Hasta hace cuatro días (y no estoy exagerando mucho, porque hago referencia al mes de marzo pasado) en el casto Diccionario de la Lengua Española si nos acercábamos a la quinta acepción de la palabra fácil, podíamos leer con estupor lo siguiente: «dicho especialmente de una mujer: Que se presta sin problemas a mantener relaciones sexuales». También incluía el diccionario de marras aquello de sexo débil como referido al conjunto de las mujeres, que aún se mantiene, pero añadiendo la connotación despectiva en su empleo.
Por otro lado, tras la terrible alarma e indignación social provocados tras la condena a la autodenominada Manada (que hay quienes veríamos más apropiado nombrarlos de manera más específica como piara) por simple abuso sexual, Catalá fue corriendo a formar una comisión para revisar el concepto de violación reflejado en el Código Penal. Y para dicha comisión, como no, decidió elegir a veinte varones y a ninguna mujer, a pesar de que -aparte de la obvia estulticia per se– más del 50% del colegio de jueces y juezas sean mujeres y parece ser que con una media superior en sus calificaciones académicas. Como el presidente de dicha comisión era medianamente más sensato que el Ministro de Justicia, lo cual no es decir mucho, solicitó incluir a tres mujeres y el señor Catalá, muy cordial, dijo que sí, sin que se nos vaya a ocurrir entrar ahora en intrigantes debates sobre el perfil ideológico de dicha triada. Para muestra el botón de las tres juezas que acaban de sentenciar igualmente por abuso a un tipo que penetró a su sobrina de quince años ya que ella no se resistió.
Y con tamaños precedentes, presentes y futuribles, lo raro es que nos extrañemos, si es que lo hacemos, de que se vean como naturales y ajustados a derecho determinados comportamientos que, en cualquier otro ámbito de la vida que no estuvieran relacionados con la consideración social hacia la mujer, serían puras barrabasadas.
- Si llaman al timbre de tu casa y abres la puerta con la mejor de tus sonrisas, lo normal no es que el tipo que acaba de llegar, al que puede que acabes de conocer, se dé el privilegio de pasar del descansillo al zaguán sin pedirte permiso porque has sido amable.
- Si una mamá o un papá te presentan a su bebé, lo normal no es que lo saques de la cunita y lo alces en brazos sin preguntarles antes ¿lo puedo coger?
- Si tu pareja, tu amigo o fulanito de copas está preparando la comida, lo normal no es que metas la cuchara en el puchero o mojes un trocito de pan en la salsa sin haber preguntado previamente si te deja probarlo.
- Si necesitas saber la hora, lo normal no es agarrar el primer móvil que tienes a mano, sea de quien sea, y desbloquearlo para ver la pantalla con sus numeritos digitales sin preguntar previamente si lo puedes hacer.
Y ahora resulta que lo trascendental en según qué circunstancias es investigar si la chica cerró bastante las piernas, si dijo que no con la suficiente claridad o si le jorobaron el acto sexual y/o los tocamientos mucho, poco o casi nada. ¿No sería lo más lógico preguntarle a la persona que decide cuáles son los deseos carnales de una fémina si se informó antes de si le apetecía a ella que le tocara una teta, le introdujera el pene en la boca o se corriera en su vagina? No sé, digo yo, ¿no? Lo mismo así nos evitábamos tanta vaina y tanta pavada. Pedir permiso, leñe, pedir permiso. Pero claro, se da por sentado que nos jode mogollón que entren en mi casa sin permiso, que me cojan al nene sin permiso, que metan un migajón de pan en la salsa sin permiso, que me miren el móvil sin permiso… Porque todo el mundo sabe que son infinitamente más importantes y gozan de muchos más derechos una casa, un nene, una salsa y un móvil que una mujer. Para acceder a ella no hay que pedir permiso, bastan las ganas. Las mismas que tengo yo de quemar varias Audiencias Provinciales. ¿Me dais permiso?
Y ahora también sin Telegram. No me mates, que soy relativamente joven :/ .
Brillante. Tu pasión y tu razón corren parejas. Un besazo, pensador.
Comparto allá donde no quieres estar, cómo no!