A decir verdad, he de reconocer que el título de esta entrada intrascendente iba a ser algo así como «qué moralidad enferma y despreciable tiene una persona que es capaz de sacar odio de esta imagen». Pero que haya que explicar estas cosas es de escuela infantil, como tener que debatir por qué no es muy normal ni respetuoso escupirle en un ojo al vecino del quinto, aunque te caiga fatal, cuando coincidas con él en el ascensor; así que mejor partir de la otra pregunta, la de los impedimentos para realizar algo.
Dijo Voltaire que «si quieres saber quién te controla, mira a quién no puedes criticar», y partiendo de esa base, que considero poco discutible, así como del contexto no es difícil sacar determinadas conclusiones. Más allá del posible interés mediático de nuestro país en su enconada lucha de control fronterizo con Marruecos, los hechos objetivos son que, el pasado 18 de mayo, tanto el GEAS de la Guardia Civil como el ejército y personas voluntarias de Cruz Roja rescataron a decenas de menores de morir ahogados en las aguas de Ceuta. Hay infinidad de fotos que así lo atestiguan, pero a los bichos desalmados de siempre no les da por criticar al ejército o a la benemérita, sino a Luna, una cooperante de Cruz Roja, la más indefensa del grupo de rescate, por abrazar a un chico subsahariano que lloraba tras llegar a la costa. Luna tuvo que cerrar sus redes sociales debido a la cantidad de burradas, insultos y amenazas que estaba recibiendo por parte de la España cañí más reaccionaria y ultraderechista.
No deja de ser curioso que a Cristina Seguí, por ejemplo, que incluso tuvo la desvergüenza de ponerle un «apodo» a Luna, la Pechotes, porque según sus ojos indecentes, lujuriosos y estrábicos, el inmigrante lo único que estaba haciendo era refregarse contra ellos aprovechando la coyuntura histórica, no se le ocurriera imaginar a Juanfran, el miembro del GEAS de otra foto viral, sodomizando al bebé que sostiene en sus manos y acusarlo de pedófilo y de tocarle los pechos.
Obviamente, el retrato de la derecha más rancia de este país no es nuevo: son los mismos que denunciaron en 2019 al Open Arms por «favorecer la inmigración ilegal» al no dejar morir a seres humanos (aunque tengan un color de piel distinto) en las aguas del Mediterráneo. Es decir, Vox y los acólitos que les dan voz y voto, no critican ni un ápice nada que tenga que ver con la patria, la bandera y sus ejércitos, que son a quienes sirven y por quienes son controlados.
También es igualmente curioso (confío en que se entienda esta ironía igual que la anterior en similares términos) que la señora Seguí siga teniendo activa su cuenta de Twitter, esa en la que vertió toneladas de malasangre, vísceras y odio, y que a ningún Juez, Fiscal o persona de derecho que se precie se le haya ocurrido pensar en la posibilidad de intervenir por delitos de odio. Ese mismo poder judicial que decidió que no podía cogerse a la libertad de expresión llamar asesino de toros a un diestro el mismo día en el que murió corneado por el astado que se defendía. Voltaire, Voltaire: «mira a quién no puedes criticar».
Nada, que lo sepáis: podéis insultar la solidaridad internacional, a la gente que salva vidas, pedir fusilar «a 26 millones de hijos de puta», pero hacer una procesión del coño insumiso, cagarse en la Virgen o llamar asesino a un tipo que entre 2008 y 2011 se cargó a sangre fría en un ambiente de jolgorio a 248 toros (lo pone en su web, tan alegremente) roza el vandalismo.
En fin, mira, bonica, sí, a ti, señora Cristina Seguí: si ves a un inmigrante tocándole los pechos a Luna, aparte de necesitar ir al oculista y de mostrar a quien sirves, es que eres una racista de mierda. No sé si queda claro.