“¿Vencedores o vencidos?”, reflejaba el horrendo título en castellano que eligió la censura franquista para la cinta “El juicio de Nüremberg”. Hay decisiones que no hay por dónde pillarlas más allá de la obvia intención de minimizar la responsabilidad de determinados individuos en los campos de exterminio a lo largo de la II Guerra Mundial, pero algunas cosas sí que son verdad, y es que al final de una guerra no gana nadie. El fermento del odio que siembra entre los bandos en conflicto no cicatriza ni en generaciones.
Que el nacionalsocialismo no puede ponerse como ejemplo de buena conducta está fuera de toda duda, más allá de las mentiras del Holocausto o la utilización de las víctimas para determinados intereses particulares, pero el hecho de que un grupo se haya comportado como una panda de animales en un determinado contexto histórico ¿significa que todos sus miembros son unos asesinos irredentos que se merecen todo lo que les pase y no son dignos de piedad? Pues mire usted, no sé, pero yo creo que no, y que no hay nada que te quite de por vida la condición de ser humano.
Un poco de esto -y de otras cosas igual de poco dúctiles- trata “Land of mine”, el tercer largo del director y guionista danés Martin Zandvliet. Un filme que, si bien recurre en ocasiones a varios clichés del género que logra salva con nota, se alza por encima del común denominador de este tipo de cintas con algunas secuencias memorables que permanecerán por mucho tiempo en la memoria del espectador. Polo opuesto a la hollywoodiense “En tierra hostil” -película que se negaba a todo discurso-, pero también realizada con precisión milimétrica, “Land of mine” sacude las neuronas de manera inapelable, por más que Zandvliet rebaje la tensión y la intensidad dramática con varios giros en la parte central del largometraje. Quizá los únicos momentos algo adocenados a lo largo de toda la obra.
Unos chicos alemanes que vete tú a saber por qué se alistaron en la guerra, pero van a sufrir las consecuencias de haberla perdido y de ser odiados por el país que invadieron: Dinamarca. Curiosamente, un país que siempre ha servido como ejemplo de resistencia noviolenta a la ocupación nazi, pero que en este filme muestra la distancia infinita entre lo que significa la acción exterior frente a un enemigo (pacifismo) y la actitud interior con el agresor (violencia y odio).
Zandvliet ya estrena este año película producida en Estados Unidos. Ojalá no sea el típico mal de la industria. Apropiarse del talento. Al precio que sea.
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En la Alemania de la II Guerra Mundial no era fácil no alistarse. De hecho, los chicos que no pertenecían a las Juventudes Hitlerianas estaban mal vistos y hasta se les pegaba y marginaba. Terrible. Puteados en su país y puteados fuera :'( .
Hola Rafa, casualidades de la vida la vi anoche. No la conocía, me pareció muy dura, la historia es terrible, ( tú hablas sobre que no conocemos las razones del alistamiento de esos chavales, muy probablemente los reclutaron a la fuerza o se alistaron para «vengar» la muerte de personas queridas) porque al fin y al cabo eran niños, y somos responsables de lo que hacemos, no de lo que hacen en nuestro nombre….a mí me dejó tocada, que animales somos los humanos
Pues merece mucho la pena. Si no echamos demasiadas cuentas a un pequeño tramo narrativo un poco más convencional durante el proceso de transformación personal de uno de los protagonistas (que luego toma de nuevo fuerza de manra magnífica a raíz de un incidente ocasional) es una película precisa y medida, incluso en los aspectos técnicos.
Y dura, que tampoco lo vamos a obviar.
Habrá que verla