Una patada en los cojones

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Old man by MaraDamian

    Ana se puso a llorar en cuanto la ansiedad dejó pasó a la comprensión de la realidad. Trató al principio de que no se notara, pero ese tipo de intentos fallidos suelen ser aún más terribles para la autodefensa.

    Como suele pasar en todos los ámbitos de la vida, quien toma las decisiones nunca se enfrenta cara a cara a quien las sufre. Un verdadero alivio lo de poder cargarle el muerto a otro, que si es la persona que palpa la realidad y no vive en el mundo paralelo -para lelos- de Matrix, odiará con todas sus fuerzas verse en la obligación de transmitir una información que ni entiende ni comparte. Para eso están los curritos, que cobran menos por no tener que pensar.

    Yolanda, la trabajadora social de zona, era imposible que saliera airosa del envite, y saberlo de antemano no lo hizo más dúctil.

    – La normativa existe desde el 2007, pero la Junta no la ha comenzado a aplicar hasta ahora –tragando saliva–. Hasta que no se cubran las plazas concertadas disponibles en la provincia no van a conceder la prestación vinculada.

    – Pero mi madre tiene 97 años y lleva en esta residencia más de seis, ¿cómo vamos a cambiarla a otra de un pueblo? –si la desesperación pudiera cortarse se hubiera estado desangrando en ese instante–. Y mis hermanas y yo estamos enfermas, todas con cerca de 70 años, sin carné de conducir. ¿Cómo vamos a poder ir a verla?

    Yolanda se encogió de hombros. No como signo de indiferencia, sino de no tener la más remota idea de qué leches decir.

     – Lo comprendo, pero es que han decidido empezar a hacerlo así.

     Se hablaba mucho, y con toda lógica y justicia, de la dispersión carcelaria de los presos de ETA, de las denuncias y reclamaciones de sus familiares por las trabas y dificultades para poder ir a visitarlos (acaso una docena de los 400 cumplen la condena en prisiones de Euskadi o Navarra), pero si las familias de un acusado de delitos de terrorismo no tienen la culpa de nada, qué podemos decir de las de una anciana o un anciano de más de 90 años, con deterioro cognitivo o algún tipo de demencia y una paguita que ronda de media los 700 euros a las que se les obliga tácitamente desde la Junta de Andalucía a mandarla a la quinta puñeta si quiere ser beneficiaria de un recurso de la administración pública.

     Las magníficas opciones que dan a elegir son parecidas a las que compartían la semana pasada en una red social. ¿Qué prefieres?:

     a. Al Gobierno de Rajoy

     b. Una patada en los cojones.

     Como estos son socialistas y hartamente más solidarios, te presentan cuatro opciones en lugar de dos. ¡El doble!:

     a. Dejar a tu madre/padre en la residencia en la que está ingresada sin percibir ninguna prestación pública que ayude a sufragar los gastos de la plaza privada, cuyo promedio ronda los 1.400 euros en Córdoba capital. Al final, cuando se acabe el dinero, que no crece en los árboles, se pasa a la opción dos o tres.

     b. Mandarla a un pueblo de la provincia y no saber cuándo vas a poder ir a verla; lo que, aparte del propio valor afectivo supondrá sin duda la aceleración de su deterioro cognitivo y un consiguiente empeoramiento físico y de autonomía personal.

     c. Llevártela a tu domicilio, aunque sea un piso de tras al cuarto, sin puertas ni baño adaptados o sin ascensor y condenarla a no salir de la vivienda en la vida. Y pagar a una o dos personas (sin darles de alta porque cuesta una pasta que no tienes) porque no puedes dejarla nunca sola. Huelga decir que las ayudas para atención domiciliaria suponen algo así como pretender taponar un cañonazo en la barriga con una tirita. Del mismo modo, cuando se acabe la pasta, pasar al punto dos.

     d. Solicitar plaza concertada en la capital, cuya lista de espera para la concesión calculan que es de alrededor de tres años. Si muchos tienen más de 90 años y esa paga media de 700 euros, podemos hacer un cálculo de probabilidades de que esta opción la elija nadie con dos dedos de frente. Así que, como siempre, te quedan las tres primeras opciones, sobre todo la de mandarla un pueblo, porque una vez ingresada en una residencia a 40, 50, 70, 100 Km hay más posibilidades de traslado a un centro de Córdoba. Lo de volver a trasladar de residencia a una anciana de 90 años es lo de menos, y muy oportuno médica y humanamente hablando.

     A veces me da por pensar a qué se deben este tipo de estultas decisiones, porque por el bien del ciudadano de pie, obviamente, no son. Me surgen la mar de opciones, todas nada generosas, y un par de ellas muy probables. La primera, que la Junta sabe perfectamente que las plazas concertadas de la provincia difícilmente se van a cubrir nunca al 100% por temas económicos y presupuestarios, lo que conlleva que seguirán ahorrándose las que no se cubren (porque desde hace un par de años ya no las pagan a menor precio que la ocupada, aunque las residencias no las puedan ofertar de manera privada y se queden colgadas), así como las prestaciones vinculadas que concedían a quienes no quieren trasladar a su familiar y que ahora no van a tener que resolver en aquellos casos que no se solicite de entrada el traslado a un pueblo de la provincia. La segunda, y no menos interesante: las prestaciones vinculadas, se ingresaban religiosamente en la cuenta de la persona dependiente a principio de cada mes, como una pensión más, mientras que el coste de plaza concertada suele hacerse a los centros concertados con un retraso de dos o tres meses.

     En 2016, un miembro del Parlamento andaluz está cobrando 3.050,49 euros limpios de polvo y paja. Complementos y dietas aparte, faltaría más. Esta gentuza, que son al fin y al cabo la que firma y ejecuta las resoluciones publicadas en el BOJA, pueden elegir para sus familiares en situación de Dependencia la opción que les venga al pairo, e incluso sacarse de la manga otras a las que no pueden acceder el resto de los mortales, como la de nuestro ínclito presidente -recién reelegido con la connivencia del grupo socialista andaluz- quien cargó al presupuesto de la Moncloa los gastos ocasionados por el cuidado de su padre. ¿De qué coño se van a preocupar estos impresentables de chaqueta y corbata si encima los seguimos votando?

4 comentarios en “Una patada en los cojones

  1. Volvamos a repetir un gobierno (otro más ya que hace tiempo que da igual los colores) asesino.
    Sí, asesino. Asesinar no es sólo matar con un arma. Asesinar es provocar la situación insostenible que hace que una persona sufra o muera por acción directa de tus actos.

    Matan cuando despilfarran en actos anodinos, en construcciones innecesarias, en cargos a dedo, en cosas no urgentes o directamente en lucrarse personalmente una partida de dinero que bien podría haberse destinado a un bien social.

    Asesinan cuando ese presupuesto necesario encoge y reducen medios, y personal en algo vital.

    Sí amiguitos, el neoliberalismo mata… Y aquí hace tiempo que están haciendo sufrir y matando gente.

    Matan cuando dejan un pueblo sin servicio de médico de urgencia, matan cuando dejan una localidad con un servicio mínimo de ambulancias, matan cuando los servicios de urgencias son tercermundistas y debes esperar largas colas con personal estresado que muchas veces ya no da más de sí, y puede provocar malas diagnósis, matan cuando en educación no se invierte dinero, matan cuando reducen personal y entre dos tienen que hacer el trabajo de 4, matan cuando firman «reformas laborales» que fomentan la explotación laboral, matan cuando te hacen sospechoso, matan cuando protestar por eso es mal visto y eres un terrorista, matan cuando consiguen que ames al explotador y odies al explotado…

    Yo escogería una patada en los cojones… pero en los de ellos y ellas!!

  2. Dios mío, me horroriza lo que cuentas. Y lo más terrible es saber que es cierto. No imagino qué sentirán esas personas cuando se vayan a la cama cada noche, digo los cabrones que toman decisiones de ese tipo ¿ de verdad podrán dormir tranquilos? Sí, seguro que sí; hay que tener pocas entrañas para semejante ley.

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