El escritor británico Warren Ellis puede presumir del gozar del alto honor (al menos así lo contempla quien escribe estas líneas) de contar en su haber con varias series regulares de cómics que han sido censuradas en Estados Unidos y que ninguno de los grandes estudios (léase Marvel o DC) osaron publicar bajo sus sellos principales, no fueran a revolucionarse sus afectados seguidores y seguidoras del lado más reaccionario, quienes en el mundo de los cómics estadounidenses son legión. «The Authority» o «Hellblazer» son dos ejemplos clásicos de lo que no se debe de hacer en el formato superheroico si tu intención es publicar abiertamente con Marvel o DC.
El artista Darick Robertson puede presumir casi de lo mismo, con dos series «relegadas» a ser publicadas por los sellos de la DC menos reconocidos cuyos lectores ya saben a qué atenerse si deciden adentrarse en sus tiras. «The Boys», con los guiones del también enfant terrible Garth Ennis, puede ser en el caso de Robertson su particular paradigma.
A estos dos chicos díscolos les dio por juntarse a finales de la década de los 90 y nació «Transmetropolitan», una enormidad cyberpunk que no es fácil de apreciar en toda su grandeza y esplendor, entre otras cosas porque es bastante sencillo que su personaje principal, el periodista medio pirado, medio anarquista, medio drogado, medio machista Spider Jerusalem te caiga durante buena parte de la serie como una patada en las partes nobles. Es lo que tienen las personas que se sienten libres para hacer lo que le sale del papo, sobre todo si hablamos de futuros cercanos distópicos, que del amor al odio solo hay un cuarto de paso. Como la trama era un tanto rara y peliaguda, los primeros dice números fueron publicados por DC a través de la recién creada Helix, que desapareció al poco tiempo, pasando posteriormente a Vértigo siendo la única serie que sobrevivió.
El caso es que, puede que cueste entrar en faena con «Transmetropolitan», porque ponerse con las páginas de esta historia es en un principio absolutamente desconcertante y de la impresión de que eres tú quien se ha tomado un tripi, pero una vez superada la fase inicial de los primeros números el característico humor ácido, su sonrojante sátira y la apabullante crítica sociocultural y política de Ellis campan a sus anchas creando un universo y unos protagonistas únicos e irrepetibles.
Si eres de las personas a las que les repugna cómo está montado este negocio así como el absoluto control estatal de cada aspecto de la sociedad, por más recóndito que sea, esta es tu serie.
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