«Perorata del apestado» (1981)

Tuberculosis Hospital II, by baleze

Sinopsis:

En 1946, en un sanatorio para tuberculosos de la Conca d’ Oro -castillo de Atlante y campo de exterminio-, unos singulares personajes, supervivientes de la guerra y presumiblemente incurables, pelean débilmente consigo mismos y con los otros, en espera de la muerte. Largos duelos de gestos y palabras; de palabras sobre todo: febriles, tiernas, barrocas a tono con el barroco de una tierra que ama la hipérbole y el exceso. Tema dominante: la muerte que se propaga sutilmente, se disfraza, se esconde, se extravía, musicalmente reaparece. Y todo esto entre los ropajes de una escritura en equilibrio entre el desgarro y el falsete y en un espació siempre más acá o más allá de la historia…que podría incluso simular un escenario o la niebla de un sueño.

     Puede ser que Bufalino no sea Conrad (a quien recuerda en esos personajes que sienten en infinidad de ocasiones lo contrario de lo que hacen o dicen) ni Borges (aunque su dominio del lenguaje nada tiene que envidiarle), pero quien ame la Literatura (sí, con mayúsculas) ha de leer a este señor. Y no pretendo, al señalar a estos dos dificultosos autores, quitar las ganas a nadie, antes al contrario, simplemente apuntar que su prosa, su estilo son bellísimos, aunque te obligue a revisar cada párrafo un par de veces si no deseas perderte cada detalle o matiz sinuoso; o precisamente por eso, porque has de leer cada capítulo como un cuento de aprendizaje crepuscular y pensártelo mucho antes de decidir pasar de improviso al siguiente.

     En mitad de su lectura, y casi al terminar, recuerda por momentos a Céline y su condenado ‘Viaje al fin de la noche’, por el enfoque tan distinto y vital que nos ofrece Bufalino, tan lleno de esperanza en mitad de tanta muerte. Y entonces, justo entonces  aparece un párrafo que confirma mis anhelos: «Yo había realizado un viaje, un viaje importante,pero ahora era difícil entender si entre los ángeles o bajo la tierra».

     En medio de tanta enfermedad, gracias a la portentosa batuta de Bufalino, es fácil evocar el dicho: «no llenes tu vida de años, llena tus años de vida». A eso nos invita el siciliano, y nos lo deja claro a partir de su experiencia que ha de servirnos a otros, a todos: «todavía hoy algún laico vidente promete la redención perpetua a la humanidad venidera, a condición de que una sola generación, la nuestra, se condene y perezca por todas».

     ¡Qué hermosos e imprescindibles algunos párrafos en boca del propio Bufalino! “Tal vez por esto me había sido concedida la dispensa, solo por esto yo me había salvado, y nadie más, de la guadaña: para prestar testimonio, cuando no delación, de una retórica y de una piedad. Aunque ya supiera entonces que preferiría permanecer callado y llevar a lo largo de los años mi perorata al seguro debajo de la lengua, como un óbolo de reserva, con el que pagar al barquero el día en que me sintiera, a consecuencia de otra y menos remisible decisión o llamada, a las puertas de la noche”.

     Tan solo después de leer la perorata se percibe la necesidad imperiosa de tal dispensa.

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