De haber sido Príamo conocedor
de la omnisciente protección de tu abrazo
te habría tomado por la fuerza
como a otra pérfida Helena
y ningún equino de vientre fecundo
hubiera dominado Ilión allende sus muros;
y a ti, sólo a ti, vástago de Zeus,
hubiera osado Homero dedicar
sus hexámetros dactílicos.