No sé si se habrán enterado, pero hace cosa de una semana se celebró en Catalunya un referéndum. Ilegal. Es importante este último aspecto, porque pudiera ser que hablara usted exclusivamente turco, ruso, chino, hindi o guaraní, pero seguro que a lo largo de estas últimas dos semanas, aunque no sepa decir ni buenos días en el idioma de Cervantes, ha aprendido a pronunciar la palabra ilegal.
Este hecho cuantificable resume como pocos el fondo del asunto. Si tanto la izquierda como la derecha, el centro o el mediocentro reconocen que el referéndum era ilegal, lo más probable es que la importancia de tal cuestión per se sea del todo intrascendente y en lo que tendríamos que detenernos sea en su contexto, en dónde se pone el punto de mira y, en definitiva, en cómo es de recia nuestra escala de valores.
Digamos que, de una parte, parece que es absolutamente terrible hacer algo ilegal, en sí mismo y sobre todo si supone la fractura de la sociedad. Se me caen hasta dos lagrimones de tanta emosion contenida pensando en la unidad de España, pero no me desvío. Veamos.
Quienes mandan las tropas de asalto para impedir la celebración de un referéndum porque es ilegal han de ser, pues, los mismos que a nivel ideológico hubieran enviado a dar una somanta de palos a:
- Las sufragistas de Inglaterra de principios del siglo XX, que cometieron la tropelía de exigir al derecho al voto para las mujeres. ¡Qué desvergüenza! Ilegales, ilegales.
- Rosa Parks, por atreverse a sentarse en un autobús en la zona de los blancos. Dios me libre, acto meticulosamente ilegal en los Estados Unidos de los años 50. Años después, de paso, hubieran también atacado con gas lacrimógeno y porras a los 600 manifestantes por la Defensa de los Derechos Civiles de la primera marcha de Selma a Montgomery, bajo pretexto de que suponía un peligro para la seguridad nacional.
- Nelson Mandela, por hacerse el listo y exigir la igualdad entre negros y blancos durante el Apartheid. Serían, de igual modo, de los que lo hubieran mantenido en una celda de cuatro por cuatro más de 25 años. Era ilegal, claro, hasta el derecho de reunión para las personas de raza negra, como para pensar que tenían que gozar de los mismos derechos que los blancos.
- Berta Cáceres, por bloquear de manera ilegal la entrada a la construcción de presas hidroeléctricas en espacios protegidos. La hubieran asesinado probablemente, por seguir con la petera de cometer actos ilegales y parar los procesos decididos por cauces parlamentarios.
Etcétera etcétera etcétera… Todas ellas, sin excepción alguna, personas que vivían bajo el paraguas de sistemas profundamente democráticos. Y excusas similares a las que inventan quienes mandan a la policía y a la Guardia Civil a apalear a la población si se pone revoltosa empleaban por aquel entonces, cuando aún no existía un Puigdemont al que colgar el sambenito, por mucho que se lo merezca. Una de ellas, lanzada por Daniel François Malan tras ganar las elecciones presidenciales en Sudáfrica en 1953 se parece mucho al ínclito deber de mantener la unidad territorial exigida por la constitución: «hoy día Sudáfrica vuelve a ser nuestra, Dios permita que sea nuestra siempre». Huelga decir que, a mediados de siglo, sólo podían votar en Sudáfrica sin restricciones los blancos, que solo representaban al 21% de la población total del país que consideraban suyo. Faltaría más.
El caso es que tan preocupados están por la ilegalidad del referéndum y de la declaración de independencia (que no comparto, todo sea dicho), que el Gobierno se ha olvidado de ser legal con las devoluciones en caliente, por las que acaba de ser condenado por el Tribunal de Estrasburgo, pero no le meten mano el decreto que crearon para seguir haciéndolo contra la legislación europea, o con los recortes a las renovables (más sanciones), o con su negativa a actualizar las listas de paraísos fiscales a pesar de que el Congreso ha aprobado al respecto en lo que llevan de legislatura tres proposiciones no de Ley. Será que como son NO de ley. Pero por estos detalles nimios ningún agente del orden sale a dar hostias como panes.
No obstante, como el ser humano dice ser libre, se les puede llenar la boca sobradamente al hablar de ilegalidad y al llamar fascistas a quienes hasta antes de ayer resulta que eran comunistas o radicales de izquierdas (¡qué cosas!), por más que otras ilegalidades sí que sean lo mejor para el país. Pues si se hubieran atrevido a apalear a Rosa Parks o a Berta Cáceres por resistir al margen de la ley ¿qué no serán capaces de hacer con personas a las que, abiertamente y sin la más mínima vergüenza, llaman ilegales antes, durante y después de machacarles las tripas y dejarlos medio muertos en la frontera de Ceuta y Melilla?
Esto no trata de ilegalidad, ni de democracia si me apuran, sino de derechos humanos, coño.
Pues acabo de leer la entrevista a Albert Boadella y es que tiene que haber de tó :'(
Típico ejemplo de actuación con la ley en la mano para lo que me conviene.
Y que conste que creo que la independencia de Cataluña no es buena ni para la propia Cataluña ni para el resto de España.
Y que conste que todo el acto de referendo en sí mismo me pareció una auténtica chapuza.
Y que conste que, de haber permitido un referendo «normal», estoy convencido que habría ganado el NO.
Pero eso ya es otra historia….
En el fondo, como bien dices al final, esto no va de leyes ni siquiera, de las maquiavélicas interpretaciones de las mismas, sino de respeto por la gente y su (iba a poner legítimo) derecho a expresarse.
Gracias por tus reflexiones.
Un abrazo.