.
Adelante -se oyó decir a sí mismo en voz alta. Toma el agua ahora.
En su rostro apareció una repentina sonrisa de deleite. El perro alzaba la
oreja sana. ¡Está escuchando!, pensó Neville excitado. ¡Entiende lo que digo,
el granuja!
Adelante, criatura -siguió diciendo. Toma el agua y la leche. No te haré daño.
El perro se acercó al agua y bebió ávidamente, alzando de cuando en cuando la cabeza para vigilar.
– No hago nada -le dijo Neville.
Qué rara le sonaba su propia voz.
Un año era mucho tiempo para vivir solo y silencioso».

«Siente un pobre a su mesa»

Poverty in Baguio 2 by lukedecena

Poverty in Baguio 2 by lukedecena

Lo dijo hace más de cincuenta años Luis García Berlanga, un director de esos que incomprensiblemente -en virtud de sus claros bofetones a la madre patria- fue capaz de sortear la censura demostrando que de necios e incultos suele andar llena: “siente un pobre a su mesa”. La película de marras es de 1961, se llama “Plácido” y tal vez debiera ser de obligado visionado en todos aquellos grupos, grupejos o grupúsculos de alta y tal vez poco escrupulosa solidaridad.

Ya digo que medio siglo ha transcurrido como en un casuístico chasquido de dedos, pues esa moralidad aburguesada que nada tiene que ver con la conciencia social vuelve a nuestros hogares, a nuestra parroquia o al colegio de nuestros retoños cada diciembre, como San Nicolás o como el anuncio de Coca-cola, con la ínclita campaña del kilo; o retoma más fuerza que el propio ciclón o terremoto que desbroza sueños y vidas -que son casi lo mismo- con ese salvador número de cuenta en la que ingresar un euro, diez, veinte… un millón, y rezar a Dios para que el año próximo -o esa misma Navidad- surja de nuevo una trepidante desgracia macromundial que me toque la fibra emotiva y pueda volver a sentirme más salvador de la humanidad que Louis Pasteur o Alexander Fleming.

Pero lo más grave no es que una vez al año, o incluso al trimestre, nos dé por ser solidarios irreflexivos, lo demoledor es serlo de enero a diciembre con la abstrusa libertad que otorga la buena intención, de las que dicen está el infierno lleno. Lo malo es primar el sentirme bien y dejar en segundo plano al pobre, porque este actuar conlleva de fondo una terrible ideología.

Imaginemos por un momento a un enfermo del corazón, de edad intermedia, con irrisorios recursos económicos, en lista de espera porque obviamente no todo el mundo puede permitirse pagar una operación a tocateja y al que cada vez le quedan menos latidos de renta pero no goza de la suficiente urgencia porque aún existe en mejor posición quien dispone de menos latidos. Mas, ¡ay!, ha habido suerte, pues un señor muy solidario y bien avenido que ha leído un par de enciclopedias sobre cardiología se ha ofrecido voluntariosamente a abrirle gratis en canal y estamparle un marcapasos. Muy agradecido.
Y qué decir de aquel abuelo que acaba de sufrir un derrame cerebral quedando inmovilizado de la parte derecha y al que, por el momento, la maravillosa Seguridad Social que pagamos entre todos no le concede servicio gratuito de rehabilitación. Menos mal que, afortunadamente, una joven que acude al gimnasio tres veces por semana y tiene algunos aparatos en su casa va a realizarle con la mejor voluntad del mundo varias sesiones de fisioterapia. Igualmente agradecido.

Lo tenemos claro, es una burrada, toda la peña sabe de sobra que con la salud no se juega. Ahora sí, con los pobres y sus necesidades la cosa es meridianamente distinta, porque por muy mal que lo hagamos o por nefanda que vaya a ser nuestra buena intención los excluidos son gentes tan miserables, tan mierdecillas, con tan escasos recursos que peor… no va a ser, y al fin y al cabo me dan tanta pena y se siente uno tan bien. Por eso nunca está de más darle unas monedas al transeúnte que dice necesitar un billete de bus -no es mi problema si al día siguiente sigue dando tumbos por el centro de la ciudad pidiéndole a otro-, o al sin techo apostado día sí día también en la puerta de esos grandes almacenes -si va a gastárselo o no en alcohol ¿cómo puedo yo saberlo?-, o al colega ese que aparca coches en la estación y tiene muy malas pintas -de algo hay que vivir y al menos sé que no me va a rallar el auto-… o entregarle esa bolsa de alimentos cada mes, cada dos meses a decenas de familias que en buena medida ni conocemos ni acompañamos -lo de menos es si les hacemos o no dependientes, si son otras sus dificultades, pues resulta también tan hermoso que alguien dependa de ti y sentirte importante-.

Animo pues a las personas de generosidad inaudita y buena disposición a seguir creando bolsas de pobreza, a mantener a los marginados, a los desheredados, a los que no saben ni lo que quieren en el lugar que les corresponde: la vereda del camino, porque aunque no todo el mundo se siente con la autoridad moral de realizar una operación a corazón abierto o de dar a bote pronto unas sesioncillas de fisioterapia como quien no quiere la cosa, los pobres son algo bien distinto, unos don nadie y no hace falta haber estudiao para ayudarles sin cagarla. Total, ayer mismo me leí un PDF muy chulo sobre la relación de ayuda con personas resistentes al cambio.

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César Vallejo

César Vallejo, Niza 1929

César Vallejo, Niza 1929

«El literato de puerta cerrada no sabe nada de la vida. La política, el amor, el problema económico, el desastre cordial de la esperanza, la refriega directa del hombre con los hombres, el drama menudo e inmediato de las fuerzas y las direcciones contrarias de la realidad, nada de esto sacude personalmente al escritor de puertas cerradas».

Esta frase de César Vallejo puede resumir con suma perfección la vida y entrañas del imprescindible autor peruano, para muchos uno de los mayores y más originales poetas de todo el siglo XX.

No debe de ser fácil vivir intentando ser coherente más allá de todo sacrificio, ni como persona ni como creador, pero para clamar sobre esa posibilidad está Vallejo, por mucho que el propio autor dijera de sí mismo en su poema Espergesia que yo nací un día en que Dios estuvo enfermo, grave.

Desde el reconocimiento internacional hasta a la crítica más despiadada, desde la posición relativamente acomodada hasta el vagabundeo por falta de los más mínimos recursos económicos… César Vallejo pasó por todas las condiciones que puede un ser humano disfrutar y padecer, todo por no renunciar ni a sus ideas comunistas que le trajeron duros enfrentamientos tanto en su propio país como en oros de adopción como España o Francia, ni a su firme creencia en que había de revolucionar el mundo de la literatura creando obras ahora consideradas sublimes y capitales en la historia de la poesía por el uso del léxico y de neologismos, como su libro Trilce, y que serían acogidos con frialdad y hasta con burla por sus contemporáneos.

Su compromiso socio-político se refleja de manera especial en sus escritos posteriores a los años 30, poemas que serían recopilados por su esposa y publicados de manera póstuma.

Dos botones de muestra, el conocidísimo Masa y el incluido dentro de sus Poemas Póstumos Los nueve monstruos. Aunque a simple vista pueda parecerlo, en este último no hay erratas.

MASA

Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «¡No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Se le acercaron dos y repitiéronle:
«¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando «¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: «¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Entonces todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar…

[youtube https://www.youtube.com/watch?v=XQCBCwkPZSY]
LOS NUEVE MONSTRUOS
I, desgraciadamente,
el dolor crece en el mundo a cada rato,
crece a treinta minutos por segundo, paso a paso,
y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces
y la condición del martirio, carnívora, voraz,
es el dolor dos veces
y la función de la yerba purísima, el dolor
dos veces
y el bien de ser, dolernos doblemente.
Jamás, hombres humanos,
hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera,
en el vaso, en la carnicería, en la aritmética!
Jamás tanto cariño doloroso,
jamás tan cerca arremetió lo lejos,
jamás el fuego nunca
jugó mejor su rol de frío muerto!
Jamás, señor ministro de salud, fue la salud
más mortal
y la migraña extrajo tanta frente de la frente!
Y el mueble tuvo en su cajón, dolor,
el corazón, en su cajón, dolor,
la lagartija, en su cajón, dolor.
Crece la desdicha, hermanos hombres,
más pronto que la máquina, a diez máquinas, y crece
con la res de Rousseau, con nuestras barbas;
crece el mal por razones que ignoramos
y es una inundación con propios líquidos,
con propio barro y propia nube sólida!
Invierte el sufrimiento posiciones, da función
en que el humor acuoso es vertical
al pavimento,
el ojo es visto y esta oreja oída,
y esta oreja da nueve campanadas a la hora
del rayo, y nueve carcajadas
a la hora del trigo, y nueve sones hembras
a la hora del llanto, y nueve cánticos
a la hora del hambre y nueve truenos
y nueve látigos, menos un grito.
El dolor nos agarra, hermanos hombres,
por detrás, de perfil,
y nos aloca en los cinemas,
nos clava en los gramófonos,
nos desclava en los lechos, cae perpendicularmente
a nuestros boletos, a nuestras cartas;
y es muy grave sufrir, puede uno orar.
Pues de resultas
del dolor, hay algunos
que nacen, otros crecen, otros mueren,
y otros que nacen y no mueren, otros
que sin haber nacido, mueren, y otros
que no nacen ni mueren (son los más)
Y también de resultas
del sufrimiento, estoy triste
hasta la cabeza, y más triste hasta el tobillo,
de ver al pan, crucificado, al nabo,
ensangrentado,
llorando, a la cebolla,
al cereal, en general, harina,
a la sal, hecha polvo, al agua, huyendo,
al vino, un ecce-homo,
tan pálida a la nieve, al sol tan ardio!
¡Cómo, hermanos humanos,
no deciros que ya no puedo y
ya no puedo con tanto cajón,
tanto minuto, tanta
lagartija y tanta
inversión, tanto lejos y tanta sed de sed!
Señor Ministro de Salud; ¿qué hacer?
¡Ah! desgraciadamente, hombres humanos,
hay, hermanos, muchísimo que hacer.