Paganos mercachifles

Existen ocasiones en las que la realidad posterga toda idea predeterminada e invita, con la machacante percusión de un martillo pilón, a compartir indignidades necesarias y espontáneas que logren evitar sin letargo una úlcera de estómago de irreparables consecuencias.

Hoy era ese día, en el que “no tocaba” reclamar y protestar, sino compartir una más analgésica entrada sobre algún clásico de la literatura o algún cómic de marras que nos haga pensar un poco, y hasta retroalimentarnos sin llevarnos al cabreo o a la frustración. Pero el señor obispo, Don Demetrio, y sus acólitos tenían otros planes.

No soy yo, católico apostólico y romano -mas con múltiples desavenencias con determinados aspectos de esta iglesia mucho más jerárquica que fraterna-, nada dado a las parafernalias, procesiones sacras y excesivos ripios reverenciadores del fervor popular y que hacen un flaco favor a otros sectores, tal vez menos castos, pero favorecedores de la justicia esa del reino a la que hacía referencia un carpintero pobre de Nazaret que dejó el curro y una relativa estabilidad para anunciar la liberación a los desposeídos y darle por saco a aquellos de arriba que manejaban el cotarro de la religión sin ayudar al pueblo ni con un solo dedo.

    Resulta entonces que me encuentro con que el pasado sábado se celebraba en la capital cordobesa el insólito Regina Máter, o lo que es similar, la Mariana Magna, que consistía -para aquellos neófitos semejantes a mí- en la venerable procesión por las calles aledañas a la Mezquita-Catedral (que me sepan disculpar quienes preferirían sólo el uso del segundo sustantivo) de más de 20 imágenes de la virgen en sus muy diferentes y variadas advocaciones con el agravante (sí, no es baladí el adjetivo) de haber sido todas coronadas canónicamente.
Se montaron gradas con multitud de sillas de plástico al módico precio de entre 12 y 15 euros del ala para rendir pleitesía y cantar humildes alabanzas a la madre del Salvador. [Y, mejor entre corchetes, sufragar parte de los estratosféricos gastos de tal evento entre los cuales, obviando otros menos pagados por los vecinos y vecinas de este lugar, se incluía el también magno dispositivo de seguridad formado por 410 agentes policiales, entre nacionales, locales y efectivos de la Guardia Civil].

En época de crisis, de bajos salarios, de paro, de gente que no tiene ni dónde caerse muerta es de lo más reconfortante descubrir ciertas prioridades eclesiásticas pues, aparte de la concesión de 875 becas de estudio por el ínclito valor de 200.000 euros, ha preferido el cabildo dedicar el 775 aniversario de la Mezquita-Catedral (repito, y bastante curioso que se celebre este aniversario tan peculiar que sin ser mal pensado me lleva a reflexionar acerca de la penitente insistencia de la Iglesia durante los últimos dos años en reclamar su propiedad) a actos de generosidad tan apabullantes como el Via Crucis Magno del pasado año o este que nos ocupa y que, en poco o nada, exhiben un boato y una ostentación ofensivos difíciles de sortear con la mera excusa de las donaciones particulares.
Y también me dio la petera de echar un generoso vistazo en los buscadores, que saben de todo y casi no ocultan nada, acerca de lo que había escuchado de las coronaciones canónicas y la magnánima aportación económica de las cofradías y hermandades. Me apetece empezar por un aspecto que aparece con claridad manifiesta en el punto cuatro del propio rito de la liturgia romana y que, probablemente, llevará al carcajeo generalizado: Tanto los actos litúrgicos y sociales como la materialidad de la misma corona, deben ser marcados por un criterio de austeridad.
Sigo monumentalmente interesado, claro, cuando recuerdo que en diciembre del pasado año a un ladrón le dio por robar una corona a la Virgen de la Piedad, en Toledo, con un valor de 120.000 eurillos (casi el valor de las becas esas de estudios), y hago un exhaustivo recorrido por la historia de las coronaciones canónicas en nuestro país del que comparto sólo dos cosillas de nada de dos momentos históricos muy diversos y que pueden servir al respetable para hacerse una ligera idea de la inconmensurable austeridad que rige dichos actos:

– En el año de gracia de 1920, la corona de la Virgen del Rosario en la misma capital del Tajo costó 27.000 pesetas de entonces y fue fabricada en oro y platino y adornada por 170 brillantes, 10.451 rosas, 99 esmeraldas, 3.015 zafiros, 3.687 rubíes y 53 perlas, siendo reconocida como uno de los mejores trabajos de orfebrería del siglo XX en España.

– Ya en los 80, tanto la Virgen de las Angustias (1988) como la de Triana (1984), lucieron en sus sienes una corona de más de tres quilos y medio en oro macizo e incrustaciones de diamantes siendo la utilizada en ambas dada su riqueza y calidad.

La expulsión de los mercaderes del templo
(Giovanni Paolo Panini, 1724)

Se me antoja pensar que, si la Indignación Magna contaba con la participación de 23 vírgenes coronadas canónicamente con sus respectivas coronas y cada una de ellas -siendo de lo más misericordioso- pudiera costar alrededor de 100.000 euros, estuvieron paseando por la ciudad a la vista abotargada de decenas de indigentes y pobres la friolera de 2.300.000 euros (sin contar mantos bordados en oro, palios, andas, candelería y demás vainas). Se me pone el vello como escarpia de pensar en la santa devoción que se le guarda a la virgen; hasta alguna lagrimilla se me cae. Eso sí, en el último apartado de aquel ritual litúrgico de las coronaciones al que hacíamos referencia se apunta que como gesto de expresión de caridad fraterna se destinará una aportación económica a una obra social de la Iglesia. No dice cantidad, con 30€ vale.

Si a aquel maestro de Nazaret al que -se supone- seguimos le hubiera dado el sábado por darse una vuelta por Córdoba el azote de cuerdas con el que expulsó a los mercaderes del templo hubiera sido una minucia. Lo mismo hasta saca el lanzallamas.

4 comentarios en “Paganos mercachifles

  1. Esta canción es bastante burra. Me acuerdo de cuando la escuché por primera vez teniendo yo algo así como catorce años (con los claretianos estudiaba, juas juas). Comparto cosas, muchas, otras no tanto y creo que están sacadas de contexto, pero vino bien en su momento.

  2. No hay dos iglesias, que significa comunidad, sin más, y el obispo Don Demetrio no es más iglesia que yo, aunque para algunos pueda parecerlo, del mismo modo que Rajoy no es más español que yo. El caso es que su modelo de Iglesia, desde luego, no es el mío, pero no voy a irme para que encima se salga con la suya, ji. Ante las injusticias quedan muchas veces dos opciones de mayor o menor coherencia: salirte del parchís o seguir jugando intentando cambiar las reglas. Es como el exilio en una dictadura. Nadie quiere exiliarse si tuviera otro remedio o si su país cambiase; mucha gente retorna. Por el momento no tengo por qué exiliarme si puedo dar por saco desde dentro. Tan libre es la cosa que, aunque cualquier jerarca decidiera excomulgarme (de hecho ya lo estoy según los cánones) mi párroco seguría dándome la comunión (como lo hace) porque es de otro modelo de Iglesia, y puedo continuar currando en mi comunidad desde la opción evangélica que considero más próxima a Jesús.Que se vaya el obispo, no te joroba. Total, él se parece ahora menos al papa que yo, juas.

  3. No puedo estar más de acuerdo contigo. Vergüenza ajena siento. Y no hay pizca de arrepentimiento en mí por haber decidido hace años que ESA iglesia, no era la mía. menos la de JESUS.Pero en fin…allá con los que aún perdonáis los pecados aunque al menos los denunciéis. Yo ya me cansé de tener una madre «puta» a la que, a pesar de sus pecados, se ama, como decía Rafael en sus catequesis.

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