Justo a mediados de los 60, el sociólogo William Ryan vio publicada su obra «Blaming the Victim» (Culpar a la víctima, en su traducción al castellano). La teoría expuesta es de lo más sencilla y se basa en la actitud de considerar responsables casi exclusivas de su propia situación a las víctimas de abusos y de violencias descargando de tales actos a terceras partes implicadas. No fue en 1965 la primera vez que la sociología, la antropología o la sicología hacían referencia a este concepto, pero podríamos decir que se llegó a la concreción del término. Normal el éxito que tuvo el libro de marras y que la cuña llegue hasta nuestros días, porque si equivocarse es humano, lo es más echarle la culpa a otro.
Aunque una de las situaciones en las que se aprecia con meridiana claridad la culpabilización de la víctima se da en los casos de violación -como está sucediendo desvergonzada y cruelmente en toda la parafernalia mediática que rodea al juicio a la manada– no es difícil descubrir determinados patrones que son comunes y generalizados dentro de una sociedad enferma hasta el éxtasis.
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Las mujeres son culpables porque visten como putas
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Los pobres viven como viven porque son unos vagos que están acostumbrados a pedir
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Los niños suspenden porque no se esfuerzan
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A los inmigrantes se les machaca en la frontera porque vienen a quitarnos el trabajo
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Los abuelos de las preferentes es que tenían que haber leído bien la letra chica
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La peña que quería votar el primero de octubre y recibió una tunda de palos es que estaba participando en un referéndum ilegal
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El nene o la nena que sufre bullying es que es un manteca
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Y el galgo acaba colgado de un árbol porque ya no sirve para cazar.
En un entramado machista, clasista, racista, utilitarista, especista que confecciona un mundo neoliberal y capitalista desde la supremacía del más fuerte, resulta natural que exista un germen común en todos y cada uno de los ejemplos expuestos: la debilidad. Lo dijo Plauto, y nos sigue dando igual: «lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit» (lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro).
Sólo somos capaces de juzgar y culpar al débil. Planteamiento triste y rastrero, sin duda. Porque la policía y el gobierno hacen lo que deben, la banca ya sabemos cómo es y la infanta, Messi y Cristiano Ronaldo no tenían ni pajolera idea de nada.
La culpa es del débil por el mero hecho de ser débil, punto pelota; aunque tampoco estaría de más ver y debatir un rato largo sobre qué entendemos y juzgamos como debilidad, que esa es otra. Políticos, militares, conquistadores, filósofos no han parado de soltar a lo largo de la historia frases célebres vilipendiando la debilidad, ¿qué esperamos? Así, llegamos a la conclusión de que toda persona que pide ayuda o se muestra necesitada de solidaridad es un vaina, y construimos un sistema de mierda en el que cada perrito ha de lamerse su cipotito y demostrar a todas luces que es un machote: sea violando a C., insultando a las personas que viven en exclusión, soltando al niño que los hombres no lloran o permaneciendo en un trabajo que odia pero que le proporciona determinado estatus social y que le bailen el agua.
El día aquel en que el conjunto de una sociedad ose culpar al fuerte, la humanidad habrá dado un paso de gigante de consecuencias colosales.
* «Elogio de la debilidad» es el título de un ensayo del filósofo suizo con parálisis cerebral Alexandre Jollien publicado en 1999
Alguna vez escuchas esa maldita frase de no sentirse útil y querer dejarlo todo y lejos de mirar al culpable, culpas a la víctima. Paisaje machista.