Los indignados sin paraguas

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The Indignant Movement, por Kevrekidis

    Con esto de las medidas ante la crisis y la justicia social (dos términos radicalmente opuestos y en conflicto y evidente contradicción) han hecho su aparición pública dos tipos de indignados, los de verdad y los que tienen paraguas. Yo me hallo entre estos últimos, los de mentirijillas, digamos: me cabreo supinamente ante cada nueva barrabasada del des-gobierno de España, salgo rodeado de pancartas mostrando sin cansancio ni reparos mi malestar, cuelgo ‘pavadas’ en el muro de las redes sociales haciendo luz de aquello que se empeñan en ocultar entre tinieblas… Me pongo bajo la lluvia, vamos, adrede, sin necesidad, con dos cojones. El caso es que, en realidad, tengo paraguas, escondido, en casa, en la recámara.., donde Dios me dé a entender, pero lo tengo y sé que cuando ya esté hasta esas mismas partes que nombraba antes de mojarme puedo pegarme un saltito e ir a por él. Muchos tipos de paraguas tengo/tenemos, de algunos de ellos podríamos optar por prescindir: se llaman nóminas, subsidios, propiedades poco necesarias (por ser fino) o aquellas que asumimos que lo son un poco más aunque suene como así de mentirijillas también, igual que esa indignación nuestra. Hay otros paraguas de esos con los que contamos a los que nos es más jorobado renunciar, porque están y punto, sin depender mucho de nuestros esfuerzos y a lo sumo que podríamos aspirar es a romperle alguna varilla: son la familia (padre, madre, hermanos, hijos, nietos, biznietos, tíos, primos, cuñados, yernos, nueras… casi infinitos), los amigos, algunos amigos de los amigos… Y al final restan esos otros paraguas imposibles de prestar o regalar, excepto en virtud de una lobotomía: los estudios, la cultura, la educación recibida, el bagaje personal que se llama y que nos acompaña sin quererlo un segundo sí y otro también. Con tanto paraguas que tengo la verdad es que me resulta ‘tirao’ ser un indignado bajo la lluvia. Algo así como sufrir por otros, pero no con otros, que es un buen paso, a veces excelente y siempre necesario, pero si nunca pierdo de vista que, en el fondo, cuento con paraguas. Con un armario.

    Luego están los indignados de verdad, los que no se ponen bajo la lluvia adrede ni con dos cojones, sino por cojones, los condenados a resfriarse porque no tienen paraguas, ni siquiera uno miserable que se cale o con las varillas rotas. Son aquellos a quienes se les robó la dignidad y se les impide recuperarla a fuerza de tormentones; esos son los indignados de pro si hay que atenerse a lo privativo del prefijo in-: in-coherente es aquel que no tiene coherencia no el que lucha por recuperarla (de esto de la incoherencia es que sé un huevo). Al final es que no será lo mismo sentirte que serlo, porque a ‘puñaos’ encontré ayer de estos en la Oficina de Cáritas. Esas dos familias que entraron una tras otra, y que hubiera jurado que eran la misma de no haber estado presente y abducido, con siete miembros bajo el mismo techo (matrimonio, tres hijos y dos nietos), todos en paro y sin ingresos con los que ni malvivir; los superó aquella abuela con 12 en casa y 400€ de paga como único monto familiar; o ese padre, de apenas treinta años y con una hija pequeña, que trabajaba todo el mes y la empresa decidió darle de alta apenas seis días, hasta que les vino mejor prescindir de sus servicios dejándole con una miseria de desempleo; y terminaré con Ani, pongamos por caso, madre de una cría de dos añitos, que se encontró a su pareja ahorcada (no hay que hacer demasiadas cábalas para suponer los motivos) en el salón cuando venía de recoger a su hija del cole, está en paro al haber tenido que cambiar de lugar de residencia y no le queda paga de viudedad por no tener reconocida su relación a nivel jurídico… Y todos sin un paraguas de mierda. Juro por lo más sagrado (un trabajo, es decir) que eché de menos a Rajoy para que les confirme a estas personas a las que se les niega el presente que en el 2.013 estaremos todos de puta madre; y que hay que apretarse el cinturón y hacer esfuerzos, aunque a algunos ya no les quede espacio para abrir otro agujero y él siga ganando unos 450.000€ al año y ni se le pase por la cabeza renunciar al 25% de sueldo que está cobrando por un trabajo que ya no desempeña como Registrador de la Propiedad, unos 325.000 eurillos de nada. Eso sí, a dar paraguas de diversos tamaños, tipos y colores a los Bancos, como si ahí lloviera alguna vez.

    En fin, que me niego rotundamente a llamarme indignado, aunque lo esté, aunque en parte lo sea, porque las comparaciones son odiosas y mientras goce de diversos paraguas, tanto aquellos que siempre estaré dispuesto a usar como los que tengo sin remedio, opto por reservar el término a los dignos indignados, los que en medio del más desastroso temporal están abogados a arrostrarlo contando únicamente con la nada que se les otorga.