¡Qué insolente Britney Spears solicitando la retirada de la tutela que su padre ejerce sobre ella desde 2008! Todo el mundo sabe que es por su bien, que una niña que ha protagonizado algún que otro episodio de desequilibrio emocional no puede manejarse en la vida. Menos mal que están los juzgados para mantener el orden y la evidencia. Joder, igual que todo el mundo sabe que Winona Ryder era una drogadicta y una ladrona, no como Russell Crowe, que a pesar de apalear a algún que otro conserje, también a uno de sus guardaespaldas o arrancarle de un bocado un trozo de cuello a un tipo en un bar, lo que tiene es mal carácter y esos detalles son si acaso anécdotas.
Si a todos los tíos que arman escándalos y se comportan como verdaderos animales, o que consumen drogas o no son ni capaces de leer una línea por llegar alcoholizados al set de rodaje se les pusiera bajo tutela o se hablará de ellos tanto como de Marilyn Monroe, o Amy Winehouse, no habría juzgados ni lenguas bastantes en el mundo para contenerlo.
Patricia Karina Vergara Sánchez es una poeta mexicana, que reúne todos los requisitos posibles para ser despreciada: india, con cara de pan, lesbiana y gorda (lo dice ella misma), no como la Britney, a la que se controla a pesar de ser blanca, hetero, occidental, mona y rica. Por eso, Patricia escribe cosas como esta, desde su insignificancia, desde su insolencia.
Desde la insignificancia
¿Cómo te atreves?
Insolente.
Pretendes calificarme
sin saber cómo se vive
desde la orilla del acantilado.
Tú, ostentando propiedad
del mundo.
de su idea moral
y del buen proceder.
Te estorbo tanto,
que sería largo
tratar de enumerar,
en exacto,
aquello que juzgas.
Que me he negado
a ser tu musa
o la imagen étnica
que te justifica.
Que me he cansado
de la servidumbre.
Que estoy harta
de la incondicionalidad absurda.
Probablemente,
es porque tomé la opción
de abrir la mirada,
de escuchar mi voz,
de nombrar a mi hermana,
y hube de apropiarme
de mi hacer autonomía.
Entonces, me acusas:
Que soy vanidosa.
Que me falta sabiduría
– para entender tus reglas-.
Que de mi boca salen mentiras
– porque no me puedo tragar tus verdades-.
Porque tomé la palabra.
Porque inventé mi camino.
Me llamas infiel.
Otra vez soy la hereje.
Nuevamente, la pecadora.
Tú, desde la altura iluminada,
sentencias, como si pudieras,
sobre el alma mía,
y me llamas mujer de oscuridad.
Desde tus altares,
ante tus tribunas,
empuñando tu cetro.
Has ordenado desfigurar
la imagen de mi rostro.
Has intentado borrar mi nombre
de los testimonios.
Pero,
no logras el olvido
de mi existencia.
Déjame, Déjame.
Elijo ser la paria.
La infecciosa.
La insuficiente.
Me quedo aquí,
vanidosa,
instintiva,
con mi inteligencia poca,
con mi verdad sombría.
Me quedo aquí,
Sentada en mi soberbia.
Ya que una cosa entiendo.
Una sola, es cierto:
Si ando tan errada;
Si tengo el camino tan perdido;
Por qué insistir en negar
lo que no cuenta.
Por qué tú, desde el poder,
te ocupas de contenerme,
de acosarme, de acorralarme.
Por qué, si soy apenas nada.
Por qué, entonces,
mis preguntas abren grietas.
Por qué si cuestiono yo,
tú y tus jerarquías remojan cimientos.
Por qué, si abro yo la boca,
tú tiemblas.