Acerca de Rafa Poverello

Más allá de la falsedad del nombre, pues no soy pobre ni aunque quisiera en virtud del bagaje socio-cultural del que me es imposible escabullirme, mi espíritu anda de su lado, no porque sean buenos, sino porque se les trata injustamente.

Prioridades

     Entrada actualizada el 7 de julio de 2016

 

Me llamaron de Endesa el otro día.
“Buenas tardes. Soy fulanita, de Endesa. Nos ponemos en contacto con usted…”
“Para ver por qué paso de vosotros y me he cambiado de compañía, básicamente”, pienso. Y acierto con más tino que un campeón olímpico de tiro con arco.
“… es muy importante la opinión de nuestros clientes”. Ex-clientes, querrá decir, y no perder los eurillos mensuales del ala. Como soy prudente llanamente respondo.
“Porque no estoy de acuerdo con la política de su empresa”.
Le da igual, claro, y ella no tiene la culpa, lo más probable es que le paguen por cliente retornado a la casa materna, digo, madrastrerna.
“Estaremos encantados de que vuelva con nosotros, si ahora no lo tiene claro volveremos a llamarle”. Muy amable, estoicamente amable, cual si tuviera hasta tapones en los oídos.
“Cuando no engañen más a la gente con fraudes me vuelve a llamar”.
Adiós y hasta pronto.

Y es que estamos todos la mar de cabreados con Endesa (y con muchas cosas más, por supuesto). De hecho, una conversación que versaba también sobre tan ínclita empresa de electricidad mantuvimos hace unos seis meses en una jornada de Pastoral Obrera. Gente mucho más alternativa y solidaria, es de suponer, que una telefonista que trabaja para la citada compañía. Por tanto, quedó más cristalino que el agua de un manantial de sierra comprado por Coca-Cola: son todos unos desgraciados. Entonces, recordando la verdad suma de Gandhi acerca de que los de arriba no van a cambiar porque se conviertan gracias a una iluminación divina sino obligados desde una situación de poder, expuse lo obvio sin pretender crear en realidad el más mínimo debate.
“Sí, pero ¿quiénes de los que aquí estamos no tenemos la luz con Endesa, Iberdrola o una cuenta en CajaSur? Es tan sencillo como hacer una llamada y cambiarse”.
Hubo asentimientos, pero el silencio podía cortarse con el filo mellado y oxidado de una cuchara de palo.
“Comodidad, cambiar la cuenta del banco es un tostón para todo”. Admitía alguien a quien tengo en alta estima.

Más o menos lo esbocé en aquella entrada de blog de no hace tanto llamada “Quejarse sale gratis”, pero digamos que entonces la cosa iba de excusas y del enfermizo mal de nuestro siglo: la esquezofrenia, y hoy, para no dar lugar a salvaguardar la propia conciencia de incoherencias, el asunto es tan simple como hablar de prioridades. En la digna película de la todopoderosa y tendenciosa Disney “Big Hero 6” (Chris Williams y Don Hall, 2014) su protagonista Hiro, un niño superdotado de apenas doce o trece años, tras mostrar al público sus minúsculos microbot, movidos por una especie de escáner cerebral, dice: “si puedes pensarlo, puedes hacerlo”.
Parafraseando a Hiro hemos de decir sin gaitas que todo, a fin de cuentas es cuestión de prioridades, y si no puedes hacerlo, es que no lo piensas o que piensas más en otra cosa que te inspira más, aunque joda reconocerlo. En la época de la infinita información vía Internet hay tantas opciones ante cualquier decisión común con implicaciones globales que lo único que puede hacernos elegir entre una u otra es a qué le damos más valor: ¿no hacer una llamada a todos aquellos sitios donde tengo un recibo domiciliado o no apoyar a un banco que promueve desahucios? ¿Hacer lo de siempre para no tener que molestarme o mejor implicarme en un cambio aunque parezca leve?
Lo esbocé, un poco, porque otro era el sentido, ahora, para que el lector (y el que suscribe) revise sus prioridades… digamos.

* Motor de búsqueda en Internet: todos conocemos Google y otros buscadores tipo Yahoo, Bing… a la hora del rastreo de dirección IP y compartir una información privada a la que no tienen derecho y de la que nos llevamos las manos a la cabeza. Pues existen, por ejemplo, Startpage , que vuelca los mismos resultados que Google sin filtrarlos, o DuckDuckGo, con rastreo propio que se dio a conocer a partir del escándalo PRISM; ambos con varios premios de privacidad. Para los más avezados, pues es un motor de búsqueda basado en P2P y habría que instalarlo en el PC, está Yacy, aunque la búsqueda se basa en el intercambio de información de usuarios y por el momento es limitada.

* Medios de comunicación: nos cabrea como a un toro resabiado la manipulación, el control de la información, pero seguimos entrando (comprando) en las webs de El país, El mundo, ABC, Marca, As… porque nadie habla mejor de noticias o de deporte que estos impresentables que han apoyado sin ambages el canon AEDE que prohíbe los enlaces (cualquiera, incluso los libres) en Internet. Pues existe una amplia lista de medios que se han negado a firmar el Canon, y algunos de lo mÁs generalistas (no sólo hablamos de Diagonal, Tercera Información…): Agencia EFE, Europa Press, La Gaceta… Uno mismo. Prioridades.

* Servicio de mensajería: Gmail depende de google, hotmail de la mastodóntica Microsoft… sendas empresas más que censuradas y denunciadas repetidas veces por saltarse a la torera la protección de datos (aparte de su propio funcionamiento global y empresarial). Hay alternativas, como en casi todo. Un correo electrónico con interfaz web, estable, y creado en plataforma de software libre GNU/Linux: openmailbox. Pero es taaaaan insoportablemente cansado cambiar de e-mail.

* Móvil: no es este el espacio apropiado para hablar detenidamente de la extracción del Coltán, pero sí de ofrecer la opción factible y responsable: Fairphone, creado a partir de componentes respetuosos con el medioambiente y con las personas. ¿Qué cuesta una pasta? No más que una tele de plasma de nosécuántas pulgadas, que unas vacaciones a Praga y Budapest, o que uno de esos de última generación que no ofrecen ‘gratis’ a los 18 meses para que sigas con contrato de permanencia. Prioridades. Y siempre queda la opción del segunda (o tercera) mano. Prio-ri-da-des.

* Compañía de telefonía: son, con diferencia, las empresas que más denuncias anuales suman por fraude, incumplimientos… Vamos, no conozco a nadie que no haya echado pestes y toneladas de excrementos sobre sus cabezas. Pero el hecho es que en caso de cambiarnos lo hacemos a otra igual o peor al final. ¿Y no joroba eso de ‘para que te quedes con nosotros te bajamos la cuota mensual a niveles irrisorios’? Coño, ¿y no me lo podéis hacer por buena fe sin tener que pedir portabilidad? Eticom. Aún casi en pañales, creada por una cooperativa catalana, que aparte de tarifas móviles ya está en condiciones de ofrecer servicios de fijo e internet, aunque está teniendo algunos problemas -casualmente- a la hora de ponerse de acuerdo con las compañías que le alquilan los servicios. Hay que aportar la cuota de socio para poder disfrutarla, pero ya digo: prio-ri-da-des. Para jugar a la bonoloto o a las quinielas cada semana no hay que ser socio, desde luego.

* Banca: sí, en esto estamos casi todos de acuerdo. Son los más mamones entre los mamones. Fundamentales en el desarrollo y mantenimiento de la crisis y el endeudamiento, pero bueno, los pongo verde y ya está. Al fin y al cabo son todos iguales y es un follón cambiarse. Prioridades. Opciones: con sus luces y sombras Triodos Bank, un banco ético que funciona con todos los servicios habituales en la entidades, pero con transparencia a la hora de donde invierten (nada de armamentos, empresas de gas, telecomunicaciones, petroleras…); Proyecto Fiare, entidad de depósito y crédito, ya con operatividad para particulares de manera normalizada; y una tercera, poco contemplada, pero seria y distinta, las Cooperativas de Crédito, muy distintas en fundamentos al resto de bancos y cajas, así como en sus proyectos, aunque hay que andar con ojo porque algunas, como Arquia, tienen acciones y fondos de inversión en empresas de industria militar (INDRA).

* Compañías eléctricas: no hace falta extenderse mucho en sus objetivos, conocidos muy de sobra por el respetable. Denunciadas innumerables veces y condenadas por fraude al consumidor. Pues también existen cooperativas, la mayoría de energía verde cien por cien renovable: Zencer, Gesternova, Som… También se necesita previa aportación de socio, pero ¿quien le pone pegas a participar activamente en una cooperativa alternativa? Seguro que lo que nos roban otras con los contadores eléctricos digitales no nos lo devuelven por no tener participaciones.

* Petroleras: lo más chungo a nivel de alternativas reales, la verdad verdadera, a menos que compres un coche nuevo híbrido o vayas en bici, lo que no es mala opción, desde luego. El transporte público o el coche compartido es otra posibilidad, parcial, pero posibilidad. Plantearse con objetividad si sale más rentable tener coche o alquilarlo sólo cuando haga falta puede ser igualmente un gesto de responsabilidad. Y si no queda más remedio y aunque es obvio que las gasolineras familiares compran el combustible a las gordas, al menos nos negamos a repostar en éstas o en las de autoservicio que, por norma general, no es que sean más baratas curiosamente, a pesar de que la atención sea más deficiente.

* Alimentación y ropa: sí, es comprensible y de Perogrullo, los productos de alimentación y textiles biológicos y/o de comercio justo son más caros, lo mismo que una birra en un bar y pocos deciden tomársela cada día en la casa. Prioridades eran, ¿no? Barato-explotación versus menos barato-solidaridad. Hasta zapatos hay de material cien por cien reciclado, vegetariano o vegano. ¿Pedirlo por Internet sin probártelo? Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. Un hotel sí, aunque luego sea una puta mierda comparado con las fotos.

¿Lo he dicho? Prioridades. Y disculpas por la extensión. No volverá a repetirse, y al fin y al cabo era el último de mis reclamos antes de darme vacaciones a principios de agosto.

«Conducta» (2014)

 

Ernesto Daranas en el rodaje de «Conducta»

“Si quieres un delincuente, trátale como un delincuente”. Esta máxima, esgrimida como a golpe de florete, por la dignísima maestra Carmela (una sensacional Alina Rodríguez) puede resumir a la perfección el sentido que el contestatario director y guionista cubano Ernesto Daranas quiere conceder, sin ambages ni dulzainas, a este su segundo largometraje de ficción: “Conducta”. Se nota que el tipo es licenciado en pedagogía.

Especializado en documentales, por los que ha recibido innumerables galardones internacionales, la película -que tampoco adolece de premios en numerosos festivales- no baja en absoluto de nivel y mantiene -de una manera peculiar, pero poco dada a la condescendencia- la seriedad y la denuncia social tan marcada desde siempre en buena parte del cine latinoamericano. Hay filmes que prometen y que al final acaban engañando y hasta torciendo el gesto para hacerlo lo más agradable a ojos del respetable por más chutes de realismo que digan aportar. El último ejemplo puede ser “Trash, ladrones de esperanza” (Stephen Daldry, 2014), y el paradigma la laureada y -bajo mi humilde opinión- manipuladora y sobrevalorada “Slumdog Millionaire” (Danny Boyle y Loveleen Tandan, 2008). Curiosamente ambas del Reino Unido, nada que ver con los golpes de efecto que provienen, tal vez, de quien sufre y ve desde la infancia aquello de lo que habla: “Ciudad de Dios” (Fernando Meirelles y Kátia Lund, 2002), “Tropa de élite” (José Padilha, 2007) o la más reciente “La jaula de oro” (Diego Quemada-Díez, 2013).

Quizá, la cinta de Quemada-Díez sea técnicamente más impecable que la de Daranas, al que tampoco se le pueden poner desde luego muchas faltas, pero los entrañables personajes creados por el director nacido en La Habana, tan creíbles como la propia historia en la que los hace subsistir, transmiten una indiscreta emoción de la que resulta difícil abstraerse y aun sobreponerse.

    Dentro de la densa amalgama de ideas que recorren “Conducta” (prostitución, presos políticos, educación, inmigración, infancia…), el fundamento obvio que inspira cada fotograma -excelentemente representado por las palomas- es el concepto de la libertad, al que más allá de excusas/motivos a los que decidamos aferrarnos estamos unidos indisolublemente por el mero hecho de ser individuos capaces de decidir. Pueden existir condicionantes, variables, ambientes… pero a la postre es el propio ser humano, con el bagaje de toda su historia personal, quien opta por adaptarse (a la pobreza, a la exclusión, a la norma…) o por abrazar otras posibilidades, que suponen igual dosis esfuerzo como de apertura a algo mejor.

Es lo que cree Carmela, por lo que lucha contra todo fundamento legal si este es notoriamente injusto: ¿qué vale más la ley que prohíbe colocar la estampita de un santo en la clase o lo que significa a nivel vital para un alumno poner la estampita? La ley se hizo para el hombre, y no el hombre para la ley. Es lo que vive Carmela, hasta sus últimas consecuencias, que no hay que plegarse a lo mayoritario para evitar el conflicto. Y cuando hay argumentos sólidos para la resistencia, el enemigo queda retratado con los suyos propios que expone.

Hay un punto culminante en cualquier obra que distingue de manera radical aquellas llevadas por la buena intención (lo comercial) de aquellas otras que se sienten incapaces de renunciar a la crítica: en una película ese momento de inflexión suele acontecer en los últimos cinco o diez minutos y la convierten -aparte de otros aspectos, claro- en “Slumdog Millionaire” o en “Ciudad de Dios”. Daranas lo sabe y prefiere no dar palmaditas en la espalda a pesar de dar más o menos pábulo a la esperanza.

Para descargar la película completa pincha aquí.

«Matadero cinco» (1969)

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Kurt Vonnegut by Lysistrata

Uno de los ejemplos paradigmáticos acerca de ese dicho de que la historia la escriben los vencedores es sin duda el bombardeo de Dresde, llevado a efecto durante tres días consecutivos por la aviación aliada pocas semanas antes de la capitulación alemana en la Segunda Guerra Mundial, que devastara toda la ciudad con bombas y dispositivos incendiarios dejando a su paso decenas de miles de cadáveres, la mayoría civiles. Los datos, casi imposibles de confirmar, van desde los 25.000 muertos a los más de 200.000 según las fuentes.

Este incidente, que tal vez debería nombrarse como vergüenza nacional en todos los países con fuerzas implicadas, apenas es nombrado en las noticias cuando aún persisten dudas más que serias de si debería ser considerado como crimen de guerra.

Vonnegut, un tipo supuestamente de lo más corriente, quien siendo soldado formó parte del ejército de infantería de Estados Unidos en la batalla de las Ardenas, fue capturado por las tropas alemanas a finales de 1944 y conducido a Dresde donde fue encerrado en un sótano llamado matadero 5, en el que, junto con otros compañeros, logró sobrevivir al bombardeo de la ciudad. Tan tremenda experiencia fue una constante en su producción literaria, donde hace referencia a ella en varias de sus obras aparte de dedicarle la satírica novela que nos ocupa.

Difícil de encuadrar en un sólo género, “Matadero cinco” bebe de la ciencia-ficción, el surrealismo, la comedia y la distopía, pero en todo momento queriendo Vonnegut remarcar de manera preclara el realismo, la verdad, la historicidad de todo cuanto relata, de su tragedia personal por más inverosímiles que puedan resultar muchas de las narraciones que describe, y que enmarca repetidamente su álter ego Pilgrim dentro de la expresión común al final de cada una de ellas con un lacónico: así es la vida.

    «Todos somos insectos prisioneros en ámbar», se lee al final de uno de sus primeros capítulos, y puede servir esta expresión de resumen del sin sentido y de la crítica despiadada con los que Vonnegut nos describe la verdad que contiene en esa frase: la muerte metódica, sistemática de infinidad de personajes nada más ser sacados a escena. Ese punto infinito de eterno retorno casi imposible de sortear y puro choque de intereses entre el deseo y la fatalidad que se impone tiene su punto álgido en el enfoque inicial y más que imposible con el que el protagonista se enfrenta al bombardeo de Dresde, de atrás hacia adelante, como en un retorno al pasado imborrable, y que también queda definida de manera magistral, en una especie de confesión de autor que recuerda indefectiblemente la voluntad del papá Benigni en «La vida es bella» o del judío Williams en «Ilusiones de un mentiroso», en varias fases de la novela:
«Los dos intentaban rehacerse a sí mismos y rehacer el universo entero. Y por eso la ciencia ficción constituía una tan gran ayuda para ellos».
O esta otra aún más redonda que le suelta Rosewater, uno de los protagonistas, a un psiquiatra:
– Creo que ustedes van a tener que inventarse un buen montón de mentiras bien dichas, o la gente no querrá seguir viviendo».
Un enfoque narrativo y uso de las situaciones absurdas similar en parte a la controvertida «La espuma de los días», de Vian. Los dos autores parten de situaciones duras y reales (el francés de la enfermedad terminal de su mujer y el estadounidense del bombardeo de Dresde) y a raíz de los sentimientos de indefensión y desesperanza que ello provoca crean universos ficticios con los que revertir en cierta medida el mundo que les rodea y lograr explicarlo, como evasión sobre todo en el caso de Vonnegut, y como deformación de la realidad en el caso de Vian. Ambos otorgándole verdad a los sentimientos por encima de todo lo demás.

Pero en el fondo Vonnegut era un hombre crédulo en mitad del desastre, y podría decirse que al final de la novela no renuncia a la esperanza, del mismo modo que sucede con la familia terrestre en las «Crónicas marcianas» de Bradbury: siempre nos quedará Tralfamadore, un lugar desde el que comenzar una nueva vida a pesar de las tragedias y luchar sobrado de cuerda locura a imagen de Billy, o como Don Quijote contra los molinos de viento.

Puedes descargar la novela completa pinchando aquí.

   -Otra vez te he salvado la vida, necio bastardo. – Dijo Weary a Billy, en el hoyo. Había estado salvándole la vida continuamente. Con el muchacho era absolutamente necesario echar mano de la crueldad, pues él no hubiera dado un solo paso para salvarse. En efecto, Billy quería abandonar. Hacía frío, hambre, aturdimiento y era incompetente. Para él, en aquellos momentos apenas existían diferencias entre estar dormido o estar despierto; ya no distinguía entre andar o quedarse quieto. Deseaba que todo el mundo le dejara solo. «Muchachos, continuad sin mí», repetía una y otra vez. La guerra era una cosa tan nueva para Billy como para Weary. Porque también éste era un sustituto. formaba parte de una batería de artilleros, pero solamente había ayudado a disparar un proyectil, en un cañón antitanque de 57 milímetros. El cañón hizo un sonido desgarrado, como si se hubiera abierto la cremallera de la bragueta del Dios Todopoderoso, y barrió la nieve llevándose por delante la vegetación. El disparo, dio en el blanco, pero la huella dejada en el suelo mostró con toda exactitud a los alemanes el camuflado escondrijo del arma. El tanque «Tigre» a quien iba destinado el cañonazo giró lentamente su hocico de 88 milímetros, vio el rastro en el suelo y disparó. Murieron todos los de la batería menos Weary. Así fue.

Paganos mercachifles

Existen ocasiones en las que la realidad posterga toda idea predeterminada e invita, con la machacante percusión de un martillo pilón, a compartir indignidades necesarias y espontáneas que logren evitar sin letargo una úlcera de estómago de irreparables consecuencias.

Hoy era ese día, en el que “no tocaba” reclamar y protestar, sino compartir una más analgésica entrada sobre algún clásico de la literatura o algún cómic de marras que nos haga pensar un poco, y hasta retroalimentarnos sin llevarnos al cabreo o a la frustración. Pero el señor obispo, Don Demetrio, y sus acólitos tenían otros planes.

No soy yo, católico apostólico y romano -mas con múltiples desavenencias con determinados aspectos de esta iglesia mucho más jerárquica que fraterna-, nada dado a las parafernalias, procesiones sacras y excesivos ripios reverenciadores del fervor popular y que hacen un flaco favor a otros sectores, tal vez menos castos, pero favorecedores de la justicia esa del reino a la que hacía referencia un carpintero pobre de Nazaret que dejó el curro y una relativa estabilidad para anunciar la liberación a los desposeídos y darle por saco a aquellos de arriba que manejaban el cotarro de la religión sin ayudar al pueblo ni con un solo dedo.

    Resulta entonces que me encuentro con que el pasado sábado se celebraba en la capital cordobesa el insólito Regina Máter, o lo que es similar, la Mariana Magna, que consistía -para aquellos neófitos semejantes a mí- en la venerable procesión por las calles aledañas a la Mezquita-Catedral (que me sepan disculpar quienes preferirían sólo el uso del segundo sustantivo) de más de 20 imágenes de la virgen en sus muy diferentes y variadas advocaciones con el agravante (sí, no es baladí el adjetivo) de haber sido todas coronadas canónicamente.
Se montaron gradas con multitud de sillas de plástico al módico precio de entre 12 y 15 euros del ala para rendir pleitesía y cantar humildes alabanzas a la madre del Salvador. [Y, mejor entre corchetes, sufragar parte de los estratosféricos gastos de tal evento entre los cuales, obviando otros menos pagados por los vecinos y vecinas de este lugar, se incluía el también magno dispositivo de seguridad formado por 410 agentes policiales, entre nacionales, locales y efectivos de la Guardia Civil].

En época de crisis, de bajos salarios, de paro, de gente que no tiene ni dónde caerse muerta es de lo más reconfortante descubrir ciertas prioridades eclesiásticas pues, aparte de la concesión de 875 becas de estudio por el ínclito valor de 200.000 euros, ha preferido el cabildo dedicar el 775 aniversario de la Mezquita-Catedral (repito, y bastante curioso que se celebre este aniversario tan peculiar que sin ser mal pensado me lleva a reflexionar acerca de la penitente insistencia de la Iglesia durante los últimos dos años en reclamar su propiedad) a actos de generosidad tan apabullantes como el Via Crucis Magno del pasado año o este que nos ocupa y que, en poco o nada, exhiben un boato y una ostentación ofensivos difíciles de sortear con la mera excusa de las donaciones particulares.
Y también me dio la petera de echar un generoso vistazo en los buscadores, que saben de todo y casi no ocultan nada, acerca de lo que había escuchado de las coronaciones canónicas y la magnánima aportación económica de las cofradías y hermandades. Me apetece empezar por un aspecto que aparece con claridad manifiesta en el punto cuatro del propio rito de la liturgia romana y que, probablemente, llevará al carcajeo generalizado: Tanto los actos litúrgicos y sociales como la materialidad de la misma corona, deben ser marcados por un criterio de austeridad.
Sigo monumentalmente interesado, claro, cuando recuerdo que en diciembre del pasado año a un ladrón le dio por robar una corona a la Virgen de la Piedad, en Toledo, con un valor de 120.000 eurillos (casi el valor de las becas esas de estudios), y hago un exhaustivo recorrido por la historia de las coronaciones canónicas en nuestro país del que comparto sólo dos cosillas de nada de dos momentos históricos muy diversos y que pueden servir al respetable para hacerse una ligera idea de la inconmensurable austeridad que rige dichos actos:

– En el año de gracia de 1920, la corona de la Virgen del Rosario en la misma capital del Tajo costó 27.000 pesetas de entonces y fue fabricada en oro y platino y adornada por 170 brillantes, 10.451 rosas, 99 esmeraldas, 3.015 zafiros, 3.687 rubíes y 53 perlas, siendo reconocida como uno de los mejores trabajos de orfebrería del siglo XX en España.

– Ya en los 80, tanto la Virgen de las Angustias (1988) como la de Triana (1984), lucieron en sus sienes una corona de más de tres quilos y medio en oro macizo e incrustaciones de diamantes siendo la utilizada en ambas dada su riqueza y calidad.

La expulsión de los mercaderes del templo
(Giovanni Paolo Panini, 1724)

Se me antoja pensar que, si la Indignación Magna contaba con la participación de 23 vírgenes coronadas canónicamente con sus respectivas coronas y cada una de ellas -siendo de lo más misericordioso- pudiera costar alrededor de 100.000 euros, estuvieron paseando por la ciudad a la vista abotargada de decenas de indigentes y pobres la friolera de 2.300.000 euros (sin contar mantos bordados en oro, palios, andas, candelería y demás vainas). Se me pone el vello como escarpia de pensar en la santa devoción que se le guarda a la virgen; hasta alguna lagrimilla se me cae. Eso sí, en el último apartado de aquel ritual litúrgico de las coronaciones al que hacíamos referencia se apunta que como gesto de expresión de caridad fraterna se destinará una aportación económica a una obra social de la Iglesia. No dice cantidad, con 30€ vale.

Si a aquel maestro de Nazaret al que -se supone- seguimos le hubiera dado el sábado por darse una vuelta por Córdoba el azote de cuerdas con el que expulsó a los mercaderes del templo hubiera sido una minucia. Lo mismo hasta saca el lanzallamas.