Microexclusiones

     Conchi tiene apenas 40 años y dos hijos menores de edad. Dicen los documentos oficiales que también tiene pareja, aunque de manera oficiosa parece viuda o madre soltera en virtud del apoyo que recibe del cónyuge en cualquier ámbito más allá de contribuir activamente a los gastos diarios de la casa. Lo que le faltan de sobra son ingresos, pero no unos pocos, sino el más mínimo estable para que su vida no continúe resumiéndose en pedir fiado en la tienda de Antonio y limpiar el tramo de escalera de alguna vecina.

     Como las cosas siempre pueden ir a peor según la aciaga hipótesis formulada por Murphy, a Conchi le cortaron el agua ayer. De hecho, para que la hipótesis resulte aún más aguda, el corte lo llevaron a cabo con premeditación y alevosía, pues se produjo cinco días antes de que cumpliera la fecha límite según la carta de aviso. Que la empresa de aguas sea municipal y haya un acuerdo en el que reza que no se puede dejar sin suministro de agua a familias sin ingresos es peccata minuta; al fin y al cabo han cambiado tantas veces el protocolo de actuación desde Servicios Sociales (también municipales) que puede que Conchi no haya cumplido con escrupulosidad las exigencias para que le concedan el mínimo vital. Si a mí, que soy trabajador social, me cuesta enterarme de los constantes cambios qué vamos a contar de personas que tienen demasiadas preocupaciones en la cabeza.

     Para poder solicitar cualquier prestación económica de las administraciones públicas es necesario entregar documentación: empadronamiento, tarjeta de inscripción en el Servicio Andaluz de Empleo de los mayores de edad, certificados de ingresos… A la Seguridad Social se acercó Conchi esa mañana a pedir cita.

     –Tiene que sacarla por Internet –le contestaron de manera metódica desde el punto de información.

     –No tengo Internet, solo quiero que me den cita.

     –Si no tiene acceso a Internet puede llamar a este teléfono –con nuevo pragmatismo mostrándole a Conchi un cartel pegado en el muro.

     Ella le echó un ojo al número y torció el gesto.

     –Es un 901, si llamo a ese número me cuesta dinero. Solo tengo un euro para el pan, ¿no me pueden dar simplemente una cita en persona?

     –No, esas son las dos formas de pedir cita; lo siento.

     Fin.

     Lo curioso es que hay dos formas de enfocar el temita.

    Caso 1: Pero si una llamada a un 901 serán como mucho 50 céntimos (perspectiva burguesa).

    Caso 2: ¿Que una administración pública no puede poner un teléfono gratuito para facilitar las cosas a la ciudadanía? (perspectiva social).

     Mi versión es esta: ¡manda huevos! Y que no nos dé vergüenza ni .

2 comentarios en “Microexclusiones

  1. Rafa, esas son de las cosas que no debemos permitir y tenemos que hacer algo, es indignante que digan que solo puedes pedir cita por internet o llamando a un 901. Eso es » trabajar para y por el ciudadano» facilitar la accesibilidad, ayudar al usuario, todas las patrañas que nos venden desde las instituciones y luego los funcionarios, sin nada que hacer.

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