A José Luis, hermano de indignación, y a su vívida existencia
¡Oh, capitán! ¡Mi capitán!
De indignadas vísceras
y jamás marchitos párrafos.
Comienza otro viaje que,
sobre un mar de cielo agnóstico
y en merecida ataraxia,
obvia infiernos timoneando el navío
de esperanza que dejaste.
Dispersa, tú, la nivola
a Unamuno abrazado,
pues no existe muerte
que a quien gozó vivir
vencerle alcance.
No grites,
cual si necesitaras ahora,
tardíamente, alzar la voz
para hundir tu boca descosida
en las lagunas del éter.
Susurra al oído del mundo
tu verdad,
austera y tangible
a imagen del barro que negó
servirte de origen.
Nada importa cuan rotunda se muestre
la oposición tuya hacia el dogma:
eterno eres, como las olas
o tu imposible palabra en el silencio.
Completado ya su secular viaje
mi capitán responde,
preñado aún de voluntad
y siento su brazo.
Ha anclado, insondable, el navío en mi puerto,
cuya entraña,
hendida por Tánatos
y confiada estoicamente en Hipnos,
recorre la cubierta donde mi capitán jamás yacerá
frío y muerto.
¡Oh, capitán! ¡Mi capitán! De indignadas vísceras por Rafa Poverello se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
Gracias, Merceditas. Ángeles diría «¿me lo explicas?», je. Le debo la base 'argumental' a Whitman. No hay mérito.
Jod…no te digo lo que comentaría Angeles de leerte! Pero de mi parte un aplauso. y mil besos.