Cuando quedan contadas horas para que las campanadas atoren el sentido común durante un buen rato, siempre parece ser ese el momento idóneo para agradecer las cosas buenas que nos regaló, libre de dolo y culpa, el año que está a punto de despedirse. Me imagino a mi abuelo, o al obispo de Córdoba, tan católicos ambos, digo franquistas, dando gracias a Dios por los favores recibidos:
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Por el auge de la ultraderecha
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Por el buen hacer de Vox frente a un centro de menores durante la campaña electoral
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Por Bolsonaro, la quema del Amazonas y el exterminio de los pueblos originarios
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Por Trump, un hombre con todas las de la ley, que no salga adelante el impeachment
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Por los negacionistas del cambio climático, por las luces de navidad y por Madrid Central
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Por los pobres hombres maltratados por sus mujeres
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Por España, una, grande y libre, a los pies de los caballos socialistas, comunistas y nacionalistas
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Yo, aparte de agradecer, y mucho, otras cosas (el criterio del Tribunal Supremo en la violación de la Manada/Piara, «el Estado opresor es un macho violador», las sentencias contra Deliveroo o Glovo, que Greta Thunberg no vaya al colegio…), voy a pedir solo una cosa, aunque lo mismo es bien gorda: que las personas adultas seamos capaces de superar la etapa infantil de entre los dos y los cinco años de edad.
Me explico con un ejemplo, que es de los más obvios, pero hay tantos como granos de arena en las playas de Cádiz (si no hay Levante). El soniquete de que «me quitan el trabajo». ¡Coño! Pero ¿qué es, tuyo? ¿dónde lo has comprado? Ni que fuera un riñón, aunque hasta eso se puede donar generosamente si a alguien le hace más falta. Los anglosajones son listos para esto de las palabras, y a todos los órganos y partes del cuerpo le endosan delante el adjetivo posesivo sin importar mucho el contexto: me duelen mis piernas, me pica mi nariz, me escuecen mis ojos, y así hasta el infinito.
En España, después de que unos padres denunciarán a un profesor por poner un vídeo contra la violencia machista en un cole y una madre hiciera lo propio con otra por ponerle una bata rosa ¡a su hijo varón! y haber conseguido que sendos jueces los llamaran a declarar, se está planteando en algunos círculos la obligatoriedad por ley de poner delante de algunos sustantivos el adjetivo posesivo, igual que los británicos. De momento están barajando las opciones de trabajo, país, patria, mujer… y creen que la RAE no va a poner demasiados problemas pues ya son de uso común en la lengua de Cervantes.
A fin de evitar este tipo de comportamientos, característicos de la etapa egocéntrica que se enmarca entre los dos y los cinco años de edad en los que el niño o la niña no es capaz de ver más allá de sus propios intereses y se maneja por la vida como un burrito con orejeras, proponía yo la petición aquella de lograr superar dicha fase, que además podría complementarse con ayudas estatales para que tuvieran la posibilidad de asistir al pediatra casos graves de personas adultas con cargos públicos. Creo yo que las terapias serían bastante sencillas, basadas en evitar determinadas fórmulas y en aprender a disociar conceptos básicos que ayuden a comprender que, en realidad, casi nada es de propiedad. Ni siquiera el coche o la casa que, si nos ajustamos a derecho, serían más del banco.
Si la cosa va bien encaminada lo natural es que, a partir de los cinco años, los tiernos infantes comiencen a salir de su burbuja y hasta compartan los juguetes como si tal cosa. ¡Estos comunistas! No sabría decir muy bien en que otra etapa del desarrollo, la persona adulta involuciona y vuelve a pensar que todo le pertenece vete tú a saber en virtud de qué, pero si un niño lo supera, ¿vamos a ser nosotras más lerdas?
¡Qué pasa, colegui 🙂 ! Cuánto tiempo, me alegra saber de ti. ¿Dónde andas? ¿Ya con plaza fija como un funcionario de pro o sigues a lo cutre 😛 ?
bueno… 4 monos y medio…
aquí estoy de vez en cuando
Si fueran 12 los monos me daría más miedo 😛 .
Sois más de cuatro, lo dicen mis estadísticas, jeje.
A lo mejor vas a tener suerte y tengo que cambiar el fondo negro, porque algunas entradas las subí con formato y la letra sale en negro. Eso sí que no lo lee ni un experto.
Qué bueno eres, capullo! Escribes como Dios! Qué pena que te leamos cuatro monos.