Parece que preocupa la ascensión de la ultraderecha en Europa y en otras zonas del globo: EE.UU. y, recientemente, Brasil. Claro que, si preocupa, lo hace dentro de determinados círculos, todo hay que decirlo, pues como el panorama mundial no se ha construido a base de círculos concéntricos, existen otros ambientes bastante jugosos en los que la peña está muy satisfecha.
El ejemplo de las 10.000 voces (más unas 3.000 almas más, porque supongo que alma tendrán, que se quedaron a las puertas) cantando a voz en cuello Yo soy español en el Palacio de deportes Vistalegre hace poco más de una semana es eso, un ejemplo, que podría servirnos de paradigma de que lo que debería de preocuparnos, si acaso, no es la ascensión de los partidos de la ultraderecha, sino que ascienden porque la gente de a pie deposita en ellos su confianza.
Comentaba el escritor Montero González en un artículo de opinión de eldiario.es que, hace un par de años, por una de esas jugarretas que amaña el destino, coincidió con Santiago Abascal firmando libros en la misma caseta de la Feria del libro de Madrid; la cola que esperaba ufana a recibir la rúbrica del presidente de VOX en un ejemplar de Hay un camino a la derecha parecía no tener fin. Huelga decir que el señor Abascal no es escritor, como no lo fueron Hitler o Escrivá de Balaguer, por poner un par de notas dispares, pero sus respectivas obras Mi lucha y Camino se siguen vendiendo como churros en cualquier madrugada de un día de Año Nuevo; da exactamente igual lo bien o mal que esté escrito el libro en cuestión, el caso es que «dadme un punto de apoyo y moveré el mundo» y si un mar de gente tiene el mismo punto de apoyo, el daño está hecho. Desde Maslow a Max-Neef, con sus enfoques divergentes, cualquier sociólogo lo tiene claro en lo que a necesidades humanas se refiere: la pertenencia. Todo ser humano tiene la necesidad de sentirse parte de un todo, de un grupo, de un colectivo que se encuentra por encima de sí mismo y con quien comparte una idea que le trasciende.
Así, lo que me preocupa es que en un tren de cercanías de Madrid varios agentes de seguridad de Renfe, pasándose por el forro de sus partes innobles las funciones que tienen encomendadas, agredan a un chico negro porque se ha negado a enseñarles el billete y les pide que se persone el revisor. El vagón estaba atestado de gente, pero solo le piden el billete al tipo negro; hay cámaras de seguridad, pero da igual, uno de los vigilantes lo agarra del cuello y, entre seis machotes más, consiguen reducir al tipo negro sacándolo del vagón; también insultan, se mofan, y llaman puta mierda al tipo negro. Lo que me preocupa, digo, es qué autoridad se han arrogado el derecho de tener estos guardianes del orden (aun sabiendo que no les ampara la ley) para despreciar, maltratar, humillar y agredir a un chaval negro delante de decenas de personas y de varias cámaras de seguridad porque, simplemente, se ha negado a enseñarles un billete de tren que no tiene por qué enseñarles. La respuesta, por desgracia, es simple: a nivel básico, pueden distinguirse dos tipos de autoridad, la jurídica y la moral; luego, si a una persona no le asiste en determinada circunstancia la autoridad jurídica o legal, debe de pensar que sus actos provienen de la autoridad moral, pensamiento que es absolutamente terrible, porque sólo puede partir de una idea previa de superioridad moral dentro de dicho contexto. No soy racista, es la moral. Las explicaciones de Renfe han sido igual de alucinantes: molestaba al resto de viajeros con el patinete.
VOX, al igual que Trump, Salvini, AfD, el Fidesz o Bolsonaro, ni se reproducen por esporas ni son un descubrimiento físico al estilo del Bosón de Higgs, por eso, son más de 10.000 quienes se acogen al grupo de pertenencia de la derecha más rancia, muchísimos más; los reconozco sin ambages en mi trabajo, cada vez que cualquier compañera suelta que los sudacas nos quitan el trabajo o que los gitanos viven del cuento; o en la parroquia, cuando en alguna reunión a fulanito o a menganito le da por decir que la Seguridad Social no debería dar gratis los medicamentos a quien ya no cotiza o no ha cotizado nunca; o tras una conversación del tres al cuarto en la que uno opina que ir a clases es gratis y lo que no hay son ganas de estudiar… Y, quizá, lo peor sea que también los reconozco a veces sin hacer demasiado esfuerzo en la izquierda de bote, esa que opina que el feminismo es igualdad, y punto, no vayan a acusarlos de ir contra el patriarcado; o la que corre un tupido velo sobre las muertes de civiles inocentes extranjeros en Yemen porque mi gente se puede quedar sin curro; o aquella otra que cambia de ideario político y modifica su programa electoral para que no se les tache de anticapitalistas.
Cada vez que amo más a mi grupo de pertenencia otorgándole unos derechos que niego a la otra parte de la humanidad, cada vez que actúo con superioridad moral, en cierta medida, estoy fortaleciendo a la ultraderecha y por eso medra, porque, igual que sucediera en la Alemania anterior al establecimiento del III Reich, no hay nada más satisfactorio que sentir que tu nación puede resurgir, aunque sea sobre los cadáveres del resto del mundo.
¿La idea de patria y de nación? Si la izquierda ya lo está haciendo en algunos frentes; lo de darle un sentido positiva a la bandera, la patria y esas cosas, desde la solidaridad y el respeto, pero es que de verdad la patria, se entienda como se entienda en los contextos en los que nos estamos moviendo, ¿puede tener un sentido positivo? Este artículo de CTXT que leí hace cosa de un mes va de esa cosa tan rara del patriotismo democrático de izquierdas: https://ctxt.es/es/20180912/Firmas/21721/Juan-Domingo-Sanchez-Estop-Clara-Ramas-patria-comunidad-fascismo-historia.htm
Los símbolos pueden ser muy peligrosos, por más necesarios que podamos verlos como seres humanos, porque nunca todo el mundo se identifica con ellos y suelen conllevar la exclusión de quien no forma parte de su grupo de pertenencia; hay que estar muy vivos para que no suceda así. Los símbolos tienden a separar más que a unir.
Estoy ya medio grogui, así que lo mismo estoy diciendo muchas sandeces 🙂 .
Rafa, te doy la razón pero mira que esa derecha se mueve por tres o cuatro símbolos y tres o cuatro ideas. ¿Por qué no toma la izquierda esas ideas, conceptos, palabras, que más da? Los toma, los hace suyos pero con la visión de izquierda. Muchos garrulos de la derecha se desconcertarian, escucharían por error. La izquierda y verían que lo mismo, no es lo mismo. Y que lo mismo, todos somos iguales.
La izquierda siempre se rompe la cabeza por ideas y conceptos que luego son usurpados y maquillados por la derecha para engañar.
Puede que diga una tontería pero si la izquierda, realmente se creyera que todos somos España, que España se debe identificar con la igualdad, tolerancia y respeto, quién sabe si al suceder eso que comentas, no saltarinas muchos diciendo a los agentes que ya está bien.
A ver si la gente esa de las redes que yo detesto estuvieron en el mitin de VOX y son de las que opinan lo del curro de los inmigrantes, la educación gratuita… y te van a hacer boicot 🙂 .
Qué fuerte, Rafa! Y qué miedo me da que puedas tener razón! Pero te comparto en las redes esas que tú detestas, para que llegues a todos los oídos. Un abrazo.