Estruvita

Cristales de estruvita, por Doruk Salancı

     –¡Ooooh, es precioso!

     Con la mirada fija en el microscopio de la clínica veterinaria, los ojos azules despiertos a la emoción y una sonrisa infantil colgada del rostro, M.ª José compartió su gozo igual que si un nene acabara de ver pasar la Cabalgata de los Reyes Magos.

     –Joder, cabrona –solté yo sin renunciar a una sola palabrota en toda la intervención.

     Comenzó a reírse mientras me miraba casi de reojo y seguía con mi exposición.

     –Que son cristales de estruvita que están provocando cistitis en mi gato desde tiempos inmemoriales y me está costando una pasta, todo sea dicho.

     –Lo peor es cuando dice lo mismo de los tumores –interviene su compañero haciendo aspavientos con las manos– ¡Oh, qué grandes y qué bonitos se ven!

     –Por lo menos no lo dirá delante de los dueños, ¿no?

     M.ª José sigue riéndose y apenas puede expresar una sola palabra. Niega con la cabeza.

     Cuando uno está emosionao se le suelta la lengua y «de la abundancia del corazón habla la boca», que dijo Jesucristo a los fariseos poco después de llamarles raza de víboras. Obviamente, M.ª José es un encanto, ni farisaica ni viperina, y tan solo es capaz de apreciar la belleza en cosas inusitadas aunque por momentos pueda resultar políticamente incorrecto; porque una cosa está clara: los cristales de estruvita, vistos a través de un microscopio, son muy hermosos.

     Lo menos halagüeño es cuando lo que se escapa entre los labios en esos momentos de incontenible emoción no es tan simpático ni tan hermoso. Es decir, que entra dentro de lo previsible que se te pueda escapar un pedo o un eructo de los que hacen historia; incluso que te hagas pis encima en el momento menos oportuno por risa, flojera o por tener la vejiga hiperactiva, pero inventarse datos desde las tripas respecto al drama de la inmigración, o decir en un momento de crispación que se puede, sin que se te caigan los anillos ni nada, defender los derechos humanos y seguir vendiendo armas a Arabia Saudí, o que el toro no sufre… esas cosillas son algo muy parecido a catalogar el asesinato y posterior descuartizamiento del periodista saudí Jamal Jashoggi como un lamentable error. Pues no, un error es lo del pedo, pero cuando se te escapa un pedo tras otro ya el asunto empieza a oler mal (nunca mejor dicho) y debe de ser porque lo que tienes en el interior de las tripas apesta. Lo malo es que, como cada cual está acostumbrado de manera irrefutable al olor de sus propios pedos, acaba por no pedir ni perdón por tirárselos.

     De la abundancia de la estupidez hablan las tripas y, a la postre, tendremos que venerar la sapiencia de Abraham Lincoln cuando sentenciaba aquello de que «más vale permanecer callado y que sospechen tu necedad, que hablar y quitarles toda duda de ello». Y eso que era político.

     Será que somos mediterráneos, impulsivos y entra dentro de nuestro carácter latino, porque no deja de resultarme curioso (y alarmante) que podamos permitirnos el lujo de decir cualquier burrada por un calentón sin pagar por ello y haya peña que, por opinar lo bellos o feos que son los cristales de estruvita, haya sido condenada a prisión (como Pablo Casel por sincerarse respecto a actuaciones de la policía)) o haya sido detenida (como Willy Toledo por cagarse en Dios y sobrarle mierda para hacer lo propio con el dogma de la Trinidad y de la virginidad de María). Pues cristalino, oye, que podemos tener un calentón e insultar a mansalva a todo hijo de vecino y hasta colaborar activamente con el asesinato de civiles inocentes, pero lo que no se puede hacer bajo ningún concepto es meterse con los tres poderes fácticos: el rey, la religión y el estado.

     Me cagaría gustosamente en los tres, pero es que escribir sobre la estulticia humana me provocan estreñimiento. A ver si mañana puedo.

2 comentarios en “Estruvita

  1. Bueno, eso no es un pedo, sino una opinión 🙂 . Perfecto.

    Tengo que decir que vistos desde el microscopio en directo la cosa cambia bastante a mejor y que, por otra parte, había imágenes más bonitas, pero no eran Creative Commons.

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