Iglesia y colectivo LGTBIQ+

     Costó lo suyo, pero, al final, las cosas costosas en esfuerzo e incordios son las que más valoramos cuando salen para delante.

     Reticencias por parte de muchas de las partes implicadas y no implicadas.

    De las primeras, lo más sorprendente, la iglesia de la progresía que mostró, como suele pasar en el resto de la sociedad y bien reflejaba el clásico «Adivina quién viene esta noche», que todes somos muy abiertes hasta que nos toca el asunto de pleno y empiezan a temblarnos las piernas: «que si el tema no interesa», «que si puede suponer una ruptura en el Foro», «que si no forma parte de nuestros objetivos como colectivo», «que no hay consenso»… De las segundas, vuelta la burra al trigo, y nada sorprendente: el obispo, Deme (así mejor, que con ese diminutivo parece una persona no binaria), metiendo presión a los párrocos que sí decidieron seguir formando parte de la convocatoria y no se echaron atrás: «que si pasa algo la responsabilidad será vuestra» y tal y tal (pensaría que por hacer un foro cristiano sobre el movimiento LGTBIQ+ todo el mundo, incluido él, de repente se iba a volver trans y sería terrible que ya no solo fueran los prelados quienes usaran falda); y presión a la Universidad Loyola Andalucía por parte de otras altas esferas, porque el tema… el tema… «¿Qué pasa con el tema?», respondía el responsable de pastoral, «el papa se ha reunido con James Martin y justo el último cuadernillo de Cristianismo y Justicia editado por la Compañía de Jesús trata este tema».

     Y eso, al final, gracias a la sesera que no dejamos de usar y, sobre todo, a Niurka Gibaja, la teóloga trans, activista y miembro de la directiva de la Federación Estatal de LGTBI+, acabamos tan emocionades que parte de la concurrencia acabó haciendo sus intervenciones en lenguaje no binario: todas, todos y todes, se pudo escuchar en repetidas ocasiones.

      Yo, seguramente porque soy sensible hasta el tuétano (muches me asociarían con el género femenino), estuve a punto de llorar varias veces. Desde mi propia presentación, casi incapaz de terminarla, pasando por la mesa de experiencias hasta la foto de grupo. Las tres cosicas las comparto a continuación.

      Gracias Niurka, gracias convocantes, gracias Loyola, por ir del lado de la invisibilidad, y darle voz.

Foto con parte del grupo al final del Foro. Niurka en el centro

Niurka al inicio del Bloque I de la ponencia

Mesa de experiencias con miembros y familiares del colectivo (de izquierda a derecha): Luisfer (moderador); Carmen; Virgi, Ángel y Noe; Lola y Rafa.

Presentación.

«Bienaventurados cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como maldito, por causa del Hijo del Hombre. Alegraos en aquel día y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo» (Lc 6, 22).

Pocas veces deberíamos sentirnos más orgulloses (nunca podría ser más apropiado este doble sentido de orgulloses) de celebrar el Foro como este año; porque hay en esta sala, seguramente como nunca ha habido, muchas personas proscritas. Y no, no me refiero únicamente a aquellas que pertenecen a la comunidad LGTBIQ+, sino a todas las que han tenido que sufrir llamadas de atención y ser señaladas tras decidir con determinación seguir apoyando el Foro al considerar que hacerlo era seguir a pie juntillas el camino de Jesús, el único camino que consideramos digno, justo y responsable en favor de las personas excluidas e invisibilizadas.

Porque no hay colectivo más excluido e invisibilizado que el de les hermanes LGTBIQ+. El primer cauce de invisibilización viene desde la infancia, cuando todo el mundo da por hecho que eres heterosexual. Si pidiera que levantarais la mano todas aquellas personas que pensáis que yo, por ejemplo, lo soy, casi seguro que tapaban el muro posterior del salón de actos. Pero en realidad, nadie sabe mis preferencias sexuales, si me he acostado con otros hombres o si, en el fondo, me siento mujer. Y es que pensar esas cosas nos incomoda, nos molesta, por eso quizá a nadie se le ocurre preguntarle a un niño de siete añitos que si ya tiene novio. Preguntarle cuántas novias tiene se da más.

La otra forma de invisibilizar es tan triste como objetiva. En Córdoba capital hay movimientos católicos, o que han surgido en parte de la Iglesia, para todos los gustos: centrados en la pobreza, en la salud, la inmigración, la mujer, la violencia machista, el mundo del trabajo, las personas mayores, la prostitución… hasta la gente universitaria tiene una pastoral; pero no existe nada, lo más mínimo, que luche en defensa de los derechos de las personas LGTBIQ+, aunque ellas también forman parte de todas nuestras comunidades, parroquias y movimientos.

Tan invisible es la comunidad LGTBIQ+, que una de sus letras, la I de intersexualidad prácticamente no existe, porque nuestra sociedad heteronormativa y binaria, donde nos cuesta entender todo lo que no sea hombre o mujer, decide si una persona recién nacida sin género definido, debe de ser varón o hembra, que sería como decirle a la mamá y al papá de un bebé pelirrojo que mejor teñirle el pelo de moreno o de rubio para no tener problemas. No estoy exagerando: nacen más personas sin género definido que pelirrojas.

Con toda la humildad que nos permite nuestra humana condición, que a veces no suele ser mucha, desde la Comisión Permanente del Foro nos sentimos orgullosas de estar hoy aquí, en una sala llena de diversidad, en una iglesia de puertas abiertas, visibilizando, porque creemos que Jesús también se sentiría orgulloso.

Bienaventurades todes, por decidir estar hoy aquí, y bienvenides.