A Nazario le repele la palabra gay. Cuando habla del asunto parece que hasta se le pone la piel de gallina. “Soy maricón, punto, que parece que está mal visto”, afirma rotundamente. “Me río con un amigo que insiste en decir que es gay, y yo le digo que si eso es ser menos homosexual o algo”.
Puede parecer una memez, pero detrás de esta afirmación del padre del cómic underground en España hay mucha tela que cortar. Desde su pequeña tribuna presentando su libro autobiográfico apostilla el tema varias veces. Se trata básicamente de lo que el/la gran Shangai Lily vino a llamar, desde la crítica más milimétrica, gaypitalismo: la creación de la marca Gay. Como no podía ser de otra manera, el capitalismo fagocita de manera especial aquello que le puede incluso causar repelús, lo implementa según sus propios intereses despiadados de consumo y normaliza de manera conspicua cualquier conato de denuncia social visibilizando lo políticamente correcto a fin de ocultar lo que no queda tan bien. Es hermoso poder salir del armario, pero mejor si lo haces bajo las condiciones que impongo (aunque no te des cuenta) y ya lo bordamos. Así, la sociedad comprende el amor libre, de persona a persona sin atender a géneros, y cada vez hay más artistas que resulta que, de la noche a la mañana, son gays o lesbianas, aunque no lo digan en público ni se regodeen con ello, por aquello de proteger la privacidad y que la orientación sexual es cosa de cada uno y cada una. Y la sociedad gaypitalista se hincha a hacer publicidad y a subir vídeos apoyando la libertad sexual, pero sin decir las palabras prohibidas en virtud de supuestos componentes peyorativos de los que no se hacen cargo los maricones y las bolleras de toda la vida, que las pasaron putas, y ahora se sienten con todo el derecho del mundo a odiar nada cordialmente los términos gay y lesbiana por el componente de aclamación popular que ellos suponen, mientras por la calle seguimos mirando con el rabillo del ojo a dos hombres que se besan o a una mariquita de las de antes (a las que también reivindica Nazario con rotundidad).
Y es que está chachi ser gay, pero demostrarlo, no tanto. Tal vez por eso, como apuntaba el periodista Raúl Solís al presentar a Nazario, su colega Sandra Barneda fue capaz de hablar tres minutos en antena de su condición sexual sin decir nunca que era lesbiana. No parece fácil, no. El caso es que si eres gay o lesbiana puedes presentar hasta informativos, pero si eres maricón o bollera sólo te queda aparecer semidesnudo encima de una carroza el Día del Orgullo Gay y se te llame loca. De puta madre.
Nazario contó cómo, en 1978, lo detuvieron un par de agentes de la policía en la Rambla de Barcelona junto con José Pérez Ocaña, cómo los esposaron mientras un grupo nutrido de compañeros travestis, transexuales y heterosexuales les lanzaba sillas y piedras a los nacionales. El delito: ir vestidos de mujer. Les pegaron una paliza de órdago en comisaría, sin quitarles siquiera las esposas y los mandaron tres días a la Modelo. Hoy, esta sociedad del carajo, por norma general, no le pega palizas a los maricas, está muy mal visto, pero trata una vez y otra de absorber y evaporar su causa, como si se tratase de un mero azucarillo en el café. Pero a mí que no me vendan la moto: mientras la peña al pasear por la calle siga mirando más a dos tipos que van de la mano que al sin techo que está tirado en la acera es que algo funciona muy, pero que muy mal.
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