Poderoso caballero

Moneyfight

Money Fight

    La ex-primera ministra británica Margaret Thatcher soltó, como quien no quiere la cosa, una frase de esas que crean escuela para dolor de cualquier persona con la más mínima sensibilidad: «nadie recordaría al buen samaritano, si además de buenas intenciones no hubiera tenido dinero». Es obvio que no podríamos esperar sentimentalismos ni solidaridad de ningún tipo conocido o desconocido de labios de una política pionera en la privatización de todos los servicios públicos –incluidas, por supuesto, las ayudas sociales, la sanidad, la educación…– y cuyo conservadurismo y monetarismo han sido tomados, por aquella gente de arriba que le ha cogido el gusto a adueñarse de todo bien, como preceptiva vara de medir.

     En virtud de ello, no debería sorprender a nadie que aquellas señorías que se glorían de gobernarnos, e incluso aquellas que aseveran sobre la tumba de Trotsky que pertenecen a la más pura izquierda, recurran de manera harto profana e inconsciente al dinero como única alternativa a todos los males del mundo. El interior de la caja de Pandora permanecería del todo ignoto para la humanidad de haber sido sellado el cofre al completo con billetes de quinientos euros –en el caso hipotético de que existan–.

     Porque no hay que hacerles demasiado caso a los jocosos versos de Quevedo sobre el vil metal:

Y pues es quien hace iguales

al rico y al pordiosero,

poderoso caballero

es don Dinero.

     Cuando en realidad el dinero no hace igual a nadie por más que nos empeñemos en repetirlo tipo letanía porque parece que nos viene bien creerlo. El motivo es simple: al rico el dinero no se le va a acabar, entre otras cosas porque no suele ser fruto de su esfuerzo personal, mientras que al pordiosero le va a durar dos telediarios.

 

    Así, cuando le da a uno por leer el proyecto de intervención integral en zonas desfavorecidas de Andalucía elaborado por la Junta, no tarda mucho en apreciar que lo que comienza siendo un efectivo y hasta certero análisis sobre las causas de la pobreza y de la exclusión en la Comunidad Autónoma, acaba derivando en un absoluto despropósito en el momento en el que les da por hacer las propuestas y concretar cuáles van a ser los apartados exigibles a los ayuntamientos, todos en la línea de aumentar las ayudas individuales y de contratar más personal. Lo cierto es que a principios del año en curso ya se aumentó supuestamente el presupuesto destinado por la administración para apoyar económicamente a las familias sin recursos y poner en marcha la tan esperada e impostora Renta Mínima de Inserción que iba a mejorar en plazos y en tiempos de cobro al denostado Salario Social; la realidad ha sido que, de las más de 6.000 familias de la provincia de Córdoba posibles beneficiarias de dicho recurso que comenzó a tramitarse hace seis meses, sólo la están percibiendo alrededor de cien, cuando según el propio Decreto-Ley la espera máxima para recibir el abono de la cuantía debería de ser a lo sumo el primer día del mes siguiente al de la fecha de entrada de la solicitud en el registro del órgano competente para resolver –sería mes bisiesto–. Y también es cierto que el año pasado contrataron a más personal en mis servicios sociales de zona –precisamente una de esas a las que hace referencia el programa integral de la Junta– y ya la lista de espera para la cita con las trabajadoras sociales es solo de dos meses y medio para tramitar una ayuda de emergencia, que sigue siendo una vez al año, obviamente, que los sueldos de esas personas que contratan no salen gratis y no dan como para hacerlo dos veces al menos.

     Claro, si yo fuera político, o delegado de políticas sociales, o gobernador de todas las Españas, también me dedicaría a repartir dinero a mansalva, principalmente por eso, porque sería a mansalva, y si los acuerdos a los que se han llegado mediante decretos, decretos-leyes o hasta por la soberana Carta Magna me los paso por el forro de los huevos no va a pasar absolutamente nada. Pido disculpas, si acaso, y a otra cosa mariposa. Fue justito lo que pasó con la exquisita Ley de Atención a la Dependencia, que en cuatro años iba a estar cobrando una ayuda hasta el tato y, a día de hoy, muchas personas dependientes de Grado I lo único que tienen bajo el brazo es la teleasistencia, recurso al que puede acceder, todo sea dicho, casi cualquier persona mayor de 65 años, tenga o no concedido Grado de Dependencia. Sí, si yo fuera político, delegado o gobernador me dedicaría a repartir dinero en vez de invertir en políticas globales, educativas o de reinserción socio-laboral, porque las mejoras que acarrean éstas son a muy largo plazo y venden fatal –tampoco sé yo cuánto tiempo me va a durar el puesto–, y con lo de dar billetes puedo cerciorarme de mantener a la plebe dentro de los guetos en los que los he metido hace decenas de años. Incluso viene de lujo para las asociaciones sociales y ONGs: yo pago, tú no protestas.

     Quienes creen que todo se soluciona con dinero es que no han pasado ni cinco minutos charlando con un menesteroso. Pero si hasta Zapatero «el solidario» pensaba que un café en el bar costaba nosécuántos céntimos de euro. ¡Válgame Dios! Y hasta el Diablo.