Obligada voluntariedad

 

Córdoba, a 20 de noviembre de 2013

Estimada señora María Isabel*:

Mi nombre es Antonio M. J. y no, no busque entre sus papeles, que no me conoce de nada, ni a mí ni a mi esposa, Carmen L. D., enferma de Alzheimer desde hace casi diez años e ingresada en una residencia privada hace poco más de seis meses porque ya no podía hacerme cargo de ella en mi domicilio como consecuencia del deterioro físico y cognitivo ocasionado por dicha enfermedad.

Una vez leídos estos poco exhaustivos datos objetivos que comparto en el primer párrafo de esta carta puede contemplar dos posibles opciones. La primera y más incómoda correspondería a seguir leyendo estas letras en las que, con respeto y humildad, pero con toda la indignación de la que soy capaz y a la que me conduce la desesperación, critico y sanciono la gestión y la administración de los bienes que habiendo de servir de desahogo a todos los andaluces y andaluzas, especialmente los más necesitados de atención, no cumplen la función social que se les atribuye y a cuyos falaces objetivos hace referencia la propia Junta de Andalucía en sus presupuestos generales en la sección correspondiente a la Atención a la Dependencia:
– Consolidar el liderazgo de Andalucía en el desarrollo y consolidación del Sistema para la Autonomía y Atención a la Dependencia.
– Garantía de acceso a las prestaciones para las personas en situación de dependencia, que tienen derecho a las mismas
– Racionalización de los plazos para el reconocimiento de la situación de dependencia y la aprobación del Programa Individual de Atención.

 Alzheimer's by kscreations

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El caso es que -como decía- usted no conoce a Carmen, mi esposa, y tal vez por eso –igual que sucede con muchas otras familias- resuelve con tanta ligereza sobre su situación, ya que al fin y al cabo es la persona responsable de firmar las resoluciones, según criterios tan absurdos como inextricables sin ejercer con valor la capacidad que igualmente le corresponde de buscar soluciones alternativas a la debacle a la que la administración andaluza, y de manera concreta su Delegación, somete a las personas en situación de Dependencia. Y lo más grave no es que decida, con un leve movimiento de pluma, la suerte de los demás, sino que con ello demuestra su falta de sensibilidad práctica y efectiva ante los problemas de los ciudadanos y ciudadanas que han depositado en ustedes su confianza. El tema es tan simple que no hay por dónde agarrarlo: Carmen, con una situación reconocida de Dependencia de Grado III, Nivel 1 -el grado máximo como ha de conocer-, tenía concedida una prestación para asistir a la UED “S.R.”, pero debido al deterioro general al que antes hacía mención me vi en la necesidad de trasladarla a un centro residencial. De ello di constancia a Servicios Sociales Comunitarios el 14 de junio del presente año, y el 22 de julio se me envía una resolución firmada por usted por la que se le retira la ayuda al causar BAJA VOLUNTARIA del recurso. Curioso el concepto de voluntariedad por el que fundamentan, no ya extinguir la prestación, sino mantenerla aún a la espera de una nueva ayuda habiendo a todas luces empeorado su situación como así lo confirma la solicitud de prestación económica emitida por la trabajadora social de Servicios Sociales de zona. Detengámonos con simplicidad en la acepción concreta del término según la RAE: 2. f. Determinación de la propia voluntad por mero antojo y sin otra razón para lo que se resuelve. Poco más queda por decir ante esta soberana realidad, Señora María Isabel, quizá que ateniéndonos a dicha definición están mucho más cercanos a la voluntariedad (y a la arbitrariedad) los criterios y las bases en los que se fundamentan a la hora de retirar una prestación y tardar meses en volver a concederla (o lo que es peor, incluso valorarla). Deseo de todo corazón que Dios le conserve por siempre un sueldo lo suficientemente alto como para no tener que preocuparse y perder el sosiego con estas historias que sólo afectan al resto de mortales, quienes al menos nunca se habrán de ver en la tesitura de pensar si podrían haber hecho algo más por conceder a todos una vida algo más soportable.

No puedo terminar mi sencilla exposición sin hacer mención concreta al hecho por el que, gracias a su extremo cinismo, me ha decidido a compartir con usted estas reflexiones. La semana pasada estuvo en la residencia realizando entrevistas -a los residentes más autónomos en el plano cognitivo o a los familiares entre los que me hallé- una trabajadora social muy amable de la jaula de grillos que usted gobierna. Perdón por el símil, pero es que me resultó de lo más particular que el motivo de dichas encuestas fuera conocer el grado de satisfacción de los residentes con el centro y la atención que se le prestaba. ¿No sienten ni un nimio pudor al enviar a personas del servicio de Inspección a los diferentes recursos para valorar la atención que se brinda a los usuarios cuando ustedes no les hacen el más mínimo caso en sus necesidades más urgentes? Es como tragarse el camello y colar el mosquito. Una postura farisea y de autocomplacencia. No puedo estar más indignado.

Sin otro particular y esperando su comprensión reciba un abrazo sincero de Antonio, esposo dolorido e impotente de una enferma de Alzheimer que carece de pensión.

* María Isabel Baena Parejo es Delegada Territorial de Igualdad, Salud y Políticas Sociales de Córdoba 

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