No conozco una sola persona o colectivo que viva inmerso en el trabajo con grupos de exclusión social que esté en contra de la Renta Básica Universal (RBU). Más bien, prácticamente todos con los que tengo relación abogan por su implantación y hasta realizan campañas a su favor considerándolo uno de sus principales imperativos. Por otro lado, es de sobras conocido que diversos intelectuales y economistas de renombre y de diferente marco ideológico esgrimen argumentos contra dicha ayuda estatal acusándola, entre otras cosas, de favorecer el control gubernamental, el neoliberalismo y la individualidad, como si apoyar la medida fuera incompatible con otras políticas sociales. Entre ellos mi querido Vicenç Navarro, cuyos análisis socio-económicos suelo apreciar muy cordialmente.
En este sentido, no resulta baladí sino clarificador que en Suiza, uno de los países donde el dinero y las inversiones son de lo más trascendente y la pulcritud institucional llega a cotas inalcanzables para el resto de los mortales, se rechazara la propuesta mediante referendo con una negativa de más del 75% de la población.
Resumiendo un poco, la RBU consistiría en una ayuda del gobierno a todos los ciudadanos por el mero hecho de serlo, ya sean ricos o pobres, y sin ningún tipo de contraprestación por parte del benefactor. Y claro, eso de cobrar trabajes o no trabajes no es del gusto de muchos, sobre todo de quienes apelan con la pesadez plomiza de quien tiene algo que ganar que lo que dignifica a los seres humanos es, precisamente, el trabajo. Lo que mi mente pensante me dice al respecto es que este modelo ideológico respecto al trabajo y a la RBU responde a un concepto clasista, prejuicioso y capitalista. No es mi intención detenerme mucho en argumentos y explicaciones magistrales que suelen superarme ampliamente sino poner algún botón de muestra de ese inframundo que nos rodea y del que en ocasiones insistimos en negar su existencia, pero no está de más algún apunte antes.
Desde la condición asumida de clase media, trabajadora y con nulas dificultades económicas (que es la posición desde la que suelen hablar todos los economistas) no supone esfuerzo aducir que las soluciones reales son otras. Como no nos hallamos urgidos por la inmediatez olvidamos los millones de parados de nuestro país, que la precariedad laboral condena a la pobreza a miles de familias a pesar de que alguno de sus miembros trabaje, que los salarios bajan a ritmo directamente proporcional a las horas extras, que según todos los datos es improbable que en este modelo de sociedad que hemos creado haya empleo digno para todo el que lo necesite…
Por otro lado, dicha óptica asume que la RBU fomenta la vagancia y el vivir del cuento. Lo curioso es que ese juicio de valor se enfoca exclusivamente hacia las personas que sobreviven gracias a las escasas ayudas de la administración, que dan para eso, malvivir, y durante un tiempo limitado, pero a nadie le he oído yo reflexionar que la RBU vaya a hacer lo propio con Amancio Ortega -que también la percibiría- y comenzara el empresario a poner una mano delante y otra atrás dejando todo lo que tiene entre manos y sus pingües beneficios. Eso se llama prejuicio, porque, por supuesto, quienes ahora no trabajan es porque no quieren trabajar e incluso podríamos decir, en el colmo de la insensatez y el desconocimiento, que viven cómoda y plácidamente de papá estado, aunque sea en mitad de la miseria.
Como último punto, asociar RBU y trabajo supone en el fondo concebir éste como parte intrínseca del capital y darle un valor utilitarista reduciéndolo al concepto neoliberal de empleo. “Quien no trabaje que no coma”, que decía el apóstol Pablo en sus cartas, y pasamos por alto, por ejemplo, que en buena parte de los campos de exterminio nazis -entre ellos Auschwitz- se podía leer en la entrada aquella absurda máxima “Arbeit macht frei” (el trabajo libera). Lo que dignifica no es necesariamente el trabajo, sino poder tener lo indispensable para vivir dignamente y poder mantener a tu familia, y como claro queda que quienes controlan la economía, el consumo y el mercado laboral no son los estados sino las empresas y las multinacionales lo que se debe de exigir a las administraciones públicas es inversión en políticas sociales: asegurar que nadie pase necesidad, porque la RBU no va a permitir al pobre tener lujos (en Suiza, la propuesta era de 2.260 euros mensuales en un país donde al salario medio superó los 7.000 euros en 2015), pero le va a permitir vivir.
Y como no hay nada menos maleable que el pragmatismo, me quedo con un par de familias de mi jueves pasado en la oficina de Cáritas, mi mejor argumento a favor de la RBU y de los excluidos por este sistema inhumano e inmundo que teme que alguien se niegue a trabajar, pero no que alguien viva a costa del trabajo de otros.
Paqui: cerca de 40 años, madre soltera que tuvo que salir de una vivienda de alquiler social con sus hijos por los problemas ocasionados por una reyerta en la que estaba implicada parte de su familia. Ocupó la vivienda de un banco, ahora está a la espera de que la desahucien aunque se ha paralizado temporalmente la medida judicial gracias a la intervención de Stop Desahucios. Para complicar algo más el asunto, hace un par de semanas tuvo que salir de la ciudad con sus hijos porque los estaban buscando para ajustar cuentas. Al no tener recursos (vive de leer la buena ventura con las ramitas de romero en los alrededores de la Mezquita) pidió dinero a los prestamistas de la zona, con intereses a un precio de oro que ya quisieran los bancos, y el plazo de devolución cumple el martes próximo. De no pagar, hay que ir sumando 10 euros por día de retraso, y si pasa una semanita o dos recibirá una paliza.
Tamara: madre de tres hijos menores con el marido en prisión. Ningún ingreso económico ni apoyo familiar. Las trabajadoras sociales de zona sólo tramitan una ayuda familiar al año y acaba de solicitar el salario social, que tarda en concederse unos seis o siete meses como mínimo. Cuando le preguntas de qué vive lo tiene claro: la luz la tiene enganchada, y para lo demás va al Carrefour, manga todo lo que puede sin ser vista y lo revende por la calle o llamando al timbre de la gente de vivienda más digna.
Quien tenga una solución real y efectiva a corto o medio plazo para decenas de situaciones familiares como éstas que levante el dedo y lo hablamos. Si lo que vamos a hacer es marear la perdiz y proponer memeces irrealizables mientras los pobres y excluidos no tienen dónde caerse muertos, mejor lo dejamos y apoyamos la RBU. ¿Hace?
Cuando sean los robots, la mayoría de las operaciones, o existe una rbu o acabarán con mi población.
Sí, tú vives una vida comodísima. No sabía yo de tu don de la humildad. Otro más a la saca.
Me indigno mucho, es verdad, lo único que espero es que nunca me indigna tanto como para mandarlo todo al carajo.
A veces me da envidia lo bien que expresas tu indignación y tu solidaridad con los oprimidos. Gracias por obligarnos a revisar nuestras conciencias a los que vivimos en la comodidad de nuestras vidas.