En una época donde el cine familiar de animación parece no otorgar sintonía más allá de las creaciones de estudio tipo Disney, Pixar, DreamWorks o incluso el más divergente Ghibli -aunque no por ello menos marcado por un estilo definidísimo e inconfundible- nos llega una maravilla de este género, de técnica tradicional, procedente de la actual y consistente escuela de origen franco-belga y que sin poder atenerse con exactitud al cine de animación de autor, como sí se puede aplicar dicho epíteto al también francés Chomet o al cortometrajista ruso Petrov, mucho tiene que ver con ellos en espíritu y forma.
“Ernest & Célestine” es una hermosa fábula basada en los personajes de los libros infantiles homónimos de los años 80 creados por el ilustrador belga Gabrielle Vincent. La tarea de llevarla a la pantalla grande corrió a cargo del primerizo Benjamin Renner, realizador de cortos de animación -entre ellos el original “La Queue de la Souris”-, acompañado de los más experimentados Stéphane Aubier y Vincent Patar, creadores de la célebre serie de TV belga Stop-Motion “Pánico en la granja”, de la que ellos mismos realizaran un largo en 2009.
Lo novato de Renner no se aprecia por ningún lado. Con una bellísima y emotiva animación a base de exquisitas y sencillas acuarelas, la tríada de directores crea una historia en la que nada es superfluo usando con absoluto dominio narrativo todos los recursos posibles: montaje paralelo, escenas oníricas, inusitado control del timing… Y todo ello en un compendio magnífico de la lucha por lo que habría de ser un mundo libre, exento de prejuicios y en el que los seres puedan disfrutar de la capacidad de amar y ser amados por lo que son más que por lo que dicen/nos dicen que representan. Que no nos inventen enemigos, pues no existen si hay voluntad de cooperación y de ayuda.
La tierna y demoledora relación socialmente incorrecta entre dos seres (o grupos) condenados por la masa amorfa y la cultura del miedo a odiarse entre sí traspasa toda frontera y llega a detalles tan excelsos que tan sólo desde lo subliminal y lo global los niños podrán entender su significado: las pesadillas de ambos basadas en las concepciones del mundo inculcadas desde negativas ideas preconcebidas y que desaparecen al despertar y encontrarse de frente con el enemigo que te abraza, la ternura infinita de la escena del soplo sobre el copo de nieve, la libertad y la generosidad de preferir la muerte a ceder y que en definitiva destruyen toda representación estamentaria de la Ley… la realidad ominosa que une a los guardianes del Status Quo de dos razas antagónicas (osos y ratones) en la persecución de quien se rebela y se niega a transigir. Desde la propia elección de su futuro -tanto Ernest como Célestine se niegan a desempeñar la tarea que supuestamente fomentará un bien comunitario: notario y dentista, para dedicarse a las artes: músico callejero y pintora-, ambos personajes nos muestran que los sueños y la bondad superan con creces cualquier prejuicio, y con la naturalidad y espontaneidad del infante incapaz de razonar fuera de lo que le resulta evidente. El ejemplo lo pone Célestine en el diálogo entablado con el juez oso que la juzga por decidir ser distinta:
– Es una idea rara vivir con un oso.
– ¿Por qué, señor juez? Usted vive con una osa.
Ante la opción vital ceder es morir, y si hay que morir, que sea al menos fruto de la opción vital.
No obstante lo que dices, «Ernest&Celestine» me sigue pareciendo un poco ñoña…
A mí es que eso de mezclar churras con merinas no se me da del todo bien. Me explico: en mi caso, comparar Ernest & Célestine con la también fabulosa Mary & Max es como hacerlo con Terminator 2 (buena y clave en la historia del cine) con Sacrificio, por ejemplo, del inimitable Tarkovsky. Son géneros distintos y del mismo modo que no llevaría a un adolescente de 13 años a ver a Tarkovsky pues no voy a llevar a un niño de 9 a ver Mary & Max; lo mismo porque aparte de no enterarse se me deprime, ji. El filme de Adam Elliot es animación para adultos y la que nos ocupa cine familiar, se parece lo que un huevo a una castaña, y en este género me parece netamente superior a los filmes de estudios, sea cual sea, tendiendo a la generalización pues hay gloriosas excepciones. A nivel narrativo, de dibujo y animación, de uso de los recursos cinematográficos me parece casi perfecta y en algunos aspectos de tensión dramática (es una peli pata toda la familia, no olvidemos) hasta superior a la de Elliot, aunque ambas me parecen sobresalientes en su género respectivo. No es fácil hacer cine para toda la familia con personalidad y esta desde luego me parece que en ese aspecto lo borda, como lo hace Chomet, aunque en animación también para adultos.Pero vamos, que en Mary & Max estamos de acuerdo en que es una joyita.
Pues a mí me pareció un poco ñoña. Me esperaba algo a la altura de «Mary&Max» (esa sí que sí una joya de la animación), y me decepcionó un poco…