Jabato

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Dog, by truth-truth

    Amanecíamos hace pocos días con la noticia de que, en el Parlamento Británico, los señores y señoras diputadas habían votado que los animales (no humanos, que también el homo sapiens es un bicho) no eran seres sensibles, es decir, que no son capaces de sentir dolor entre otras cosas. Los motivos que pueden esgrimirse para tamaña barrabasada científica han sido varios, pero tampoco hay que espantarse habida cuenta de que en diversos estados de EE.UU. se sigue estudiando en las escuelas públicas tan ricamente el creacionismo.

    El caso es que con este tipo de cuestiones quedan claras dos cosas, o al menos una de las dos: que esos personajes que se sientan en sus banquillos de la Cámara no tienen mascotas y nunca se han relacionado con otras especies –que sería la opción menos mala– o que quienes no muestran sentimientos son ellos –la opción peor y más probable–.

    Numerosos estudios científicos van mostrando con mayor claridad la sensibilidad del mundo vegetal y su reacción ante determinados estímulos, aunque carezcan de sistema nervioso central, y van estos representantes de la ciudadanía a decir que si le pegas una patada a un perro chilla porque no tiene otra cosa que hacer. Así nos va.

    Cuando era chico tuve un perro que se llamaba Jabato. Mi hermano y yo pensábamos que era en honor al personaje de Víctor Mora, faltaría más, pero resulta que era porque tenía el hocico negro y según papá y mamá –qué inconsciencia– se parecía a una cría de jabalí. En realidad el perro no era nuestro, todo sea dicho, sino que lo encontramos ya grandecito al lado de un contenedor de basura, acobardadito, acosado por algunos niños que salían del colegio. Le dimos de comer y poco a poco decidió entrar en el piso para formar parte de nuestra familia.

    Pero resulta que la criatura tenía dueño, o dueña para ser más exactos, y se enteró de que su perro estaba vivo y coleando en casa ajena, y debió de darle mucho coraje más que sentimiento. Nene le habían puesto de nombre; normal que se largara. Vino a por él y tuvo que arrastrarlo a la puerta para que se fuera con ella.

    Huelga decir que a los pocos días, Jabato regresó a casa, tan feliz como una perdiz, y que cada vez que la dueña volvía a por él se escondía en el primer sitio que pillaba. Hasta que la señora se aburrió. Para bien de todos.

    Jabato era un perro de lo más independiente, salía y entraba en casa cuando quería y todas las mañanas bajaba a la calle para hacer pis religiosamente. Hasta que un día lo atropelló un coche que se dio a la fuga. En el ladito de la acera estaba, como siempre, nos dijeron, que el coche fue a por él. Jabato, reventado por dentro subió corriendo las escaleras para morirse a los pies de mi madre.

    Estos señores y señoras del Parlamento se comportan como unos perfectos gilipollas. Con perdón, pero que a gusto me he quedao.

4 comentarios en “Jabato

  1. Me resulta increíble que las personas se dejen llevar por intereses políticos y económicos aunque sea a base de legislar o apoyar sandeces.

    Siento lo de tu Bichito :'( .

  2. Pues el día que no publique un lunes sin avisar va a ser el primero de redes en enterarte de mi fallecimiento 😀 .

    De esto que cuento han pasado casi cuarenta años, y me acuerdo como si fuera ayer.

    Gracias a ti por leer mis neuras.

  3. Cómo son los «peludos». Hasta que no compartes tu vida con uno o una no sabes todo lo que se les puede querer y todo lo que te pueden dar…
    Ayer hizo tres años que se fue mi pequeño «Bichito», le sigo echando de menos y acordando de él…
    Esa gentuza del parlamento son los que no son seres sensibles…
    Saludos!

  4. Como cada lunes, espero tus artículos, y este me emocionó especialmente ya que me recordó un perro que tuvimos en casa de cuando yo era un crío y que tuvimos que dar a una familia ya que el can no era de pisos y sí de campos abiertos.
    Llorando estuve varios días.
    Gracias por compartir con los demás tus vivencias.
    Un abrazo.

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