Lo dije al principio y así lo siento: en ningún otro lugar tiene más sentido (o menos) tocar canciones de denuncia social como en aquel en el que habitan quienes la sufren.
Gracias a la Fundación Pro-Libertas por la invitación, que acogimos con gusto, y gracias a May y a Fran (mis compis), al público adulto por el pulcro respeto, al infantil por llenar la sala de alegría, a los sin techo, sin voz, sin justicia por enseñarnos las cosas que son importantes.
Comparto los primeros quince minutos del tirón, en menor calidad de imagen, y para quien no tenga nada mejor que hacer, un poquito más abajo, el enlace al concierto completo de una hora, con sus fallos, las vocecitas de niños y niñas y todo el cariño que supimos poner.