«Firmin» (2006)

Firmin by MademoiselleWillow

    Hay personas que se han dedicado a hacer un poco de todo y, después, se ponen a escribir. Hay seres que tocan una vez la flauta de manera milagrosa y, después, abandonan, vete tú a saber a cuento de qué, cualquier instrumento. Hay gente como Sam Savage, cangrejero, reparador de bicis y de muebles antes que escritor, que falleció hace apenas un mes sin que se enterase casi nadie y a quien, ya jubilado y retirado en Wisconsin, le dio por escribir la tierna y entrañable novela Firmin, la historia de una rata de biblioteca. Literalmente, no es una comparación.

    Dicen que Firmin es un homenaje a la literatura, y difícil sería negarlo, pero, como pura evidencia, nos transmite un hermoso canto a los espíritus libres, sean o no «devoradores» de libros, que creen y luchan por eso que creen, aunque nadie más lo haga o les conduzca tal intento al absurdo y a la casi desesperanza: podemos ver en Firmin el reflejo de un incauto, un ridículo personaje que cree ser lo que en realidad no es, o revestirlo de verdad, como es mi caso, y contemplarlo gozoso como aquel que es lo que desea ser, aunque nadie se lo crea. E incluso más que eso, como una firme defensa y una gran alegoría del extranjero, del incomprendido, del peregrino… con esa maravillosa referencia al Mayflower que transporta su esperanza, su pasado.

    Y su párrafo final es excelso, un texto que puede leerse fuera de cualquier contexto, en cualquier entrada de Internet, pues habla de lo que uno hace suyo y sabe que lo mejor es obviarlo para tirar para adelante.

Arranqué un trozo del final del libro y lo plegué varias veces, hasta convertirlo en una especie de rollo. Me hice una pequeña cama en el con­feti y, sujetando el rollo con las patas delanteras, leí lo escrito en la parte de arriba, y las palabras me resonaron en los oídos como clarines: «¡Oh cuelga! ¡Cuelga oh! Y el estruendo de nuestros gritos hasta liberarnos en un salto.» Me di la vuelta en el nido. Desenvolví el rollo para convertirlo de nuevo en un trozo de página, de pá­gina de un libro, del libro de un hombre. Totalmente desplegado, lo leí: «Pero los estoy perdiendo aquí y todo lo desprecio. Sola y loca en mi soledad. Por todas las cul­pas de ellos. Estoy desvaneciéndome. ¡Oh amargo final! Nunca lo verán. Ni lo sabrán. Ni me echarán de menos. Y es vejez y vejez es triste y es vejez es triste y es can­sancio.» Miraba estas palabras y no bailaban ni se em­borronaban. Las ratas no tienen lágrimas. Seco y frío era el mundo, y bellas las palabras. Palabras de partida y adiós, de adiós y hasta la vista, del pequeño y del Grande. Plegué de nuevo aquel pasaje, y me lo comí.

    Te echarán de menos, Firmin, como yo lo hago, y no importa que las ratas no lloren, ya me emociono yo por ti, por esa ternura que me inspiras, de menos crueldad que Maus -al que me recuerdas-, de más compasión que Ratatouille -que en ti se inspira-.

     Puedes descargar la novela completa en castellano en el siguiente enlace:

     Savage Sam – Firmin